𝐗𝐕𝐈𝐈

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Mori Ougai salió del elevador con el pulso acelerado, pero aparentando bastante bien una calma que no poseía. Dazai no le había dado detalles, pero cuando le aviso que la policía estaba en camino al hotel y que tal vez querría estar ahí para controlar a la prensa que quizás se enteraría pronto de que algo le había pasado a alguien famoso en el hotel y querrían cubrir la nota a toda costa, supo que debía ser algo grave que requería de su atención directa.

En la sala de estar, encontró a Chuuya hecho un ovillo en un sofá, con Sigma a su lado haciendo esfuerzos sobrehumanos para calmarlo. Temblaba y la cara le escurria en lágrimas amargas, se abrazaba a sí mismo con tanta fuerza que sus nudillos se ponían blancos y contrastaban dramáticamente con la piel rojiza, con arañazos auto inflingidos en un intento de desesperado de despertar de la pesadilla que estaba viviendo. Y sollozaba de manera inentendible, porque la garganta ya le dolía demasiado por gritar.

Escuchó claramente el bramido furico de una voz masculina proveniente del segundo piso, así que antes de ir con Chuuya decidió que debía informarse de lo que estaba ocurriendo y que el mejor modo era buscando a Dazai. Arriba, en el pasillo hacia las habitaciones, el personal de seguridad estaba en fila, con la cabeza gacha. Dazai estaba frente a ellos, daba un par de pasos como león enjaulado y se volvía a plantar frente a ellos; cada vez que les clavaba la mirada, los cuatro hombres frente a él temblaban de modo imperceptible, aunque uno, Tachihara, lucia casi igual de molesto que Osamu.

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-— Ustedes tenían un solo trabajo —volvió a hablar, con un tono tan gélido que Mori sintió que no tenía mucho que hacer ahí—. Uno solo. ¿Qué tan difícil es seguir una orden? No pedí demasiado. Controlar quién entra y sale, qué entra y sale y cuándo entra y sale. ¿No puedo dejarlos solos un segundo sin que metan la pata? -giró a ver a Mori, a quien detectó desde que subió la escalera pero no estaba de humor para saludar-. ¿Así cómo voy a tomar descansos? La siguiente vez, podría ser Chuuya.

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El hombre de ojos violáceos le dedicó un asentimiento y con un movimiento ligero de su mano, Dazai supo que tenía total control de las decisiones ahora.

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— Quiero sus cartas de renuncia en la empresa a las siete de la mañana del lunes, sin falta. Esperarán a la policia para rendir su declaración y cooperarán en todo lo que les sea posible si quieren conseguir una carta de recomendación. Fuera de mi vista —ordenó, dejando a Mori sin palabras por lo bien que se le daba al chico dirigir—. Tú no, Tachihara. Tú te quedas. Necesito al menos uno de ustedes mientras traigo un equipo competente, no eres eficiente pero confío que al menos, esta vez, no querrás volver a fallarle a Chuuya.

— Sí, señor —fue lo único que contestó.

— Dazai, ¿qué fue lo que pasó? —Mori finalmente se le acercó cuando el chico de la bandita en la nariz se retiró a esperar a la policia en el lobby.

— Estuvo aquí. El bastardo se coló haciéndose pasar por personal del hotel.

— ¿Cómo burló la seguridad?

— Aún no lo sé, pero voy a descubrirlo. Demonios, es un bastardo inteligente, sabe lo que está haciendo. Este no es cualquier acosador, jefe. Es un maldito psicópata.

— ¿Chuuya está bien? No parecía herido, aunque estaba bastante afectado.

— Por supuesto que lo está —y Dazai le mostró la habitación frente a la de que estaba de pie. Era la de Kuma, esa que estaba decorada de rosa, con peluches pequeños, una alfombra mullida y un castillo con su camita en el. En la ventana del fondo, igual a la que tenía cada habitación, las ventanas estaban corridas y en el vidrio, escrito con sangre había un tétrico mensaje de advertencia para que Chuuya "entendiera" que era suyo y de nadie más, y que cualquiera que intentara ocupar "su lugar" acabaría exactamente igual—. Cualquiera estaría así después de ver lo que ese maniático le ha hecho a su perro.

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En el piso, en una caja a medio destapar que desde fuera se notaba húmeda en la parte interior, yacía la cachorra muerta y Dazai no se atrevió a describirle a Mori exactamente de qué modo.

Ougai se sintió asqueado. No era tan sentimental, pero hasta él comprendía que para el pelirrojo, el animal era más que una mascota, era familia. Hacerle eso a una criatura inocente, debía compararse a dañar a un niño. Algo que no podía defenderse realmente. La cantidad de sangre que el misterioso acosador de Chuuya había usado para escribir en la ventana, goteaba de las letras e indicaba que casi había desangrado a la pequeña pomerania. Era tan bizarro y retorcido, que Mori salió de la habitación con ganas de vomitar.

Dazai hizo un par de llamadas y de la recepción les avisaron que la policia estaba ahí, además de dos muchachos que lo buscaban y a quiénes pidió dejar subir. Cuando subieron, mientras la policia hablaba con Chuuya -o más bien lo intentaban; el pobre estaba en shock-, el castaño se acercó a su jefe con los dos muchachos que aparecieron por el elevador, vistiendo de negro y que le recordaron a Mori como se veía Dazai cuando lo citó para contratar sus servicios por recomendación.

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— Jefe, le presento a mis chicos, estos de aquí son Atsushi Nakajima y Akutagawa Ryunosuke —los mencionados, eran tan opuestos como el día y la noche. El primero tenía el cabello grisáceo con un mechón negro, cortado irregularmente. Vestía un abrigo negro con cuello de piel sintética de leopardo albino. El otro, de cabello negro con dos mechones blanco solo en las puntas, usaba un saco que parecía muy grande para él, en color gris opaco, una camisa negra y pantalón a rayas. Ambos parecían más jóvenes que el mismo Dazai y demasiado serios para su edad—. Los pondré a cargo de la seguridad de Chuuya si estás de acuerdo. No te fíes de su apariencia, los he entrenado yo mismo.

— Has todos los cambios que creas pertinentes. No imaginé la magnitud que tendría esto hasta ahora. Sabía que debí convencer a Chuuya de aceptar protección antes.

— Por supuesto. Atsushi, Akutagawa —llamó, ambos chicos tensaron los músculos como un par de soldados que entendían órdenes sin palabras, haciendo una reverencia a Mori antes de que Dazai dijera algo más—: ya saben qué hacer.

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Y ambos se fueron por el elevador, a hacer quién sabe qué, pero Mori confiaba que al menos Dazai sabía lo que les había encargado sin cruzar más que esas cuatro palabras. Y mientras él también se disponía a marcharse para resolver lo de la prensa en el lobby, se acercó a Chuuya y le dijo que se tomara esa semana libre mientras todo se normaliza, dejado a Dazai para tratar con el pelirrojo que no era capaz ni de responder un gracias. La policía se había rendido con tomar su declaración por lo visiblemente afectado que estaba y le pidieron aproximarse otro día a rectificar la poca información que le habían entendido. Sigma miró a Dazai en busca de ayuda, sintiéndose inútil a estas alturas para consolar a su amigo.

El castaño se agachó frente a Chuuya, que tan pronto lo tuvo en frente, hipó y se volvió a desbordar en lágrimas, extendiendo sus brazos en una petición muda que Osamu entendió perfectamente. Se limitó a cargarlo y con ayuda de Sigma, lo tapó con la gabardina que antes se había quitado al llegar, avanzó al elevador y cuando este se abrió, Atsushi venía dentro, con una llave electrónica para otra habitación pisos más abajo y se fueron los tres en el elevador, dejando a Sigma encargado de velar que los restos de Kuma fueran dispuestos apropiadamente, para que Chuuya decidiera qué hacer con sus cenizas cuando tuviera cabeza para pensar. Ni Dazai sabía cuándo sería eso...

[EDITANDO] 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora