Zale
Cuando bajé a la cocina para desayunar mi madre estaba frenética yendo de un lado para el otro murmurando para si cosas que no llegué a entender. Cuando me senté en el taburete, le pregunté lo que le pasaba.
-¿Te acuerdas qué tu padre iba a comer con un socio muy importante? Bueno pues acaba de avisar que viene hoy con su familia y no tengo nada para cocinar. – me dijo sin parar de ir de un lado para otro.
- Mamá relájate- le dije- tenemos comida de sobra en la despensa, todo va a salir bien. Cualquiera diría que eres psicóloga, no sabes controlar tu estrés.
Me miró mal al decirle eso pero al menos se relajó y puso orden al asunto. Al terminar de desayunar, me dirigí al salón para ver a mi padre.
-¿La está liando en la cocina, cierto? – me dijo mi padre sin levantar la vista del periódico al verme llegar.
-No te haces una idea, no entiendo porque se estresa con esas cosas si son una tontería y en cambio los momentos de más presión los controla muy bien.
-Mujeres hijo, a mi no me digas nada, siguen siendo un misterio para mi y para todos los hombres. Te evitarás muchos quebraderos de cabeza si desistes ya de intentar entenderlas.
-Os estoy escuchando- gritó mi madre desde la cocina.
Mi padre y yo nos reímos ante tal comentario. Él siguió leyendo el periódico en el salón mientras yo subí a mi habitación para vestirme ya que mi madre me había pedido que bajara al supermercado a por un par de cosas que necesitaba para el postre.
Cogí mi móvil para mirar si tenía algún mensaje de cierta señorita. En efecto, sin ni siquiera abrirlo ya tenía una sonrisa en los labios y una sensación extraña en el estómago, ¿acaso era eso lo que la gente llamaba mariposas en el estómago?
Estuvimos hablando hasta que mi madre subió para reñirme por no haber ido todavía a la compra. Cuando le dijo el motivo, su cara adoptó una mueca cuando le dije el nombre de Angela. Supuse que le había molestado que estuviera hablando con ella y no hubiese ido al recado así que rápidamente me vestí y fui a la compra.
Como era sábado, cuando regresé a casa estuve un rato ensañando con la guitarra para la banda, mi banda, todavía seguía sin procesarlo. En ese momento me di de cuenta de que ni siquiera teníamos un nombre, así que escribí por el grupo que tenía con los chicos para informar sobre ese hecho muy importante. Salieron varios nombres muy malos que al momento desechamos y otros tantos por las risas hasta que por fin nos decidimos por uno, MadSkulls, así nos llamaríamos.
Antes de que fuera la hora de comer, mi madre subió a mi habitación para que me vistiera adecuadamente (según ella) y para que bajara abajo a recibir a los invitados cuando llegasen, los cuales se hicieron bastante de rogar ya que llegaron media hora tarde y en un coche más caro que toda mi casa junta. Era gente de dinero y les gustaba mostrarlo, odiaba a ese tipo de gente, genial, muy buen comienzo, ¿lo peor? Que no se disimular cuando alguien me cae mal.
El padre era alto, caminaba muy erguido y con la cabeza bien alta. Tenia el pelo cano por los lados y una porte que destilaba confianza en sí mismo. Por otro lado, la madre vestía entera de etiqueta y nos miraba con superioridad, sin duda esta era una mujer florero. Y por último, su hija, tenía la porte de su padre y la misma mirada de asco que su madre, seguro que era la típica a la que no se le decía nunca que no. Menuda comida que me esperaba.
Mi madre se apartó de la puerta y les dejó pasar educadamente, mientras que mi padre los esperaba en el comedor. Con mi mejor sonrisa, ayudé a mi madre a servir la comida y la bebida. Cuando estuvimos todos sentados, las diferencias entre las dos familias se hicieron más notables, el intento de mi madre para que fuésemos iguales a ellos también.
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Recuerdos escritos en canciones
Teen FictionEs la historia de dos adolescentes normales, uno totalmente perdido y el otro con brújula y mapa, que se conocieron en medio de una tormenta y que buscan la luz al final del túnel. Dos adolescentes que no creen en el para siempre, pero si en el ahor...