Alohomora: Desbloqueando Recuerdos [A.R. II]

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Tres meses pasaron... tres meses desde que los ecos de la segunda guerra mágica se desvanecieron en el aire, dejando tras de sí un mundo que, aunque herido, comenzaba a cicatrizar. La mayoría de los involucrados pudieron regresar a sus hogares, sus vidas marcadas pero intactas, excepto una persona. Akira Riddle, que ahora llevaba el apellido Snape, había sacrificado más de lo que muchos podrían comprender. En el acto más altruista, entregó todo por aquellos a quienes amaba, solo para ver cómo el amor de su vida se desvanecía como una sombra al amanecer.

Ahora, conocida como Akira Snape, se encontraba en un nuevo capítulo de su existencia. Vivía en una casa modesta, de ladrillos a la vista y con un pequeño jardín delantero, ubicada en un barrio tranquilo de muggles. Severus Snape, su padre adoptivo, un hombre de pocas palabras y gestos medidos, había tomado la responsabilidad de guiarla en este nuevo mundo. La casa, aunque no muy grande, estaba llena de rincones misteriosos y estanterías repletas de libros antiguos y artefactos mágicos que hablaban de una vida dedicada a la alquimia y a la defensa contra las artes oscuras.

Cada día, Akira se enfrentaba a la tarea de reconstruir su memoria, de unir los fragmentos dispersos de su pasado. Severus, con su habitual expresión seria, le proporcionaba información con cuentagotas, revelando los detalles de su vida anterior sólo cuando era necesario. Había temas que evitaba, secretos que guardaba celosamente, temiendo que la verdad completa pudiera ser demasiado para su joven mente. Pero Akira era fuerte, y con cada pieza de información que recuperaba, su determinación crecía. Estaba decidida a entender quién era realmente y qué lugar ocupaba en este mundo posguerra que, aunque pacífico, aún susurraba historias de valentía y sacrificio.

Severus Snape estaba sentado en su sillón junto a la chimenea, leyendo un ejemplar de El Profeta. Lo bajó al oír la voz de la muchacha. Él la miró con una mezcla de preocupación y severidad.

— Akira. Es tarde, deberías estar en la cama. —Dijo en su habitual tono estoico, aunque una pizca de cariño se escondía debajo de él.

— Lo sé, es que... tuve otra pesadilla. —Responde ella, confundida.

La expresión de Severus se suavizó un poco al escuchar eso. —Ya veo. ¿Otra pesadilla, entonces? —Suspiró suavemente, dejando el periódico a un lado. Hizo un gesto hacia la silla frente a él, invitándola a sentarse. Sus ojos escudriñaron su cuerpo cansado, la preocupación era evidente en su mirada.

—Sigo estando muy confusa, no recuerdo absolutamente nada de mis años en Hogwarts, no entiendo.

Severus frunció ligeramente el ceño ante sus palabras, una mezcla de preocupación e intriga cruza su rostro. Él se inclina un poco hacia adelante, prestándole toda su atención.

—¿No recuerdas tus años en Hogwarts? ¿Nada de nada? —Pregunta, con la voz entrecortada por un dejo fingido de sorpresa. Había esperado cierta pérdida de memoria, dada la gravedad de su experiencia, pero la amnesia total no era algo que hubiera anticipado.

— No lo sé, ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no estoy con Dumbledore? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo es que pasé de tener casi diez años a tener dieciocho?

La expresión de Severus se suavizó aún más mientras escuchaba sus preguntas, con una mezcla de simpatía y comprensión en su rostro. Se tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de responder.

—Akira, has pasado por muchas cosas. Más de lo que nadie debería tener que soportar, especialmente a tu edad—. Hizo una pausa, suspirando suavemente antes de continuar. —Es... complicado. Han pasado muchas cosas en la última década, y nosotros, el mundo mágico, tomamos ciertas decisiones para protegerlos.

—¿Por qué no puedes explicarme? ¿Tuve algún golpe grave? ¿Dónde está mi padre, Severus

La expresión de Severus se oscureció un poco al escuchar sus preguntas sobre su padre. Sabía que este era un tema que inevitablemente surgiría, pero aún temía tener que explicarlo.