XIV

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- Bien, en quince minutos comenzarán a llegar invitados. No tengo que deciros que quiero total obediencia, respeto y educación. Si se os dice que bailéis, bailáis, si se os dice que digáis unas palabras, las decís. Los reyes, los príncipes y todos los invitados que vengan se encuentran por encima de vosotras social y económicamente, no se tolerará ni un solo fallo.

     La señorita Elise se encontraba frente a la puerta de la sala más cercana al salón de baile. Sus avisos habían conseguido poner nerviosa a más de una seleccionada, aunque Evelyn apenas la escuchaba.

- Ahora, os colocaréis en una fila para recibir a todos los invitados por orden. Dahlia, ven aquí, tú serás la primera. - La señorita Elise las llevó al salón y comenzó a llamarlas por orden justo a la entrada principal, la que comunicaba con el recibidor del palacio.

     En la fila que habían formado Dahlia era la primera, seguida de Iris, Brielle, Azalea, Ada, Reiwin, Bianca, Hivdis, Heldiah y, por último, Evelyn.

     Lo único que no le gustaba a Evelyn de su posición en la fila era que había acabado lejos de sus amigas y no podría comentar con ellas, aunque dudaba que pudiese haberlo hecho aún habiendo acabado a su lado.

     Todas esperaron impacientes y ansiosas la llegada de los primeros invitados, sin mediar entre ellas palabra alguna bajo la persistente mirada de la señorita Elise, que prometía estar toda la noche con un ojo puesto en ellas.

     Aunque antes de que los primeros invitados llegasen, la familia real hizo su aparición en el salón.

     El rey, Niels, entró acompañado de su mujer y seguido de sus hijos. Nada más poner un pie en la estancia el ambiente se volvió pesado y la tensión inundó el cuerpo de las seleccionadas.

- Si os avergonzais a vosotras mismas estaréis avergonzando a la familia real. - Anunció con aire estricto y mirada fría. - Cualquier acto impropio de las jóvenes de la corte será severamente castigado.

     Evelyn tragó saliva sin apartar sus ojos del rey, si no fuese porque vería a su familia tras varias semanas habría luchado por salir corriendo de allí.

     La reina dedicó una hermosa sonrisa a las jóvenes para intentar tranquilizarlas tras las palabras de su marido, aunque poco pudo hacer.

- No os olvidéis de mostrar vuestras hermosas sonrisas. - Aconsejó Stefan alegre siguiendo a sus padres hasta el interior del salón.

     Kristian no les dedicó ni una sola palabra, pero sí paseó la vista por la fila de seleccionadas, estudiando el orden que la señorita Elise había determinado. La más joven la primera y las que más desparpajo tenían tras ella, dejando en último lugar a las que podrían causar peor impresión a los nobles invitados.

     Era una estrategia para generar una mejor impresión hacia las chicas de la selección y, por ende, hacia la familia real y la elección que habían tomado los príncipes al permitir que esas diez jóvenes formasen la élite.

     Kristian estuvo tentado de sonreír cuando se dio cuenta de que Evelyn estaba la última en la fila, aunque no le sorprendió en lo más mínimo; la conocía poco, pero lo suficiente como saber que no prestaría la más mínima atención a los nobles, solo estaría pendiente de ver entrar a su familia.

     Alrededor de las seis de la tarde comenzaron a llegar invitados. Las seleccionadas eran las primeras en recibirles, la mayoría de nobles hablaron con las primeras cuatro jóvenes y muy pocos llegaron a entablar conversación con las dos últimas; cosa que Evelyn desde luego agradecía.

     Se esforzó por mantener la compostura, pero cuando ya llevaba casi una hora entera haciendo reverencias y esbozando sonrisas falsas lo único que podía hacer era estirarse para observar la entrada de palacio, seguro que su familia no tardaría en aparecer.

- Realmente encantadoras todas las jóvenes de la élite. - Una voz masculina y algo cansada avisó a Evelyn de que volvía deber a ocupar su papel.

- Muchas gracias. - Respondió esta haciendo otra reverencia y prestando atención a quién le había hablado.

     Un hombre de mediana estatura, de escasa cabellera blanca y ojos azules. Llevaba un traje azul marino con detalles blancos y dorados y le sonreía a Evelyn con ternura.

- Pareces esperar a alguien.

- Mi familia asistirá al baile señor, hace semanas que no les veo, lamento si mi impaciencia le ha podido molestar. - Se disculpó la joven realizando una nueva reverencia. Debía asegurarse de no hacer ni decir nada incorrecto, no quería sufrir la ira del rey.

- Sí, me acuerdo... A mí también me pusieron al final de la fila y estaba como tú, no paraba de mirar la entrada.

     La mente de Evelyn comenzó a trabajar a toda velocidad. ¿A ese hombre también le pusieron al final de la fila? Eso quería decir que él había formado parte de la selección de la antigua reina, la madre del rey Niels.

- ¿Usted formó parte de la Selección? - Preguntó Evelyn curiosa.

     El hombre soltó una corta carcajada antes de responderle con cariño:

- Sí. Pero en mi época fue algo diferente, éramos chicos y teníamos que conquistar a una joven algo rebelde, aunque de muy buen corazón.

- ¿Aún sigue en contacto con el resto de seleccionados?

- No, no. Muchos, desgraciadamente, han fallecido ya, incluida la reina. - Comenzó a responder el hombre, eso Evelyn ya lo sabía, esa selección había sido hacía años. - Y, de todas formas, no me llevaba muy bien con mis compañeros.

- Lamento escuchar eso.

- No lo lamentes querida. Lo importante es que el que acabó siendo marido de la reina le amaba y le sigue amando, a pesar de haber fallecido ella.

- Entonces, ¿Es cierto que los reyes y reinas encuentran el amor en la selección? - Evelyn lo dudaba, no entendía cómo la reina Greta había podido enamorarse del rey Niels, ni cómo alguna chica podría enamorarse de los príncipes sin haberlos conocido realmente.

- No todos. En mi época sí ocurrió, la reina y el rey se amaron hasta el final. Y su hijo parece que encontró el amor también. Los príncipes ahora... Tal vez lo encuentren, ¿No opinas que pueda pasar?

- No lo sé realmente. Tampoco puedo saber si estoy enomaroda si nunca lo he estado antes.

     El hombre volvió a dejar escapar una carcajada.

- Lo sabrás muchacha, lo sabrás.

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