XXIII

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     Evelyn abrió la puerta despacio, había estado varios minutos recordando cuáles dos puertas eran las que le llevaban a las habitaciones que se le habían asignado a su familia y por fin se había atrevido a abrir una.

     Se encontró con un espacio cálidamente iluminado y decorado de manera sencilla: un par de camas, con suaves sábanas blancas, un sofá y un par de sillones al lado de una mesita baja y una puerta que llevaba a un baño.

     No tardó en darse cuenta de que era la habitación correcta, pues Sven salió corriendo a darle un abrazo.

- Así que los chicos dormís en esta habitación y las chicas en la otra. - Comentó la joven sonriendo y cerrando la puerta tras de sí al mismo tiempo que Sven le rodeaba la cintura.

- Sí, en la de al lado. - Explicó Caspian inclinando en un gesto rápido la cabeza hacia la izquierda, indicando la habitación donde dormirían Kaira y su madre.

- Conociéndolas permanecerán despiertas hasta que te vean entrar por la puerta. - Dijo Elyan, también sonriente, sentándose en una de las dos camas que había.

     Caspian le imitó, aunque sentándose en la otra y Evelyn cargó a Sven con cuidado para poder acercarse a sus hermanos y sentarse con ellos.

- ¿Cómo has conseguido convencer al príncipe? - Preguntó Caspian curioso, no había ni un ligero rastro de sonrisa, ni siquiera en sus ojos, parecía que no terminaba de... Fiarse de la familia real.

- No he tenido que convencerle realmente. - Respondió la seleccionada esbozando una sonrisa inconscientemente. - La verdad es que ha cambiado bastante desde la primera vez que le conocí.

- ¿Cómo era? - Sven alzó la vista, la curiosidad podía con él, no había podido evitar preguntar.

- Bastante más serio y frío. Ahora... Es menos frío, y me ha ayudado varias veces.

- Igualmente, sigue siendo uno de los principitos, el niño mimado de papá y un chico que ha nacido y vivido rodeado de todos estos lujos, dudo mucho que sepa lo que es la compasión y esos sentimientos. - Elyan hablaba con cierto recelo; se dejó caer hacia atrás en el colchón, apoyando la cabeza en sus manos y cerrando los ojos al mismo tiempo que pronunciaba aquellas palabras.

- No os noto demasiado receptivos con la situación o, mejor dicho, con el príncipe. - Inquirió Evelyn borrando la sonrisa de su rostro y turnando la vista entre Caspian y Elyan.

     Su hermano mayor simplemente se encogió de hombros, las comisuras de sus labios se habían elevado levemente y sus ojos se habían achicado un poco, aunque la sonrisa que se esperaba no era de ocio precisamente.

- No me cae bien la monarquía de este país.

- A mí no me caen bien estos príncipes en concreto, el resto me dan igual. - Añadió Elyan, volviendo a incorporarse en la cama. - Espero que no estés pensando en casarte con alguno de ellos.

- ¡Por favor, Elyan! Además, si hago eso acabaría siendo reina, y posiblemente sería penosa como reina de Xirian. - Evelyn esbozó una sonrisa incrédula junto con su respuesta. Ella reina de Xirian, ella casada con uno de los príncipes... Era una locura.

- No, lo harías bien. - Susurró Sven, sonriendo con ternura.

     Evelyn acarició la cabeza de su hermano pequeño, siempre le conmovían sus miradas y sonrisas y la mayor parte de las veces sus palabras; hablaba poco, pero siempre decía cosas que merecían la pena.

- Suerte que no vamos a tener que averiguarlo. - Le replicó en un susurro también, tocando rápidamente la punta de su nariz, consiguiendo aumentar la sonrisa del pequeño.

- Bueno, tú déjate guiar por tu corazón. Aunque, como hermano mayor también debo decirte que debes pensar las cosas muy detenidamente, sé que la familia real tiene dinero, pero por eso mismo carecen de sensibilidad o compasión.

- Caspian, no me gustaría que me dieses una charla de las tuyas ahora, por favor. Mañana al alba tendré que despedirme de vosotros, y quién sabe cuándo os volveré a ver otra vez. Este mes se me ha pasado muy largo, hablemos de otra cosa.

- Sí, a mí también me animará hablar de algo que no sean los príncipes esto, la familia real lo otro... - Concordó Elyan, poniéndose en pie de un salto y sacándole una sonrisa a todos sus hermanos.

     Y así lo hicieron, estuvieron cerca de una hora hablando de temas totalmente trascendentales, pero eso era precisamente lo que Evelyn buscaba, contar chistes y charlar sin preocuparse por si debía sentarse erguida o vigilar su vocabulario.

     Evelyn salió del dormitorios cuando Sven ya apenas podía mantener los ojos abiertos. Les deseó las buenas noches a sus hermanos y, como si de un ladrón se tratase, abrió la puerta de la habitación, salió al pasillo sin hacer ruido alguno y se introdujo en el dormitorio contiguo, dónde su hermana y madre le recibieron aún despiertas.

- Es muy tarde ya, os va a costar un montón madrugar mañana. - Comentó a modo de saludo, cerrando la puerta con delicadeza.

- Evelyn. - Kaira salió corriendo a abrazar a su hermana con una gran sonrisa pintada en el rostro. - La noche ha sido increíble, ¿Nos pueden invitar a más bailes? Por favor, por favor.

- Tendré que hablarlo con el príncipe. - Le respondió la joven a su hermana pequeña, correspondiéndole el abrazo y contagiada por su buen humor.

- Kaira, cariño, sabes que una de las normas de la selección es que no pueden ver a la familia, hoy ha sido una excepción. - Explicó Sarah pacientemente a su hija sin levantarse de la cama.

     Se encontraba recostada y, a pesar de tener el rostro relajado, se notaba el cansancio y la fatiga que acompañaban a su cuerpo.

- Pues podrían hacer más excepciones. - Replicó la más pequeña en voz baja y esbozando una mueca de desacuerdo, mueca que consiguió sacarle a Evelyn una corta risa y una sonrisa a Sarah.

- Se lo propondré el príncipe, te lo prometo.

- Sí, al príncipe Kristian, es tan agradable. - Comentó Kaira danzando hacia la cama y saltando sobre el colchón.

- Es más agradable que antes, sí.

- Evelyn, cielo, no sé cómo agradecerte lo que haces por nosotros.

- Mamá, no es nada que haya que agradecer. - Susurró la seleccionada acercándose a la cama en la que yacía su madre y sentándose a su lado. - Lo único que hago es vivir una vida de lujo, y os pagan por ello. Eso no es algo que me tengas que agradecer a mí.

- Lo sé, lo sé... - Asintió Sarah, estirando la mano para acariciar la mejilla de su hija. - ¿Dormirás con nosotras entonces?

- Por supuesto. - Respondió Evelyn tumbándose por completo al aldo de su madre. Las camas eran anchas, podían dormir dos sin problema en cada una y, como Kaira siempre se movía demasiado mientras dormía, Evelyn decidió dormir al lado de su madre.

- Te quiero tanto, Evelyn. A todos. - Susurró Sarah sin apartar la vista cansada de su hija. Examinaba cada centímetro de su cara sin dejar de sonreír, como si quisiese grabarse su rostro a fuego en la mente.

- Yo también te quiero mamá, y te he echado muchísimo de menos.

     Evelyn notó cómo la mirada se le volvía borrosa en cuestión de segundos, los temas familiares eran su debilidad, siempre conseguían tocarle la fibra sensible.

- No te preocupes por eso, cielo, estoy segura de que, te cases o no con los príncipes, no tardaremos mucho en volver a vernos.

- Eso espero...

- Ahora duerme, hay que descansar.

     Evelyn asintió de acuerdo con su madre y le indicó a Kaira con un simple gesto que apagase la luz. La más pequeña así lo hizo, y se acostó en la cama en la que dormiría tras darle un beso de buenas noches a su madre y hermana.

     Sarah se reacomodó en el colchón, acariciando la mejilla de su hija y escrutando su rostro en la oscuridad.

     Al final acabó durmiéndose acariciándole el pómulo y Evelyn acabó durmiéndose sintiendo el infinito amor que su madre sentía hacia ella, hacia todos sus hijos.

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