XXVI

360 33 0
                                    

     Los tres minutos pasaron, y todo el mundo seguía encontrándose en el mismo lugar.

     La tensión que había en el ambiente se notaba tanto que hacía que las respiraciones de los presentes fuesen pesadas, no se escuchaba absolutamente nada más.

     El rey esbozó una sonrisa, aún más cínica que la que había esbozado durante el desayuno, y comenzó a hablar con su potente voz que, a causa del silencio, se escuchaba incluso más fuerte.

- Muy bien, ya veo. - Dejó escapar un suspiro con la única intención de proporcionar una pequeña pausa. - La paciencia no es algo que me caracterice, y he dado tres valiosos minutos de mi tiempo, pero la persona que tenía que dar un paso no lo ha dado. Señorita Corday, ¿Por qué no ha dado un paso al frente?

     La cara de Ada palideció con tanta velocidad que Evelyn pensó que se desmayaría en ese instante. La sangre pareció dejar de circularle y los ojos se le abrieron temerosos, aunque intentaba ocultarlo, Evelyn lo sabía.

- Majestad, no sé... - Comenzó a excusarse Ada, luchando por disimular el temblor en su voz y manos.

- Claro que lo sabes. - Cortó el rey, al mismo tiempo que dejaba escapar una sonora carcajada. - Dime, señorita Corday, ¿Cómo sabías el significado de los sobres de colores? ¿O cómo explicas que haya tanta coincidencia entre tus cualidades y lo que mis hijos buscaban en una esposa?

     Ada no sabía qué responder, rápidamente examinó el lugar, parecía que buscaba a alguien con la mirada, tal vez a su padre o a su madre, aunque ninguno de los dos estaba presente.

     En su rápida pero exhaustiva búsqueda se cruzó con los ojos de Evelyn, que le observaban, por mucho que no quisiese admitirlo, preocupados. La sangre le hirvió en pocos segundos, no permitiría que alguien como ella le compadeciese, aunque, un segundo, si se paraba a pensarlo...

- ¿Ha sido Evelyn? ¿Evelyn me ha delatado? - Preguntó la seleccionada dedicándole una mirada cargada de furia a la joven de cabellera oscura.

     El corazón de Evelyn latió con fuerza de golpe, no podía decir que no, ella había informado al príncipe de las visitas que hacía el padre de Ada a palacio, posiblemente por eso el rey lo había descubierto.

- No estaba al tanto de que la señorita Aberdeen contase con esa información. - Comentó el rey sin perder el interés en la conversación, esa vez desviando los ojos azules hacia Evelyn.

- Yo... - La aludida no sabía qué responder tampoco, ¿Sería mejor decir la verdad? ¿Debía mentir? Al fin y al cabo era su palabra contra la de Ada, el único que podía desmentir su explicación era el príncipe Kristian, y no sabía si él le cubriría las espaldas o no.

     Dirigió su mirada al príncipe, intentando establecer contacto visual y poder aclarar la duda de si le ayudaría o no. Se encontró con Kristian observando la escena con los ojos bien abiertos pero el entrecejo ligeramente fruncido, sin embargo, no miraba a nada ni a nadie en específico.

- Yo no contaba con esa información, majestad. - Respondió Evelyn finalmente, en boz baja y volviendo a mirar al rey.

- Si lo hicieses serías cómplice, y deberías ser igualmente castigada. - Explicó Niels, pareció disfrutar con la idea y Evelyn sintió cómo se le erizaban todos los vellos del cuerpo. - ¿Cómo pruebas tu inocencia?

     Tragó saliva discretamente y se dispuso a continuar con su mentira, no podía dejar que la eliminaran de la Selección por culpa de Ada, ella no le había pedido esa información, la chica rubia se la había dado completamente gratis el día de la entrevista, su familia no merecía dejar de recibir dinero por culpa de Ada.

- Creo, majestad, que el simple hecho de que no haya informado antes de que Ada hacía trampas prueba que no era consciente de ello.

- ¡Mentirosa! Te lo dije, el día de la entrevista. - Aulló Ada. Dio un par de pasos hacia Evelyn, furiosa, y solo se detuvo cuando vio de reojo a varios guardias aproximándose.

     El rey observaba la escena realmente entretenido, tenía una sonrisa ladeada en el rostro y alternaba la mirada entre Ada y Evelyn, esperando más respuestas.

- Majestad, Ada y yo nos conocemos desde pequeñas pues ambas somos de Iretia. Creo... Creo que, por eso, ha intentado inculparme a mí frente a cualquier otra seleccionada.

- ¡Eres una maldita mentirosa! ¿Me escuchas? ¡Mentirosa! Todo Xirian te está viendo, ¿Crees que querrán a una mentirosa como reina? ¿Crees que durarás mucho más aquí en palacio? ¿O piensas que tu familia estará orgullosa de verte mentir? Al menos así podrán recibir unas míseras monedas, ¿No es así? ¿No es por eso por lo que estás aquí? Pobre desgraciada...

- ¿De qué está hablando? - Preguntó la reina en su susurro.

     Stefan sabía perfectamente de lo que estaba hablando Ada, desde la primera vez que habló con Evelyn, y Kristian... Lo suponía también.

     Ambos príncipes negaron sutilmente con la cabeza, sin ánimos para dar explicaciones.

- Suficientes lloros, guardias. - Anunció el rey.

     A una señal de su mano, varios guardias sujetaron a Ada de los brazos y le obligaron a caminar hasta el centro del patio de armas. La colocaron de espaldas a todos los presentes, de modo que las cámaras no eran capaces de grabar su rostro a menos que se moviesen unos cuantos metros.

- Ada Corday, mentir en la Selección es algo muy grave, pero más grave aún es entrar mediante métodos deshonestos y permanecer hasta la Élite del mismo modo. Tu castigo será la eliminaion inmediata de la Selección. Pero, como no creo que así escarmientes lo suficiente...

     El rey volvió a realizar un gesto, esa vez con la cabeza, y uno de los guardias presentes desapareció de la vista de todos casi a la carrera.

     El silencio volvió a instaurarse, todo el mundo contenía la respiración, Evelyn tenía el corazón en un puño, las cámaras no se perdían ni un solo detalle, Ada dejó de luchar e intentar escapar de los guardias, la reina y los príncipes no parecían querer hacer nada para evitar el castigo...

     En pocos minutos el guardia que había salido a la velocidad de la luz del patio de armas regresó, y no lo hizo con las manos vacías.

     Lo que trajo le provocó a Evelyn un par de arcadas.

La ÉliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora