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     El príncipe sentó a Evelyn con delicadeza en la silla, preocupándose por que su espalda no rozase el respaldo. Evelyn, al tener los ojos cerrados y las fuerzas casi agotadas, no pudo mantenerse muy recta y acabó apoyando la cabeza nuevamente en el cuerpo de Kristian.

- ¿Estás bien? - Preguntó el príncipe, agachándose para estar más a la altura de Evelyn y poder mirarle a los ojos.

     La seleccionada asintió despacio, sin elevar los párpados. ¿Cómo estaría Ada? ¿Se habría despertado? ¿Estaría Stefan cuidándola igual que Kristian estaba con ella? ¿Y por qué los príncipes, que no habían intentado ayudarlas antes, se mostraban tan dedicados? Había tantas preguntas que asaltaban su mente que la cabeza comenzó a dolerle, sentía pequeños martillazos que aumentaban en intensidad cada vez que se esforzaba por pensar en algo.

- ¿Por qué no comes algo? Te he traído un poco de zumo, y leche, y cosas dulces. - Explicó Kristian, rodeando la cabeza para visualizar la bandeja, que había dejado sobre la cama. - ¿Puedes apoyarte en el respaldo un segundo? No tardo.

     Evelyn asintió como respuesta, pero él no se movió de su sitio hasta que se aseguró que ella se sujetaba con fuerza, con la que tenía al menos, y, aún así, tardó menos de un minuto en acercarse a por la bandeja y volver a ocupar el mismo lugar.

     Hablaron poco mientras Evelyn comía; Kristian había intentado darle él de comer, pero la seleccionada se había negado rotundamente, solo tenía la espalda afectada, los brazos los podía mover con total libertad. Aunque el príncipe sabía por experiencia propia que, por mucho que los latigazos solo hubiesen ido a parar a la espalda, el movimiento de los brazos conseguía que el dolor aumentase.

     Sin embargo, dejó que Evelyn hiciese lo que desease, sin separarse de su lado en el rato que tardó en beber un vaso de zumo y tomar una magdalena.

- ¿No comes más? - Preguntó en voz baja al ver que la joven se había detenido y observaba la bandeja, aún bastante llena, con la mirada perdida.

     Evelyn negó con la cabeza como respuesta, le habría dicho algo más, pero tenía una pregunta rondando su mente, pregunta que le impedía prestar atención a otras cosas:

- ¿Y ahora qué?

- ¿Perdón? - Kristian no había entendido a qué se refería la joven con aquella pregunta. Buscó establecer contacto visual con ella, tal vez así su corazón dejaría de latir tan deprisa...

- ¿Qué pasará ahora con Ada? ¿Y conmigo? ¿Ambas estamos eliminadas? ¿O solamente ella? No podrán dejarla marchar a su casa en este estado, ¿Verdad?

- Veo que estás recuperando las fuerzas. - Contestó el príncipe, desviando sus ojos azules hacia la derecha, no quería... Responder a todas sus preguntas, ¿Y si le odiaba más aún tras escuchar las respuestas?

- ¿Puede responderme, alteza?

     Kristian dejó escapar un corto suspiro, había pasado de buscar sin éxito la mirada de Evelyn a sentirla taladrarle la cabeza con intensidad.

- Solo Ada está eliminada. Aún no la llevarán a su casa, aunque estoy seguro de que lo harán en pocos días. Usted, señorita Aberdeen... Permanecerá en palacio hasta que Stefan y yo digamos lo contrario. Si me lo permite, le trataré las heridas de la espalda y me haré responsable de su cuidado y de proporcionarle compañía.

- ¿Puede llamar a Marian? - Preguntó Evelyn en un susurro. Su voz había salido descapcio y de manera frágil, era más una petición, una súplica... - Quisiera... Tener a alguien de confianza que me ayude... A asearme. Y tareas similares. Por favor. Alteza.

- Claro, lo que desees. Solo necesito saber quién es Marian. - Kristian no había pensado en aquello, había estado únicamente dándole vueltas a las comidas y cuidados que Evelyn necesitaba para que su espalda sanase lo más rápido posible.

     Y se había saltado un paso fundamental: el aseo. Estaba claro que él no podía ayudarle a lavarse el cuerpo o el cabello, la mera idea de imaginársela en el baño, junto a él...

     Tuvo que rehuir la mirada de Evelyn y esconder sus nerviosos ojos azules en las paredes de la habitación. ¿Era su imaginación o la temperatura de la habitación había aumentado? Sintió las mejillas y la frente caliente, no podía ser nada bueno.

- Marian es una chica que trabaja entre semana, para preparar a las seleccionadas. Me gustaría... Qué ella me ayudase, ¿Podría ser?

- Por supuesto. - Al príncipe casi se le derritió el corazón al ver la expresión de Evelyn. Tenía los ojos mirando hacia arriba, buscando los suyos. Los labios entreabiertos y el pelo completamente despeinado, aunque no podías decir que no le quedase de maravilla.

     Estuvo a punto de acercar la palma de su mano y acariciarle el rostro, ¿Qué pasaría si lo hacía? ¿Le apartaría la mano? ¿Aceptaría el contacto? Su corazón volvió a latir desbocado, tanto que le daba miedo que Evelyn lo escuchase.

     Aunque la joven estaba agotada, parpadeó despacio, disminuyendo la velocidad progresivamente hasta que llegó el momento en el que no volvió a elevar los párpados. ¿Cuánto tardaría en curársele la espalda? ¿Cuánto tardaría en volver a ver a su familia?

     El dolor le agitaba, pensar le agotaba... Solo quería dormir y que, al despertarse, todo hubiese sido un mal sueño. Le gustaría abrir los ojos y encontrarse en su dormitorio, en su casa en Iretia, frente a Elyan durmiendo en alguna posición extraña y escuchando de fondo el ajetreo de su madre en la cocina, tal vez si lo deseaba con mucha fuerza... Tal vez se hiciese realidad.

     Kristian sintió cómo todos los músculos del cuerpo de Evelyn se relajaban; muestra de ello fue el que se dejase caer hacia él, apoyándose por completo.

     No pudo evitar sonreír, una sonrisa triste pero cariñosa, y la cargó con sumo cuidado. La acercó a la cama y la tumbó sobre el colchón con muchísima más cautela.

- Sé que no te gusta dormir boca abajo, pero tendrás que aguantar unos días, hasta que te comience a cicatrizar la espalda. - Le explicó a la altura del oído. Sabía que estaba dormida y que no le escucharía.

     Tal vez por eso, por la seguridad de que estaba dormida y no despertaría, el príncipe se acercó lo suficiente a su rostro como para sentir su respiración chocar contra su piel.

     Los latidos de su corazón se intensificaron cuando sus ojos traviesos fueron a parar a los labios de ella. Estaban un poco agrietados, aunque eran... Hermosos.

     Se repetía mentalmente que debía separarse, tenía que prepararse para ir a buscar a Marian, desayunar, y tratar con su padre y el resto de seleccionadas. Pero no podía moverse, se sentía como hechizado, sin poder separar sus ojos del rostro de la joven seleccionada.

     Los delicados párpados ocultando unos hermosos ojos, el pelo que caía despeinado pero con gracia al lado de su rostro, las cejas bien definidas, que transmitían una expresión relajada, y esos labios...

     Kristian se aproximó algo más, muy poco, tan solo un centímetro... Aunque era lo único que los separaba. Depositó un rápido beso sobre sus labios.

     El contacto, por breve que fue, erizó los vellos del cuerpo entero de Kristian y aceleró el latir de su corazón más si cabía. La cabeza parecía que se le derretía por dentro y agradeció estar sentado.

¿Desde cuándo..? ¿Desde cuándo un simple beso, así de corto, se sentía tan bien?

La ÉliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora