XXXIX

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- ¿Evelyn? - Sin duda era ella. Sus ojos no podían desmentir lo que veía: la misma joven de tez clara, en ese momento sonrojada, con cabellera negra azabache. Esos ojos que le habían cautivado que, sin embargo, miraban con distancia.

     Y aquella grácil risa que solo podía pertenecer a una única mujer en el mundo.

- Oh no. ¿Ves? Te lo he dicho. Nos han descubierto. - Explicó la joven al guardia, que aún la sujetaba sobre sí mismo para que ella no cayera. Soltó otra carcajada y no le prestó la más mínima atención al príncipe.

- Sí, pero no ha sido el rey.

     Kristian observaba la escena incrédulo. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había ocurrido? Y lo entendió casi al instante cuando un destello captó su atención y consiguió que dirigiese los ojos hacia una botella de vidrio oscuro. Y dos vasos de cristal, uno vacío y otro lleno de una bebida color ocre, en manos del guardia.

- Dime que no es cierto. - El príncipe se acercó rápidamente a Evelyn. La sujetó de la cintura y la separó del guardia con un movimiento veloz y decidido. - ¿La has emborrachado? ¿Sabes lo que has hecho? ¡Es una seleccionada! Podrían colgarte por esto.

- Oye, no grites. - Pidió la joven, ahora en brazos del príncipe. Intentó taparse los oídos con las manos, pero tenía la coordinación afectada y una de ellas fue a parar a su mejilla, sacándole una risa en cuestión de segundos.

- Colgarte sería poco castigo. - Añadió Kristian apretando los dientes y dirigiéndole al guardia tal mirada de odio que el estado de embriaguez desapareció automáticamente.

- Adelante, alteza. Solo he ayudado a una joven que me lo ha pedido. - Respondió el guardia. Había adoptado una expresión seria, expresión que Evelyn no creía que pudiese adueñar su rostro.

- No puedes colgarle. Es mi amigo. - Susurró la seleccionada, dedicándole al guardia una sonrisa, que el mismo respondió con un pícaro guiño de ojos.

- Por lo pronto deja esa botella donde estaba, y los vasos. Y vuelve a tu puesto. Ya me encargaré de ti por la mañana. - Ordenó Kristian. Cada sílaba que pronunciaba iba cargada de rabia y sus ojos parecían desprender llamaradas. Al menos, eso es lo que Evelyn veía.

- Como mandéis, príncipe. - El guardia se levantó del pequeño taburete en el que se encontraba sentado e intentó realizar una reverencia. Dio un traspiés y por pocas cae al suelo, sacándole a la seleccionada otra carcajada más.

     Kristian negó con la cabeza y contó mentalmente hasta diez para no saltar sobre el hombre en ese mismo instante. "Evelyn te necesita" se repetía constantemente.

     Centró su atención en la seleccionada, que le miraba con una sonrisa vaga y los ojos entrecerrados. No pidió su permiso, aunque le hubiese gustado, para agacharse y sujetarla de las piernas. Se volvió a enderezar, cargando a Evelyn sobre sus brazos.

- Vaya, como una princesa. - Comentó el guardia. Y otra vez él y Evelyn dejaron escapar una risa.

- A tu puesto. Ya. - Ordenó Kristian antes de salir de la cocina dando grandes zancadas. Tenía que alejarse de ese sitio lo antes posible. Si Evelyn permanecía un minuto más allí dentro...

     Avanzó rápidamente por el palacio con el objetivo de ir a su cuarto, ya que tampoco podía dejar a Evelyn en el dormitorio que compartía con las seleccionadas. Al día siguiente las cinco que quedaban tendrían su propia habitación, pero esa noche aún seguían durmiendo juntas.

- ¿Por qué no estamos en la cocina? - Preguntó la joven en manos del príncipe moviendo la cabeza curiosa, intentando identificar en qué parte exacta del palacio se encontraban.

     En el silencio de la noche, la voz de Evelyn, a pesar de no haber estado elevada, sonó estruendosamente alta. Tanto, que captó la atención de los pocos guardias que les rodeaban. Y Kristian supo entonces que tenían un gran problema.

- Porque no puedes volver ahí. Y baja la voz, por favor. - Le respondió en un susurro, reanudando la marcha todo lo rápido que podía.

- ¿Por qué no puedo?

- Porque seguirías bebiendo.

- Pero es lo que quiero. - Evelyn no bajaba el tono de su voz. De hecho, a cada respuesta que daba el príncipe lo elevaba unos pocos decibelios.

- Pero no puedes. Y baja la voz, por favor.

     Un mohín de desacuerdo por parte de la seleccionada fue toda la respuesta que obtuvo el príncipe. Aunque, igual de rápido que aquella expresión había aparecido, desapareció. Y en su lugar se dibujó una sonrisa triunfante en sus labios y cuando habló, lo hizo casi gritando.

- ¿Si bajo la voz me llevarás a la cocina otra vez?

     Varios guardias desviaron sus ojos, despiertos por el ruido, hacia el príncipe y la seleccionada. Y Kristian apretó el paso más si cabía.

- Sí, te llevaré de vuelta a la cocina. Pero tienes que callarte. - Pidió susurrando. Si su padre se enteraba de aquello... La expulsión de la joven no sería ni el menor de sus problemas.

- ¿En serio? - Preguntó Evelyn, queriendo cerciorarse de que el príncipe no le engañaba con su palabra.

- Sí.

- ¿De verdad, de verdad?

- De verdad. - Respondió Kristian con la paciencia casi agotada.

- ¿De verdad?

- De verdad, Evelyn. Si finges que estás dormida y no haces nada de ruido te llevaré a la cocina.

- Está bien. Estaré tan callada, y tan quieta que pensarás que me he muerto. Cómo mi madre. - Evelyn dejó escapar una risita tras alargar la última palabra varios segundos. Y comenzó su actuación. Cerró los ojos y fingió que roncaba, a pesar de que ella pocas noches emitía tales sonidos.

     El príncipe dejó escapar un suspiro y continuó con su camino. El corazón se le había encogido con la comparación que había hecho la joven. Él también quería ayudarla. Pero hacerle beber no era lo correcto.

     Kristian pudo respirar al fin cuando cerró la puerta de su dormitorio tras de sí, aún cargando con Evelyn. Había recorrido el palacio tan deprisa, sin contar que antes había estado buscándola a ella, que se encontraba exhausto. Se apoyó en la pared y se dejó caer al suelo lentamente, sin soltar a la seleccionada.

     Al sentir que el movimiento había cesado, Evelyn abrió los ojos emocionada. Emoción que se disipó en un segundo al ver la habitación en la que el príncipe se había detenido.

- Esto no es la cocina. - Comentó molesta, dejando que el mohín de desagrado volviese a aparecer.

- No. No es la cocina. - Kristian llevó sus dedos al entrecejo. Lo tenía arrugado desde que había entrado a la cocina. La cabeza le daba vueltas, si su padre se enteraba...

- Pero me has dicho que me llevarías a la cocina.

- Lo siento, Evelyn, pero no puedo llevarte allí.

- ¿Por qué?

- Ya te lo he dicho, porque seguirías bebiendo. - Respondió el príncipe con paciencia. Hacía mucho tiempo que no tenía que ser tan paciente. Aunque vivir con su padre le había servido mucho para aquel momento.

- Pero yo quiero. Seguir bebiendo. Por favor.

- No. ¿Qué harás si mi padre te descubre? Te eliminaría al momento.

- Me da igual. Yo no quería venir aquí de todas formas. 


Para tod@s mis impacientes lectores, aquí tenéis otro. Jajaja es broma, os quiero!!! Muchísimas gracias por los comentarios, sois l@s mejores!!! :)

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