10: Yo también quiero conocerlo

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Después de comer, habían llegado los policías para interrogarnos. Principalmente se centraron en Kidae, pero también quisieron tomarme declaración por la paliza y por el acoso que el chico había estado recibiendo. En todo la hora que estuvieron en la habitación, Kidae y yo estuvimos cada uno en sus respectivas camas y, aunque este no miró en mi dirección en ningún momento mientras relataba su parte, si lo hizo cuando le conté a la policía sobre la nota. Vi el modo en el que sus mejillas se encendieron hasta adquirir un tono rosado, al igual que noté el modo en el que empezó a retorcer sus manos.

Después de eso y unas cuantas preguntas más, la policía se marchó y mis amigos entraron a tropel en la habitación. Habían pasado cerca de dos horas y los tres seguían sentados sobre mi cama. Durante ese tiempo habían conversado un poco con Kidae, lo que este les permitió, pero rápidamente se cansó y se colocó los auriculares que su madre le había traído junto con ropa. En esas estaba, escuchando como Diego me hablaba sobre su quincuagésimo amor de su vida —a la que había conocido en alguna de sus infinitas redes sociales—, cuando la madre de Kidae, cuyo nombre aún desconocía, me llamó.

—Lucas, ¿puedo hablar contigo?

—Supongo —dije dedicándoles una mirada a los chicos y a mi madre para que nos dejaran solos.

Estos lo hicieron sin dejar de mirar a la señora como si tuviera ocho brazos, lo hicieron. Me volví lo justo para comprobar que Kidae se había quedado de nuevo dormido. Lo mantenían bastante drogado para soportar el dolor y controlar así una posible crisis nerviosa. Su madre, en cuanto se cerró la puerta, se levantó de su sillón y se acercó hasta mi cama, donde tomó asiento sin preguntar.

—¿De qué quiere hablar? —pregunté algo molesto

La mujer apretó los labios y se retorció las manos, al menos hasta que reparó en que la estaba observando. Tan pronto se dió cuenta, las entrelazó sobre su regazo. No me gustaba que compartiera tantas similitudes con Kidae. Era comprensible, era su madre, pero esta mujer no me gustaba, no parecía una buena...

—Quería darte las gracias.

... perso... ¿Qué? Espera, ¿que?

—Tenías razón antes, en lo que me dijiste. Jisun y yo no hemos sido los mejores padres para Kidae —dijo apretando sus manos unidas y clavando sus ojos en la pared tras de mí—. Siempre hemos estado muy centrados en nuestras carreras, en nuestra propia vida y hemos descuidado a nuestro hijo. No es... facil para mi admitir esto. Siempre me he considerado una buena madre, ¿sabes? He trabajado como una loca para que a Kidae no le faltase de nada, para que tuviera todo cuanto deseara pero... nada de eso ha sido suficiente, al parecer.

—Kidae no necesita lujos —intervine—. Necesita a sus padres. Necesita sentirse querido y apoyado.

—Lo sé. Ahora, lo sé —murmuró revolviéndose—. Ha tenido que venir un adolescente cualquiera a decirme algo que yo misma debería haber sabido.

Hasta que ya no estéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora