Prefacio

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Axel Stonem.

Año 1571, 450 antes de conocer a Michelle.

La lluvia azotaba con fuerza contra el suelo rocoso de la montaña. La noche había caído hacía unas horas y tanto Maxon como Belindah se quejaban a mi espalda por el cansancio, el apetito y frustración que había significado este tortuoso viaje a Bulgaria, específicamente a sus montañas.

Pero todo tenía su razón de ser; me había tomado aproximadamente 100 años entender el peso de mi responsabilidad. Mis padres se sacrificaron por el bien de mis hermanos y el mío, dieron su vida a cambio de la nuestra para entregarnos un poder único en la tierra.

La inmortalidad.

No había sido fácil, las adversidades se atravesaban en nuestro camino con más frecuencia de la que a veces podía soportar. Pero como líder de la familia, hermano mayor y sucesor del legado Stonem, me comprometí a dar lo mejor de mí para mantener a la familia a salvo.

Y construir un imperio que pusiera nuestro apellido en alto.

Aun teniendo a dos ejércitos enemigos yendo tras nosotros, el clan Stonem se había ido construyendo a través de los últimos 80 años con mi esfuerzo y determinación, además de la ayuda de mis hermanos.

No obstante, nos tomó la mitad de esos años aprender a comprendernos a nosotros mismos y nuestros poderes.

Pues éramos los primeros vampiros en la faz de la tierra y cada día descubríamos hallazgos nuevos sobre la naturaleza que las brujas Chervén pusieron en nosotros.

Con el tiempo fuimos deduciéndolo, empezando por Belindah, pues su poder era el que se manifestaba con mayor frecuencia.

La lectura de mentes, a diferencia del don de Maxon y el mío, permanecía activo las 24 horas de los 7 días de la semana.

Posteriormente, me fijé en la manera en que los elementos de la naturaleza respondían a mí de forma innata, me tomó casi 3 décadas aprender a controlarlos correctamente sin herir a nadie que no quisiera, pero lo conseguí.

Pero Maxon... él era otra historia, su clarividencia era casi tan esporádica como los eventos celestiales, por lo que vivíamos con la incertidumbre de si eso era todo o tenía un poder adicional.

Al principio nos rehusamos a creer que ese era su don especial, pues no todas sus visiones ocurrían sino más bien eran hipotéticas o advertencias de lo que podría pasar en un millar de posibilidades.

Pero como yo no quería que mi hermano se conformase con un poder intermitente sin ningún tipo de control sobre él, me tomé la tarea de investigar, poniéndome en la búsqueda de más personas como él, pues sabía con certeza que existían.

Hasta que con ayuda de mi clan encontramos una tribu antigua de clarividentes, escondida en las montañas de Bulgaria que parecían dispuestos a educar a mi hermano a cambio de protección.

Corazón Resiliente #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora