CAP 24

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-¿Aquí? ¿En serio? -Me asomé por la ventanilla del Lexus que había enviado Mile para recogerme. Acabábamos de entrar en el puerto de Burnham y estábamos dejando atrás los embarcaderos-. Creía que iba a llevarme a casa del señor Phakphum.

El chófer, que se había presentado como Red, me miró a los ojos a través del espejo retrovisor.

-Y es lo que hago, joven Nnattawin.

-¿En serio? ¿Vive en un barco? -Tuve que admitir que le pegaba bastante a Mile. A ver, ese hombre era una caja de sorpresas. Y la verdad, eso era alucinante. Aún alimentaba más mi fantasía de que era capaz de echar a volar en cualquier momento... y de que podría llevarme con él a donde fuese. Me recosté en el asiento, sonriendo, y seguí observando por la ventanilla un atracadero tras otro. Me inventé un juego, tratando de adivinar cuál de aquellos barcos sería el suyo, pero cada vez que llegábamos a uno que parecía verdaderamente espectacular, Red seguía adelante y pasaba de largo.

Ya empezaba a pensar que Red se había equivocado de muelle y era demasiado orgulloso para admitirlo cuando, por fin, llegamos a nuestro destino.

El barco de Mile estaba anclado en el último atracadero de todos, y cuando salí del Lexus le vi en la cubierta, con unos pantalones cortos y una camisa estilo polo. Tenía el pelo alborotado por el viento y parecía como si hubiese pasado la mayor parte del día en el agua. Aunque tal vez eso fuese lo que había estado haciendo todo el día; de todos modos, me resultaba imposible saberlo.

-¡Vaya barco! -exclamé, y me sonrió como un niño, lleno de vida y entusiasmo-. ¡Tienes una casa flotante!

-Tu capacidad de observación es realmente espectacular. -Se precipitó hacia la rampa instalada para facilitar el acceso y acudió a mi encuentro a mitad de camino.

Había tenido la audacia de llevarme una mochila con unas cuantas cosas: una muda de ropa, un cepillo de dientes y algunos artículos más, me la quité del hombro para dársela. Y aunque podían ser imaginaciones mías, creo que no solo adivinó lo que había traído, sino que le parecía una iniciativa magnífica.

Fue un milagro que no me tropezara al subir la rampa, de tan absorta como estaba maravillándome ante lo que veían mis ojos. Era un barco enorme, todo blanco, de elegantes líneas que le daban un toque futurista. Yo no sabía gran cosa de barcos, pero sí sabía que era gigantesco. Y que debía de haber costado una fortuna.

-Bueno, ¿y por qué te decidiste a vivir en un barco? -le pregunté cuando llegué a la cubierta. Tuve que admitir que, con lo poco que había visto hasta el momento, la cosa tenía su atractivo. La cubierta era amplia y estaba bien equipada, con muebles diseñados para comer o descansar, pescar o nadar. Joder, si hasta tenía una bañera de hidromasaje...

-Fue un impulso -dijo-. Por lo general, no soy una persona impulsiva, sino que suelo planificar todos mis movimientos, tanto en mi negocio como en mi vida personal.

-¿Ah, sí? ¿Y qué tienes planeado para mí?

-Muchísimas cosas -dijo-. Te prometo que vas a quedar muy satisfecho.

-Ah. -De repente sentí un calor abrasador.

-Aunque para ser sincero -continuó, volviendo al tema de la embarcación-, a pesar de que técnicamente esto es una casa flotante puesto que vivo en ella, la mayoría de la gente diría que es un yate. -Se encogió de hombros-. Aunque yo tampoco lo llamo así: para mí, este barco se llama Luna nueva, como la película.

Me eché a reír, maravillado.

-¡Me encanta!

Inclinó la cabeza.

-Me alegro de que te guste.

-Pero todavía no me has dicho por qué.

-Supongo que la idea de vivir en un barco apelaba a mis fantasías de ser un pirata. De soltar amarras y largarme en el momento que me apetezca. Y, por supuesto, tiene todos los compartimentos esenciales para esconder mis riquezas acumuladas por medios fraudulentos.

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