Capítulo 1

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DOS SEMANAS DESPUÉS

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DOS SEMANAS DESPUÉS

Me estaban torturando de la peor forma posible: encerrada en un pequeño apartamento de apenas veinte metros cuadrados, con la puerta de entrada vigilada por tres seguratas y sin darme ninguna noticia de mi familia. Una semana atrás había sido solamente un segurata, pero le dejé inconsciente golpeándolo con una lámpara e intenté escaparme. No tardó en encontrar un método para hacerme volver: cuando se incorporó, quemó el colgante de metal que llevaba al cuello, lo hizo arder y me hizo una herida en el pecho. Bueno, no solo eso: el colgante, al tener una inscripción, me dejó una marca debajo de la clavícula. Y triplicaron el número de guardias, por supuesto.

Miré mi reflejo en el espejo de la habitación que me habían dado. Era incluso más pequeña que mi cuarto y el de Sefi. Solo tenía una silla, en la que había dejado los pocos vestidos que me habían dejado; una cama "para una sola persona", solo que esa persona tenía que medir menos de un metro treinta para poder estar realmente cómoda, lo cual no era mi caso; y ese espejo, que estaba hecho de la misma medida, para que esa persona —enana— pudiera verse. Debía de medir un metro de alto.

Tuve que agacharme para ver la marca que había evitado mirar a toda costa.

Ahora parecía que tuviese un tatuaje, solo que uno horrible, rojo y que todavía dolía si lo tocaba.

"Tálespel", eso llevaría escrito en mi cuerpo a partir de ahora y para siempre.

Mi hermana había estado ahorrando con el dinero que encontraba por el suelo durante más de un año, para así poder comprarme algo bonito por mi decimoctavo cumpleaños. Su regalo había sido ese colgante en el que ponía el nombre de mi Reino Mayor y que ahora odiaba.

Todos los Mágicos se sentían atados a esta tierra, como si fuera su fuente de poder, el pilar que sostenía todos y cada uno de los Reinos Menores. Sentían un gran sentimiento de nación, una gran devoción hacia su tierra.

Yo no sentía eso, no sentía que este reino fuese para mí. Yo era una Cristal, así que realmente no podía pertenecer a esta tierra mágica.

No fue necesario que fingiera que me gustó, porque realmente lo había hecho, solo que no por el colgante en sí, sino porque no esperaba recibir nada y la sorpresa fue suficiente para que me gustase su regalo.

Mi hermana...

¿Dónde estaría ahora si no era en nuestro minúsculo y frío pueblo?

Y mi madre... ¿estaría bien? ¿Estarían en la península? ¿O seguirían en la Isla Egeo?

¿Con quién estaban? ¿Las estarían tratando bien, como había asegurado ese doctor? Ese que me había estado sedando durante días para que no pudiera hacerle daño. Porque lo habría hecho, sí. Le habría clavado esa aguja que me clavó a mí, y habría aprovechado los efectos de esas horribles drogas que aturdían a los pacientes para que me dijese que habían hecho con mi madre y hermana.

El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora