Capítulo 27

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Maratón 1/2

UNA SEMANA DESPUÉS

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UNA SEMANA DESPUÉS

—¡¡AAGGHH!! ¡Dimito como profesor! ¡Eres la peor alumna que he tenido!

Solté una carcajada aguda.

—¡Pero si soy la única que has tenido!

—¡Y la última que tendré, sin duda! —exclamó Estigia, exasperado.

—Por Aledis, relájate un poco. ¿No se supone que los profesores han de ser pacientes con sus alumnos?

—¡He sido paciente! —exclamó él, rojo del enfado.

Estaba realmente gracioso cuando perdía los estribos. Y esto era, como había descubierto los primeros días en el barco, la mayor parte del tiempo.

Alguna vez había pensado de mí misma que era la persona más impaciente de toda Tálespel. Pero me equivocaba; era la segunda.

—¡Llevamos una semana con lo mismo! ¡Una semana! —gritó perdiendo el aire, con su voz sufriendo algún que otro agudo por esto.

Se me escapó una risa, y Estigia me fulminó.

—¡¡AAGHH!! —Dio un salto sobre sus pies, y golpeó el suelo de madera varias veces con sus pies. Entonces, por un instante, pareció volver en sí y recuperar la cordura. —¿Por qué chirría tanto esta madera? Tengo que decírselo a Rommel; esta madera ha vivido más que yo. Como no la cambiemos pronto, nos quedamos tirados a la deriva.

Por un momento, me tensé ante la mención de su nombre, pero no tardé en recuperar la compostura. Con el paso de los días —en concreto, siete—, había mejorado en controlar mis expresiones faciales. Al principio, cuando Estigia hablaba de él, me salía humo por las orejas y mis respiraciones eran más pausadas, como cuando se piensa en cometer un homicidio. Ahora, me limitaba a fruncir los labios con desagrado momentáneamente.

Llevaba una semana sin cruzármelo. Sin verlo.

Rodé los ojos.

—¿Piensas explicármelo otra vez?

Estigia volvió a mirarme mal.

—Qué pesada.

—Joder, macho. —Le pegué un manotazo al libro que tenía delante, sobre el escritorio, apartándolo de mí. —Vaya mierda de profesor.

No iba a negarlo, me divertía sacarle de sus casillas.

Aun así, no me permitía a mí misma cogerle cariño ni aprecio. No confiaba en nadie en ese barco. Y, aunque Rommel había negado participar en lo que había hecho Saturno, no le creí. Por tanto, tampoco creía a Estigia.

No había hablado con Estigia sobre esto, y no estaba en mis planes sacar el tema otra vez.

—Eh, señorita. Cuida tus palabras.

El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora