Capítulo 3

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Desayunos: 07:00 – 09:30Comidas: 14:00 – 16:30Cenas: 19:00 – 22:00

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Desayunos: 07:00 – 09:30
Comidas: 14:00 – 16:30
Cenas: 19:00 – 22:00

Eso ponía en la cara delantera del papel, mientras que el reverso tenía escrito algo que poco tenía que ver con los horarios de las comidas del palacio.

Korina, sé que apenas nos conocemos desde hace unas semanas, y que en ese poco tiempo no te he dado motivos para confiar en mí, pero has de saber que me compadezco de tu sufrimiento. Que se me encoje el corazón cada vez que me preguntas sobre tu familia y yo no puedo darte una respuesta.
Me gustaría poder contestar a todas tus preguntas, pero no puedo. Ellos no me dejan. Nos escuchan constantemente, y si se enteran de que te he dicho algo, no solo nos matarán a ti y a mí: también a mi familia y a la tuya.
Acepta mis disculpas por todo lo que estás pasando y mi eterno agradecimiento por no dejarme morir a manos de esos despreciables de los radicales.
Debes saber también que me han informado de que te tomarán declaración esta semana.
Por favor, memoriza los horarios y quema esta carta tras leerla. Tienes cerillas en el primer cajón.

Qué perdida estaba.

—Oh, Aledis, divinidad más poderosa de todas, compadécete de mi alma, de mi triste vida y mátame ya. —Me reí por lo bajo, sin estar divirtiéndome lo más mínimo.

¿"Ellos nos escuchan constantemente"?

¿Quiénes? ¿Los otros guardias?

¿Nos matarían ellos si Saturno me dijese dónde estaba mi familia?

Abrí los ojos con sorpresa.

¿Significaban sus palabras que Saturno sabía dónde estaban mi hermana y mi madre? ¿Y por qué no me lo decía? ¿Por qué iban a matarnos? ¿Dónde estaban ellas? Tenían que estar en un sitio horrible si, de saber qué lugar era, me matarían.

Sollocé horrorizada.

"No deberías haber salvado a Saturno."

¿No?

Ahora estaba al corriente de que él sabía dónde estaba mi familia. Antes no. Antes mi plan había sido buscarlas por toda la Isla Egeo hasta dar con ellas. Justo como había hecho con Desmond meses atrás, para terminarme enterando de que estaba muerto.

—No, no pienses en eso.

Mi familia era mi prioridad. Desmond era mi pasado. Ahora no era el momento de desenterrar esos recuerdos.

Quizás haber salvado a Saturno me serviría de algo en su búsqueda. Podría ganarme su confianza, poco a poco; averiguar quiénes eran esos que podrían matarnos y por qué; y sonsacarle dónde estaban Perséfone y mi madre.

Llevaba ya horas leyendo y releyendo el papel, tantas veces que estaba lleno de arrugas, cuando llamaron a la puerta.

Saturno no podía ser. Él, además de un secuestrador y un inentendible, era un maleducado que nunca llamaba a la puerta antes de entrar en una habitación ajena.

El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora