Capítulo 13

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Maratón 1/2

No me había despedido de mi antiguo jefe en la enfermería

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No me había despedido de mi antiguo jefe en la enfermería. Estaba furiosa con él. Y con el resto de esa maldita aldea. De haber podido matarlos, lo habría hecho. A todos y cada uno de ellos. No habría dejado a nadie vivo, ni siquiera a los niños. Porque todos eran culpables de lo que había pasado. Aunque ninguno lo era tanto como yo.

Mi hermana había desaparecido. Los guardias reales habían venido aquí y se la habían llevado a pesar de las súplicas de mi madre. Y mi madre... Mi madre había muerto.

El médico me había dicho que había sido inevitable, que había sido por su enfermedad, pero yo sabía que, si se hubiese medicado, ella seguiría con vida. Pero nadie en ese maldito pueblo había movido un solo dedo por encontrar las plantas medicinales que ella necesitaba. Habían visto cómo se pudría en esa maldita casa y la habían dejado morir como si nada. Sola. Y después lo habían olvidado. Y ella... habría muerto pensando que sus dos hijas estaban a manos de unos despreciables, incluso, tal vez, muertas.

Quizás mi madre había deseado la muerte cuando esta se le presentó. Quizás fue ella misma la que fue a buscarla. No podría saberlo. Ya la habían enterrado. Al menos, el médico —solo él— se había dignado a eso. Aunque, muy probablemente, no por mi madre, sino por no faltar el respeto a Tálespel y dejar a uno de sus hijos sin sus ritos funerarios.

Y ahora yo estaba más sola que nunca, y me sentía más miserable que nunca. No podía permitirme pensar en mi madre, no si quería encontrar a mi hermana antes de que le ocurriese algo malo. Si pensaba en Ophelia, me cubriría tanto de miseria que me sería imposible salir de esta y encontrar a Perséfone.

Mi hermana... ¿Cómo iba a contarle...? ¿Cómo iba a encontrarla siquiera? ¿Realmente serviría de algo emprender el viaje de vuelta al palacio, como estaba a punto de hacer? Entonces recordé a Saturno y, en especial, su secreto. Él trabajaba, supuestamente, para un Rey Menor. Uno que no era ninguno de los que me había enviado al "centro de refugiados". Uno que no me había mentido. ¿Sería tan poderoso como para averiguar dónde se encontraba mi hermana? ¿Se molestaría en hacerlo si yo se lo pedía a cambio de nada? Porque no tenía nada para darle. Nada excepto a mí misma, mi lealtad y mi respeto, cosa que dudaba que pudiese interesarle. Pero era mi única opción. Así que cambié una de las últimas joyas robadas que me quedaban por un viaje en barco y tiré el resto de ellas por la borda.

 Así que cambié una de las últimas joyas robadas que me quedaban por un viaje en barco y tiré el resto de ellas por la borda

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El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora