Capítulo 10

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—Señorita, permítanos ayudarla con las maletas

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—Señorita, permítanos ayudarla con las maletas. —Pidió Lux con insistencia.

—Ya te he dicho que no es necesario.

Estaba metiendo en un bolso gigante lo poco de mi pertenencia que había en esa habitación. Todo desdoblado y descuidado.

Cuanto más prisa me diese, antes terminaría. Y cuanto antes acabase de recoger todo, antes podría irme del palacio. De Corignis.

Cada vez que caminaba de una esquina a otra de la habitación, Lux me seguía, alarmada por tanto desorden y caos. Aisha observaba todo desde una esquina, apartada, con el ceño fruncido.

—¿Ha pasado algo? ¿Alguien la ha hecho sentir incómoda? —preguntó Lux alarmada.

Casi reí.

Incómoda me había hecho sentir todo el mundo de esa maldita ciudad, pero si le decía que, en especial, el tenebroso y macabro Rey Menor, ella no podría hacer nada.

Así que, negué con la cabeza.

—¿Ha sido, entonces, nuestra culpa? ¿Aisha y yo no la hemos hecho sentir a gusto?

Frené en seco y me giré hacia ella.

—No, no es ni de lejos por eso. —Negué rotundamente. Lux, Aisha no especialmente, había hecho mi estancia ahí más llevadera. —Si no me he terminado sacando los ojos con una cuchara ha sido gracias a vosotras. La cosa es que... —Seguí recogiendo— tengo que irme ya. Llevo más de un mes separada de mi familia y, como ya he declarado, no veo ningún motivo para no volver junto a ellas.

Lux asintió, comprensiva.

—Ya veo. Aun así, parece... algo alterada.

Aisha se giró hacia su compañera con expresión de reproche, la cual quitó al momento, cuando se dio cuenta de que la había visto.

Busqué alguna excusa para que dejase de insistir y no se preocupase más.

Al final, terminé diciéndole uno de los muchos motivos por los que estaba nerviosa.

—Las ejecuciones de ayer... me dejaron un poco... helada.

Las cejas de Lux se movieron en una expresión de verdadera pena.

No podría hacerle bien ser tan empática. Vivir tanto el dolor de los demás como si fuera el suyo propio.

Se acercó a mí y posó una de sus manos sobre mi espalda.

—¿Cree que un té la hará sentir mejor? Puedo prepararle uno ahora mismo.

Negué con la cabeza, fingiendo una sonrisa.

—¿Y un café?

—No, pero gracias, de verdad. Lo único que puede hacer que me sienta mejor es irme cuanto antes.

El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora