Ya estaba bien.
Todo el rato aparecían incendios cerca de la Academia Easton, sin aparente motivo y desprendiendo un montón de magia. El director Wahlbert me mandó a mí a investigar y, después de extinguir por lo menos una docena de incendios, regr...
"¿Crees en el amor a primera vista o debería de volver a pasar?"
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Suspiré y la miré, me perdí en sus infinitos orbes brillantes.
― Es... bueno, ya lo sabrás cuando seas mayor― Dije y deje mis conejos de vuelta en el suelo. La observé desde arriba: así, sentada en la cama, parecía muy frágil y pequeña―. Túmbate, estás enferma. Voy a cuidar de ti, no quiero que estornudes aquí e incendies mi habitación.
TN asintió con la cabeza y así lo hizo. Le dije que iba a salir a por algo y le indiqué que no se moviera de ahí hasta que yo volviera. La verdad es que la chica parecía tenerme respeto, así que no objetó nada y asintió una vez más. Salí de la habitación y cerré la puerta con llave, para dirigirme a la enfermería a paso apresurado, donde me encontré con la enfermera atendiendo al chico sin magia: Mash. Nadie más a parte de mí, el director y sus amigos sabíamos de esta situación, y así esperaba que siguiera siendo.
― Ey― Me dijo él cuando la enfermera acabó de vendarle los nudillos. Por consiguiente, Mash se sacó un profiterol de algún bolsillo de su túnica y comenzó a comérselo.
― Tío, deberías guardarte los profiteroles en una bolsa o algo y no meterlos a saco en tu bolsillo, a saber qué ha tocado eso antes― Dije un tanto irritado en cuanto a ese tema.
― Hm― Es lo único que respondió el pelinegro mientras se comía su profiterol.
Enarqué una ceja y lo ignoré. Me giré hacia la enfermera y le pedí pastillas y demás cosas para atender a TN. Ella me las dio sin objetar debido a mi rango como Visionario Divino, por lo que una vez las tuve, me marché de ahí.
Regresé a mi habitación, en la que estaba TN, y ahí me la encuentré, tumbada en la cama exactamente en la misma posición en la que estaba antes de irme. Sonreí levemente una vez más, al parecer ella se tomaba muy enserio lo que le decía.
― Ya estoy aquí― Informé cerrando la puerta tras de mí.
― H-hola― Saludó ella con voz tímida y su mirada inmediatamente revoloteó a las cosas que traía conmigo. Cuando reparó en las pastillas, su cara palideció y comenzó a sudar frío―. ¿Q-qué es eso...? ¿Vas a hacerme daño?― Jadeó reincorporándose en la cama y sentándose en la esquina mas alejada de esta.
La miré extrañado. Algo muy gordo debía de haberle pasado para que reaccionase así. Negué con la cabeza y dejé las cosas en la mesita que estaba al lado de mi cama, percatádome de como ella vigilaba cada uno de mis movimientos con sus vivaces ojitos, completamente aterrada. Me mordí los labios, no sabía qué me pasa, pero necesitaba acercarme a TN y decirle que todo estaba bien, que nadie la iba a hacer daño. Y mucho menos iba a ser yo quien se lo hiciera.
― No te voy a hacer daño― Le dije acercándome un paso a ella.
Inmediatamente TN se encogió más en su sitio. Realmente tenía miedo, cada parte de su cuerpecito estaba temblando. Chasqueé la lengua; así no íbamos a llegar a ningún lado. Me senté en mi cama, la cual estaba frente a la suya; mis dos conejos se encontraban durmiendo en ella, así que procuré no despertarlos, aunque fallé en el intento y uno, el negro, comenzó a saltar en la cama perezosamente. TN seguía con la mirada cada uno de mis movimientos: estaba desconfiando de mí, y no la culpaba, a saber qué clase de pasado había tenido que sufrir para reaccionar así ante unas pastillas.