Capitulo 35: El inicio del final parte 2

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Tom soltó un largo suspiro mientras arrebataba el arma de las manos de uno de los militares. —Estoy cansado de escucharlos llorar. Me importa un comino tu jueguito —murmuró, apuntando el cañón de la metralla hacia el resto de personas en el interior de la piscina.

Lewa lo miró con desprecio. —Mocoso, no sabes nada —murmuró con enojo. Ambos se mantuvieron inmóviles, enfrentándose con la mirada. Repentinamente, el aire empezó a vibrar con fuerza y el suelo tembló bajo sus pies. El ensordecedor estruendo obligó a los rehenes a presionar sus palmas contra sus oídos, tratando de amortiguar el ruido infernal.

Tom giró la cabeza y se encontró con la visión de seis siluetas que se acercaban a gran velocidad. Estaban envueltas en una cúpula de aire, resultado de su increíble velocidad. Una sonrisa ansiosa se dibujó en el rostro de Tom, quien se dio la vuelta rápidamente para apuntar de nuevo hacia los rehenes.

Antes de que pudiera apretar el gatillo, el cuchillo de Flock se estrelló contra el arma, partiéndola en dos con un chirrido metálico. Sin vacilar ni un instante, Flock colocó su mano contra la cara de Tom y lo lanzó con violencia contra las paredes aún en pie, el impacto resonó en todo el sitio.

En un instante, Tom se levantó y empezó su combate. Sus movimientos eran rápidos y acelerados, como destellos de luz en medio de la oscuridad. Cada golpe lanzado y recibido enviaba rafagas de aire acompañadas por poderosos estruendos.

Flock desplegó una serie de ataques de artes marciales impresionantes. Sus puños y patadas parecían convertirse en relámpagos, dejando estelas de energía a su paso. Cada golpe que asestaba enviaba una onda de impacto que hacía temblar el suelo y los escombros a su alrededor.

Tom, no dispuesto a quedarse atrás, respondía con su propia ferocidad. Sus movimientos eran brutales y explosivos, como un torbellino de fuerza. Cada puñetazo y patada desencadenaba una explosión de poder que hacía vibrar el aire y hacía estallar las paredes cercanas en una nube de polvo y escombros.

A medida que la pelea avanzaba, el paisaje alrededor de ellos se transformaba en un caos absoluto. Las paredes se derrumbaban, los escombros volaban en todas direcciones y el suelo se resquebrajaba bajo la fuerza de sus enfrentamientos.

Con cada golpe y movimiento, se desataba una tormenta de energía que iluminaba el cielo, como si los dioses mismos estuvieran observando la batalla desde lo alto.

El sonido ensordecedor de los impactos se mezclaba con los rugidos de los luchadores, creando una sinfonía de poder y destrucción.

Cada golpe de Tom y Flock buscaba matar al otro, ambos sabían que este era su último enfrentamiento el resultado de aquella batalla definiría si el mundo seguía adelante o no.

Lewa sonrió —al parecer alguien está muy ansioso —murmuró deteniendo el tridente el cual iba dirigido a su cara—para ser héroes, lo único que han dejado en su camino hacia aquí es una estela de sangre—

Nobita gruño—nunca dije y tampoco pienso que seamos héroes— dijo golpeándola con el tridente, Lewa lo bloqueo y lo retuvo el suelo bajo ella se hundió— solamente estamos haciendo lo necesario— gruño agregando más fuerza.

Lewa sonrió—si ganas tu mundo perfecto estará cimentado en sangre—un gruñido escapó de sus labios mientras ponía más fuerza en sus manos para evitar ser aplastada

Nobita frunció el ceño, sintiendo la carga de las decisiones sobre sus hombros. —Las decisiones tienen consecuencias —dijo con determinación, consciente de que muchos habían perdido la vida al seguir a Lewa y abandonar su humanidad—. Mejor que sobrevivan algunos a que todos mueran. Su mirada recorrió la piscina, donde los rehenes se apiñaban en una esquina, paralizados por el miedo. Luego, encontró la mirada de sus amigos y les envió un asentimiento firme. —¿¡Qué carajos esperas, Doraemon!? —grito al aire.

En los refugios, Doraemon conectó los últimos cables con manos temblorosas. De repente, abrió la puerta con urgencia. —Vengan rápido, no tenemos tiempo —anunció, sintiendo cómo el olor de la sangre y el humo se entrelazaban en el aire, amenazando con abrumarlo—. ¡Hay que darnos prisa! —susurró, esperando que sus palabras no se perdieran entre el caos. Sin embargo, Diego captó su llamado y giró la cabeza hacia él, notando su intención de escapar.

Antes de que pudieran lanzarse al ataque, Sarah se interpuso en el camino de Diana, Luka y Luna en el de Diego y Nozomi.

Lewa frunció el ceño, la determinación brillando en sus ojos. —No será tan fácil... —murmuró en voz baja, apartándose repentinamente y dejando que su tridente chocará contra el suelo. Sin pensarlo dos veces, giró rápidamente y propinó una patada certera en el estómago de Nobita. Antes de que pudiera siquiera voltearse para evitar que los rehenes escaparan, tuvo que esquivar un letal golpe de la espada de Sophia, que amenazaba con deacpitarla en un solo movimiento.

—¡No podremos seguir defendiéndolos! ¡Tienen que irse de una vez! —gritó Sophia, su voz resonando con determinación mientras ajustaba la trayectoria de su espada. Pero Lewa se movió con una agilidad impresionante, esquivando el ataque una vez más y corriendo velozmente hacia la piscina. Fue entonces cuando Nobita lo tacleó, envolviéndolo en un abrazo inmovilizador. Lewa arqueó su cabeza hacia atrás con furia, golpeando una y otra vez el rostro de Nobita con una intensidad abrumadora.

Sophia se aproximó velozmente, añadiendo su fuerza a la lucha. Con determinación feroz, aplicó una llave en el cuello de Lewa, apretando con todas sus fuerzas, esperando romperle el cuello y poner fin a su amenaza.

Finalmente, los rehenes lograron reunir el valor necesario para levantarse y atravesar la puerta mágica. Al hacerlo, la puerta se desvaneció en el fondo de la piscina, y todos los rehenes aparecieron en medio del apartamento asignado a los Nobi.

En el campo de batalla, el cielo se llenó de planeadores, cada uno transportando a un guerrero con un tambor en mano. El corazón de Tenjin se aceleró al ver a sus amigos y al pelotón que lideraba. Sabía que la batalla en tierra superaba con creces sus capacidades, pero aún así, su rostro se iluminó con una sonrisa desafiante. —¡Compañeros, aquí nos quedamos! ¡Aquí ayudaremos y, si aquí morimos, hagámoslo con honor! —Los gritos de afirmación resonaron en el aire, seguidos casi de inmediato por el atronador sonido de los tambores de mano, infundiendo coraje y determinación en cada corazón presente.

Este es Tenjin

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