Epilogo: Final dos

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El silencio dominó el lugar antes de que varios murmullos desesperados comenzaran a escucharse, seguidos por la aparición de varios habitantes del mundo subterráneo que asustaron a los humanos.

Uno de ellos se acercó a los presentes, haciendo que todos retrocedieran excepto Doraemon. —Señor Doraemon, ya tenemos preparada una nave para ir a la superficie... tenemos que ir a ayudarlos—, dijo con urgencia.

Doraemon asintió y comenzó a seguirlos, siendo seguido por Tamako y Nobizuke. Subieron a la nave que comenzó a ascender

Doraemon, Tamako y Nobizuke, acompañados de los habitantes subterráneos, llegaron al campo de batalla donde encontraron a Nobita y a sus amigos gravemente heridos. El corazón de Tamako se retorcía de dolor al ver a su hijo y a los demás luchando por sus vidas, sus rostros pálidos y llenos de dolor.

—N-No puede ser...— murmuró Tamako, con la voz quebrada por la angustia, mientras se acercaba al cuerpo maltrecho de Nobita. —Mi querido hijo... por favor, no nos dejes...—

Doraemon miraba a Luna, Luka, Flock, Sarah y Sophia, cada uno de ellos luchando por mantenerse con vida. Sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras observaba cómo los doctores subterráneos realizaban tratamientos desesperados para estabilizarlos.

—¡Nobita...chicos!— exclamó Doraemon con desesperación en su voz. —Por favor, aguanten. No pueden dejarnos... no pueden...—

Los doctores del mundo subterráneo intercambiaban miradas preocupadas mientras trabajaban febrilmente para salvar a los heridos. El monitor cardiaco de Nobita emitía pitidos alarmantes, indicando la gravedad de su condición.

—¡Tenemos que mantenerlos con vida!— exclamó uno de los doctores con urgencia, su voz resonando en la sala. —No podemos permitirnos perderlos...—

Tamako se aferraba a la mano fría de Nobita, sus lágrimas cayendo sobre su rostro. —Por favor, hijo... por favor, despierta...— suplicaba con desesperación, mientras los doctores continuaban con sus esfuerzos.

Nobizuke se unió a Tamako, su rostro lleno de impotencia y dolor. —No... no podemos perderlos a todos...— murmuró, sus ojos llenos de lágrimas mientras observaban impotentes a su hijo y sus amigos luchando por sus vidas.

El tiempo parecía detenerse mientras los doctores luchaban contra el tiempo y la gravedad de las heridas. Cada segundo era una eternidad de agonía y desesperación.

De repente, el sonido continuo del monitor cardiaco de Nobita llenó la sala, seguido por los latidos débiles pero audibles. Un destello de esperanza iluminó las caras de los presentes mientras los doctores redoblaron sus esfuerzos.

—¡Tenemos pulso! ¡Está volviendo!— exclamó uno de los doctores con alegría y alivio, su voz llena de emoción

Tamako y Nobizuke se miraron entre ellos con lágrimas de alivio y gratitud en sus ojos. —Nobita... Luna... Luka... Flock... Sarah... Sophia...— murmuró Tamako con voz temblorosa, sus manos temblando mientras sostenía la mano de Nobita.

Sin embargo, la alegría duró poco cuando, repentinamente, el monitor cardiaco de Nobita volvió a emitir un pitido continuo. Los doctores se miraron con horror, su expresión reflejando el temor de perderlo nuevamente.

—¡No, no puede ser!— gritó uno de los doctores, sus manos temblando mientras intentaba reanimar a Nobita.

Los doctores decidieron tomar medidas drásticas. Separaron a Tamako de Nobita y comenzaron a administrarle electroshock, utilizando los equipos del hospital subterráneo con desesperación. Las descargas eléctricas atravesaban el cuerpo de Nobita, su piel pálida convulsionando bajo el impacto.

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