Capítulo 5

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Fíjate que yo pensaba que la vaselina no la iba a necesitar, pero nos la hemos ido rulando por toda la clase. Este es, de lejos, el peor examen que he hecho en mi vida. Y contando con los exámenes de matemáticas del instituto.

Bueno, puede ser que esté exagerando un poquito. Un poquito, bastante. Pero sí, ha sido difícil, aunque en algunos ejercicios no me ha costado tanto pensar, cosa rara en mí cuando se trata del alemán. Supongo que al cinco llego, pero lo he pasado realmente mal haciendo el examen: he durado 2 horas justas. Las primeras cuatro preguntas las he respondido fácilmente, eran un popurrí de vocabulario y hören (los listenings de toda la vida), pero las últimas seis preguntas han sido más complejas. Aunque creo que las he respondido como buenamente he podido y, si todo va a mi favor, puedo aprobar.

- ¿Soy la única que ha rezado tres padres nuestros durante el examen?

- ¿Solo tres? - le respondo a Brenda, una de mis amigas de la universidad -, yo he rezado cuatro rosarios, y cuando he llegado a la actividad 8 un ave maría, porque nunca viene mal.

- Dios mío, qué desastre de examen. Mis padres me van a dar semejante paliza cuando llegue a mi casa que ni el examen.

- Bueno Clara, una cosa está clara: las personas extraordinarias, como nosotras tres, van a las convocatorias extraordinarias.

- Ya, claro, el problema es que esta era la convocatoria extraordinaria. Ahora vamos a tener que estudiar durante todo el verano para el examen de septiembre. Esto es un no parar constante.

- Ya nos lo decían al empezar la carrera: en la universidad no hay vacaciones de verano - comentó Brenda distraídamente mientras buscaba con la mirada a su novia -. Chicas, me tengo que ir, que ha venido Nani a recogerme. ¿A qué hora cogías el tren, Cami?

- A las 14:15, en diez minutos vaya, el tiempo justo de ir a la estación y encontrar mi asiento.

- Okey, pues nos avisas cuando llegues. ¿Quieres que te lleve a tu casa Clara?

- Venga, vale.

- Bueno, cuídate Cami. ¡Nos vamos hablando por mensaje, eh! Y avísanos cuando llegues a casa. 

- Síiii.

- Ay nenas, os voy a echar mucho de menos. Os quiero.

- Bueno Brenda, ni que no nos fuéramos a ver nunca más.

- Clara, qué poco cariñosa eres, coño. Llevamos dos años juntas, se me va a hacer raro no veros durante dos meses, otra vez. 

- Bueno, pero para eso están las videollamadas.

- ¡Clara, pero que no es lo mismo!

Escucho el claxon del coche de Nani, la novia de Brenda. Me despido de mis amigas con un gran abrazo y diciéndoles que nos vemos a la vuelta de las vacaciones.

Tengo diez minutos para llegar a la estación de tren que, si voy a paso rápido, puedo llegar en cinco minutos. He llegado esta mañana en el tren de las 11:30, justo a tiempo para el examen de alemán. Pero estoy reventada porque lo he cogido a las 10:00 de la mañana: tres horitas en tren no se hacen todos los días, que parecen pocas, pero sumado al estrés que acarrea un examen, apaga y vámonos.

Mientras saco los auriculares de mi mochila, la cual he colocado en el asiento contiguo al mío al no haber nadie, pienso en lo que podría hacer esta tarde. Debería descansar, sí, pero no me apetece, cosa algo rara en mí. Cuando termino un examen, acabo tan cansada, que solo tengo ganas de dormir por horas. Es que no me puedo recuperar tan rápidamente del desgaste mental que produce hacer un examen. Debería estar pagado.

El bar de la esquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora