- Un vestido es mucha tela para ir solo a comer y volverme a los minutos, ¿no? Sí, además a mí los vestidos no me quedan bien. Mejor un mono. Pero ¿un mono? ¿Desde cuando me pongo yo monos para ir a comer a bares que no me importan en lo absoluto? ¿Desde cuándo voy yo a bares a comer? En fin, opiniones, por favor– le pregunto a Rebeca, mi amiga del pueblo, a través del teléfono.
- Pero tía, que vas a un bar de pueblo, no a un restaurante de lujo.
- Bueno, ¿y qué? ¿Qué pasa, que a un bar de pueblo no se puede ir con monos o vestidos? – creo que sueno demasiado alterada.
- Pero vamos a ver, ¿tú desde cuándo te pones vestidos o monos para ir a cenar? ¡Si siempre vas en vaqueros! Te contradices a ti misma, Camila. Vamos a ver, tú ve como más cómoda te sientas, no pienses mucho en lo que te vayas a poner. Es que no entiendo desde cuándo te importa tanto la ropa.
- Pues también es verdad. Nada tía, no te rayes. Bueno, ¡muchas gracias por tu ayuda! ¡Nos vemos prontoo! - y antes de que Rebeca pueda terminar de responder, le corto. Creo que estoy un poquito alterada.
Estoy segura que alterada no es la palabra. Pero cada quién se engaña como quiere.
A veces me da por pensar. Además, con un vaquero voy a estar más cómoda. Y más fresquita. Ignorando la idea de que apenas tengo ni vestidos ni monos en mi armario... Pero, ¿qué más da lo que me vaya a poner? ¡Si voy solo a comer y me vuelvo! Por dios, debería dejar de pensar, sí.
Al final, me decido por unos vaqueros largos con una camiseta negra y unas sandalias. Me pongo mis pulseras y mis anillos y ya estoy lista.
Me miro al espejo: tampoco voy tan mal, ¿no? Solo parece que me he vestido con la luz apagada, casi nada. Joder, no sé si voy bien.
- Camila, ¿te queda mucho? Venga, que vamos tarde y nos van a quitar la mesa - mi madre parece más bien enfadada por no estar lista a la hora. Lo que no sé si recuerda es que la mesa está reservada.
La hora a la que habíamos quedado en ir al bar: las 14:00. La hora que es: las 13:50. Lo que tardamos en llegar al bar: 1 minuto.
¿La exagerada de la familia? La gente dice que soy yo, pero yo creo tener a la clara ganadora gritándome desde el comedor.
- No, estoy ya, pero no sé si voy bien así.
- A ver, sal.
Salgo de la habitación y me coloco arriba de las escaleras. Mi madre me observa desde el salón. Parece que se va a echar a reír.
- ¿Qué pasa? ¿Qué ves mis puntos negros desde abajo, o qué? - cuestiono, molesta tras su reacción.
- Además de eso, que no sé por qué piensas que vas mal. Si es lo más básico que te has puesto. Realmente, no sé cómo vas con unos vaqueros largos con la calor que hace, pero bueno. Para ir al bar está bien. Venga, coge las llaves y vámonos.
Cómo bajar la autoestima de tus hijos en cero coma. En fin, voy estupenda. Vaya, o eso creo yo. Me miro un último momento en el espejo. Los zapatos tienen un poquito de plataforma, así que parece que mido más de un metro sesenta. Con un poquito más, me refiero a tres centímetros más. Pero no estamos como para regalar centímetros. El pelo castaño casi me llega a la cintura, cuando digo casi es casi me gustaría que me llegara a la cintura, pero lo tengo por la mitad de la espalda, lo cual no está taan mal. Mi madre dice que me lo tengo que cortar, que lo tengo muy largo, que es más cómodo, y que está harta de recoger pelos por cada esquina de la casa. Y yo digo que me queda mejor el pelo largo, aunque la universidad me los esté arrancando cada año, muy lentamente. Me lo quiero teñir de cobrizo, pero mi madre dice que cuando apruebe todas las de la universidad. Así que, a lo mejor, para dentro de 6 años, puedo dar mi glow up. Con suerte.
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El bar de la esquina
RomanceCamila es espontánea, dramática y le encanta observar todo como si fuera la primera vez que lo ve. Le gusta imaginar que en un futuro logrará cumplir su sueño: ser cantante. No obstante, terminar la carrera de Filología Inglesa también podría estar...