Capítulo 10

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Antes de ayer, domingo, cuando me dieron la noticia del suspenso de alemán, estaba bastante mal. Ayer aún me encontraba un poquito regular. Hoy se puede decir que estoy mejor. Ya hablé con mis padres, y me dijeron que no me preocupe, que no pasa nada, y que ya habrá otra oportunidad en septiembre para recuperarla. Me han hecho saber que están orgullosos de mí, de haber aprobado todas, excepto esta. Y que me van a ayudar en todo lo posible. Y les estoy muy agradecida, de verdad. Pero yo no quiero llevarme todo el verano estudiando. Necesito descansar después de haber estado todo el curso estudiando y haciendo cosas todos los días, sin parar.

Este año ha sido agotador en todos los sentidos. La universidad ha sido más compleja, con más asignaturas teóricas que en primero, y las asignaturas prácticas han sido una auténtica osadía, teniendo que hacer cuatro trabajos por asignatura. Los profesores nos han metido más presión, y hubo días en los que no sabía ni cómo aún era capaz de mantener los ojos abiertos. Es por ello que tampoco le he dedicado suficiente tiempo a ciertas asignaturas, por estar dedicándome de lleno en otras que consideraba más importantes. Y al final ha sido un error. 

Mi relación con la comida ha empeorado debido a ello.

Desde pequeña me ha encantado comer, es algo que disfruto mucho hacer. Pero, casi la mayoría de las veces que lo hago, siento culpa. Culpa por comer, por dejar que mi cuerpo siga cogiendo kilos y grasa. Sé que no hay nada de malo en ello, pero tengo tan interiorizado que los cuerpos gordos están mal vistos por la sociedad... Toda mi vida he sido machacada con que tengo que adelgazar: he hecho miles de dietas, seguido mil tutoriales de Patry Jordan para perder peso (que siempre termino por rendirme porque cualquiera le sigue el paso a la Patry). Pero nada de eso sirve, porque de un momento a otro me veo a mí misma yendo a la cocina en silencio para ver si puedo encontrar algo en el frigorífico con lo que saciar mi hambre. Aunque, casi siempre, lo que tengo no es hambre. Es aburrimiento, y mi cerebro lo procesa como que tengo que ingerir algo para poder sentirme bien. Es justo después de eso cuando me entra la culpa por haber comido.

Siempre he odiado mi cuerpo, porque me han hecho creer que no tiene ninguna validez. Porque siempre se ha visto, tanto en películas, como en revistas, como en la televisión, como en libros, que hay un canon de belleza a seguir, y que si te pasas de kilos no te mereces ser amada ni vivir una vida como realmente deberías.

He tenido presión toda mi vida, tanto por mi familia como por todo lo que me rodeaba, a entrar en el canon del cuerpo de chica perfecta, con un cuerpo de modelo.

Ello ha acarreado en mí un odio hacia mí misma, hacia mi cuerpo, a que cuando estoy con gente a mi alrededor, me de vergüenza comer. Por lo que puedan pensar de mí. En no ser capaz de mirarme al espejo porque lo único que siento es repulsión hacia lo que tengo frente a mis ojos. En no parar de compararme con modelos, o con gente que pasa por la calle. O hasta con mis amigos. Practicando todo tipo de deporte hasta acabar reventada. Correr con un chaquetón puesto, porque así pensaba que al sudar más, estaba quemando más grasa, o quedarme de pie viendo la televisión porque así no estaba "rezumbada", como diría mi madre, en el sofá. En no poder salir a la calle muchas veces porque mi mente es una constante fuente de pensamientos de "todo el mundo te está mirando, están hablando mal de ti, se te ven los michelines, tienes estrías cerca de la axila, seguro que lo están comentando".

Supongo que debería trabajar más en mi propia autoestima. E ir al psicólogo. Y, créeme, lo llevo intentando mucho tiempo. Pero, a veces, te vienen los recuerdos de los descansos en el colegio, de cómo se acercaba esa chica popular de pelo rubio y curvas y se burlaba de tu cuerpo delante de todas sus amigas. De cómo el chico que te gustaba te hizo creer que también le gustabas a él y te avergonzó por cómo tu cuerpo se veía junto a todos sus amigos. De cómo, en la mayoría de las películas, la mujer gorda nunca tiene el papel protagonista. De cómo de pequeña me miraba al espejo e intentar encoger la barriga. De pensar toda mi vida "cuando sea delgada, mi vida va a ser mejor". Todo esto haciendo que empezara a odiar mi cuerpo y la comida, pero que a la vez mi único refugio sea eso, comer.

Y sí, es extraño que encontremos paz en aquello que nos consume por dentro. Pero, a veces, es la única solución, por triste que sea.

El bar de la esquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora