Capítulo 1

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- ¡Feliz cumpleaños!

- ¿Ehh? – respondo, aún con los ojos cerrados, medio dormida. ¿Qué hora es?

Doy un toque en la pantalla de mi móvil para ver la hora: las 7 de la mañana. ¿Pero qué...?

- ¡Feliz primer patito, Camila! – recita mi madre mientras se dispone a subir las persianas de mi habitación, dejando entrar los primeros destellos de luz del sol matutinos.

- Gracias mamá, pero no era necesario despertarme tan temprano para felicitarme.

- ¿Cómo que no? – se sobresalta -. Claro que sí, hoy es tu cumpleaños. Y aunque no lo fuera, tienes que despertarte temprano para aprovechar el día. Además, te recuerdo que vamos a ir a comer con los abuelos y los titos, que hace mucho tiempo que no los ves. Y tienes que seguir estudiando. ¡Es por ello que hay que aprovechar cada hora del día! – y, tras decir la última eufórica frase, como si de una cita de Mr. Wonderful se tratase, sale de mi habitación.

Aún sigo con las mantas pegadas a la cara cuando caigo en la cuenta de que tengo que estudiar el día de mi cumpleaños. No sé qué clase de maldad hice en mi otra vida para estar pagando este karma. Jamás me hubiera imaginado tener que estudiar el día de mi cumpleaños. Ni estando ebria podría comprenderlo. Nunca lo he hecho, y no creo que sea necesario.

Es decir, en verano nunca se estudia, y menos a principios. Pero a mi yo de junio no se le pudo ocurrir mejor idea que dejar todo el temario de alemán de un cuatrimestre entero para el día antes del examen. Y no es que fuera Alemán para Principiantes, es que en el segundo año de carrera ya es más tipo Alemán Avanzado nivel B2. Como espero que estés comprendiendo, yo no tengo nivel B2 de alemán; de hecho, no creo ni tener un nivel principiante.

Alcanzo mi móvil para conectar la música al altavoz y, al menos, pretender que tengo un buen despertar como cumpleañera. Me paso toda la mañana ordenando mi cuarto y sacando la ropa que traigo en la maleta para colocarla en los estantes del armario. No es que sea mucha: la mayoría me la traje a finales de mayo, cuando me vine a casa para poder estudiar para los finales.

El mes de junio para los estudiantes universitarios es lo peor, y hay quien dice que estudiamos para los exámenes durante todo el cuatrimestre (mi madre puede ser una de las sospechosas, no voy a negarlo), pero vamos a ser realistas: no nos ponemos a estudiar hasta, como mínimo, la semana de antes. Y, al final, siempre me arrepiento. Mea culpa, lo admito.

Así que, de cinco asignaturas que he tenido este cuatri, he aprobado 4 en la primera convocatoria. Pero alemán, para sorpresa de nadie, la suspendí. Y justo ayer me vine desde Estelaria, que es la ciudad donde estudio, a mi pueblo, Alameda de las Palmas, hasta el 11 de julio, que es cuando tengo la recuperación. Es decir, en nada más y nada menos que en una semana.

Y aquí estoy, estudiando alemán un 4 de julio, cuando podría estar perfectamente en Estados Unidos celebrando mi cumpleaños mientras suena de fondo Firework de Katy Perry. A lo mejor en otra vida...

- ¿Estás lista? – me pregunta mi madre desde el salón, esperándome para ir a casa de mis abuelos a comer.

- Sí, pero dame un minuto que meta todo en la tote.

Efectivamente, soy una obsesa de las Tote Bags. Puedo tener, perfectamente, 20: de distintos tamaños, distinto grosor, distintos estilos, diferentes colores en sus asas. Me encantan.

El almuerzo trascurre con normalidad, aunque define normalidad en mi familia: mis primos pequeños gritando y corriendo por un lado, mi abuelo con mis titos bebiendo vino por otro, y mi madre y mis titas hablando de lo buenos que están los tomates de la huerta de mis abuelos.

El bar de la esquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora