ASHLEY
Había perdido la noción del tiempo estando encerrada allá abajo. Una luz mortecina provocaba danzantes sombras que me causaban una fuerte inquietud. Intenté reprimir el miedo que sentía y respirar de manera regular con el fin de no sucumbir a un ataque de ansiedad que amenazaba por tomar el control de la situación. Sequé mis lágrimas al tiempo que me recordaba que llorar no sería la llave que abriría la puerta de hierro que tenía frente a mí y me levanté. La garganta me ardía por haber pasado demasiado tiempo gritando. No había servido de mucha ayuda, puesto que me habían metido a la fuerza en la celda y me había quedado en la más absoluta soledad. Echaba de menos la comodidad de la cama y a Ron, mi gato, hecho un ovillo cerca de mí y ronroneando.
De pronto, escuché una puerta abrirse más allá de mi celda, seguida de unos pasos que se acercaron a mí. Cuando la pequeña luz se aproximó pude ver que era un hombre de mediana edad y portaba en su mano una llama sin que esta pareciera quemarlo. Observé su expresión amable y su rostro surcado por algunas arrugas de expresión. Lo reconocí de inmediato. Era el hombre del pub que había estado acompañando a Driville.
—Buenas. —saludó. —Siento mucho que el rey te haya encerrado aquí. He venido a sacarte solo si me prometes que no escaparás.
—¿Cómo? —lo miré extrañada.
—Te prometo que yo mismo te devolveré a casa, pero si escapas te perderás y puede que no salgas con vida. No estás en tu mundo sino en Naheshia.
La revelación me pilló desprevenida. ¿Mi mundo? ¿A qué se refería? ¿Sería literal? Me quedé unos segundos consternada, sin saber de qué forma dirigir la noticia. No parecía estar bromeando.
—Esto... —empecé a decir. —No entiendo nada.
—Te lo mostraré. Sé que no me conoces, pero deberías confiar en mí. Mi nombre es Heihachiro.
—Ashley. —atiné a responder.
Con la mano que tenía libre abrió la puerta enrejada y se hizo a un lado. Con cautela y sin casi creérmelo salí. Me dolía el cuerpo y al caminar se acentuó ligeramente esa sensación. Solté un pequeño quejido.
—Luego te llevaré a tu habitación y en unos días saldremos para La Superficie. O la Tierra como la soléis llamar. —me dijo.
—Esto es... muy raro.
—No te preocupes, solo ten la mente abierta, Ashley. Acompáñame, por favor.
—¿Y el rey? —pregunté.
—Él ha accedido a que me haga cargo de ti.
—Pero... si es lo peor. —me tapé la boca, consciente de que acababa de meter la pata. —Digo...
—Driville es muy bondadoso, pero la vida lo ha tratado muy mal y por ello es un completo irascible a veces. —lo disculpó él.
—Claro, porque nacer rey es tener una vida horrible. —bromeé.
—No todo lo que brilla significa suerte y riqueza. Sé que el rey habría cambiado su suerte a cambio de la corona y todo lo que posee.
Heihachiro comenzó a caminar hacia las escaleras por las que habíamos salido anteriormente, hacía una eternidad. Lo seguí casi trotando para no perderlo. Subimos varias plantas sin detenernos ni un instante para recuperar el aliento. Él parecía estar acostumbrado a tener que ascender tantos pisos, yo, por el contrario, apenas podía respirar bien. En algunas ocasiones me detuve para recuperar el aliento. Finalmente y cuando pensaba que iba a desfallecer, los dos soles suspendidos en el cielo me cegaron por completo. Me tapé la cara con la mano al tiempo que soltaba un "joder" que hizo que el hombre me mirara boquiabierto.
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Las espinas del rey
FantasyÉrase una vez un rey déspota que vivía en un mundo mágico llamado Naheshia. Érase una vez una chica testaruda e indomable que provenía de la Tierra y lo desafió. Él quiso castigarla y la hizo prisionera en su reino. Ella quiso escapar y desató una...