Abandoné mi vida, dejé todo lo que más quería atrás. Cambié todo por él. Incluso el nombre, aceptando el que me dio ¿Estoy loca? ¿Qué si lo he pensado bien? Es su culpa por hacerme caer tan enamorada de él.
Ahora vivo una vida totalmente diferente...
Agarro la pistola con fuerza contra mi cuerpo, asomándome un poco. Vigilando. No quería que se acercase a mí, sabía qué iba a pasar si lo hacía. Tomo aire mientras me tiemblan las manos e intento que la leve luz que hay en la calle no me delante en el viejo almacén. Sé que él es más sigiloso que yo, que sus pasos son más cuidadosos. Pero me ha estado enseñando todo esté tiempo a tener un nivel cerca del suyo.
Trago saliva al escuchar cómo las puertas se abren y me acurruco más en la columna, intentando mantenerme oculta de la luz. Afino el oído y puedo oír sus pasos. Está cerca. —¡Angel, vamos a hablar! —me llama por el apodo que me puso. Apodo que llevo escuchando desde que hui con él. Al renegar de mí nombre— ¡Ambos sabemos que no quieres hacer esto! Miro a la siguiente columna y despacio voy caminando en cuclillas hasta ella, aguantando mi respiración. << ¡Márchate! ¡Aléjate de mí!>> Pienso en alto y siento que puede oírlo, porque le escucho a mi lado. —¿En serio? ¿Después de todo lo que hemos pasado? —cierro con fuerza los ojos al escucharle decirlo de una manera dulce— ¿No es mejor que lo hablemos tranquilamente? Me pongo a pensar. Claro que se podría, pero es peligroso. Bajo el arma, pensándolo en serio ¿De verdad es necesario hacerlo? —Angel —escucho a mi lado, como en un susurro. Me levanto apuntando con el arma a Jake, alejándome de él. —Ey, tranquila —levanta las manos como si me indicase que viene en paz—, baja eso, te vas a hacer- —¿Daño? —digo, bajando el martillo— Lo sé, dolerá un tiempo, pero al menos se habrá terminado. —Angel, tenemos que hablar seriamente de lo que está sucediendo. —¡Deja de llamarme así! —apunto directamente a la cabeza— ¡Sé lo que intentas hacer! ¡Pero no pienso dejarlo como si no fuera nada! Jake baja los brazos, colocándose firme. Se va acercando poco a poco, hasta que llega a mí y coge mi muñeca, apuntando el arma contra su pecho. —Vale, entonces hazlo —sus palabras suenan totalmente serias, lo dice en serio—. Acaba con esto, solo tú puedes acabar con mi vida. Comienzo a llorar y me tiembla el labio. Se lo advertí. Le advertí que si le tenía delante, iba a matarlo. —Te amo y eso no va a cambiar. Cierro los ojos con fuerza al escucharle decir esas palabras y disparo.
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