(A la Juventud Franciscana)
La Hermana Agua se empieza a extinguir,
aquí en la tierra ya no puede subsistir,
no hay montañas que ella pueda recorrer
-ya nunca más nos calmará la sed-
ni cauce alguno en el que pueda reposar
ni manantial donde ella vuelva a brotar.
Un manantial es una fuente
donde el agua emana constantemente.
La Hermana Agua ha dejado sus huellas
en la honda grieta de aquel viejo río.
¿Será que hay alguien que pueda
pintar del agua sus pasos perdidos?
El agua es la fuente de vida,
tan casta como el cielo azul,
y tan pura como un ser cualquiera.
Ella es madre de la naturaleza,
de toda la tierra su fortaleza.
¿Será que alguien en su ausencia sobrevivir pudiera?
La Hermana Agua nos dice adiós por siempre,
mas yo no imagino dónde irá a parar,
pues ya no se ven en sus corrientes
los grandes peces y pepesquitas,
porque para destruir el hombre es tan fuerte.
¿Qué será de la Hermana Agüita?