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—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Jennie, importándole poco que los demás puedan verla

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—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Jennie, importándole poco que los demás puedan verla.

—Ya tranquilízate, tu olor a perro amargado no me intimida.

—¡Nayeon! —volvió a gritarle.

—Solo te organicé una cita. ¿Qué tan feo es? —rodó los ojos.

—¡Yo no quiero involucrarme con nadie! —la miró fijamente—. ¿Quieres que la humille como a todas las demás? Porque si es eso, créeme que no tengo problema alguno.

—¿Por qué eres así? ¡No te entiendo!

—¡De seguro mi papá te lo pidió! —soltó un leve gruñido—. Tendré que hablar con él.

—Él solo quiere verte mejor, tu papá también pasó por un mal momento, pero... ¿Acaso lo ves derrotado?

—No es lo mismo —murmuró.

—¿En serio? Yo creo que su problema fue más grave, es decir, que su alfa, esposo y padre de su hija a la vez lo haya dejado, es verdaderamente fatal para cualquier ser en esta tierra.

—No es necesario que me lo recuerdes —siseó molesta.

—Pero es la verdad, una verdad que tu papá ya afrontó y siendo un omega pudo soportarlo. ¿No tienes idea de cuánto duele un lazo roto? Es más, de seguro no sabes qué se siente al saber que la pareja que tuviste no fue tu destinado.

—Tú tampoco lo sabes. Y ese cuento de los destinados no existe —en su garganta se formó un agrio nudo—... Él se fue porque así quiso, no le importó que pasaría después.

—Quizás yo tampoco lo sepa. Pero le tengo un gran cariño a tu papá y trato de entenderlo. Lo admiro mucho, Jennie, es un gran omega que a pesar de todo solo vela por tu bienestar —la menor la miró—. ¿Y tú como estás tan segura de que los predestinados no existen? Tal vez...

—Esas tonterías solo son cuentos para estúpidos. Mi felicidad no es tener un omega. ¿Por qué mierda no entienden eso? —frunció el entrecejo.

—No se trata de solo emparejarte con cualquier persona, se trata de que te des la oportunidad de conocer a alguien que quizás tengo mucho en común contigo.

—No existe nadie así, es imposible que alguien más puede soportarme.

—No digas eso.

—Es la verdad y, tampoco es como si quisiera a alguien. Estoy bien sola y así me voy a quedar. No quiero enredos, no quiero problemas, no quiero rupturas ni cambios. ¿Entiendes? No quiero absolutamente nada.

Im suspiró cansada. A veces lidiar con la pelinaranja era demasiado difícil.

—Yo sé que algún día lo querrás, Jennie. ¿Te imaginas compartir momentos que más te gusten con la persona que te gusta, con aquella persona que te haga sentir especial? —un brillo especial se instaló en la alfa mayor.

La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora