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Las clases transcurrieron con normalidad, sin embargo, aquella vaga idea seguía merodeando por la cabeza de Lisa

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Las clases transcurrieron con normalidad, sin embargo, aquella vaga idea seguía merodeando por la cabeza de Lisa.

"¿Qué pasaría si...?"

Una vez más sus pensamientos lideraron gran parte de su tiempo. Ni siquiera había sido consciente del sonido de la campana indicando la hora del receso general. Estaba media ida, la inquietud y la incertidumbre se plasmaban en un plano mental en donde las probabilidades de lo que pensaba hacer, eran simplemente muchas.

Apiló con cierta paciencia el par de cuadernos y libros que tenía en medio de su pequeña carpeta, metió sus coloridos marcadores en el estuche y colocó todo ordenadamente dentro de su mochila. Ni siquiera sabía a qué lugar dirigirse de no ser por la tersa voz de la alfa que estaba esperándola -desde hace unos buenos minutos- en el marco de la puerta.

—Hey, Lili —la nombrada se detuvo al instante, ladeando el rostro para verla y siendo recibida por una amplia sonrisa marcada en el rostro de Jennie, haciendo de aquellos ojos, unas adorables medias lunas.

—Hola —respondió con cierta tranquilidad, sonriendo por inercia, rindiéndose a la calidez que la alfa podía transmitirle con sinceros gestos.

Jennie no sabía si decirlo, pero desde que ella prácticamente había corrido desde su salón hasta la de la omega para llegar puntualmente, observó la manera tan desconcentrada en la que Lisa se movía en su pequeño espacio.

—¿Está todo bien? —con leves dudas, empezó el cuestionario, intentando de todas las formas posibles sonar apaciguada y no ansiosa -como internamente lo estaba- ante lo que probablemente podría pasar con su omega. No quería aturdirla, solo escucharla, quizás así debía empezar para mejorar como una buena alfa.

—Oh, sí, todo bien —la tailandesa mantuvo su pequeña sonrisa de labios cerrados, ambas mirándose frente a frente—. ¿Cómo estuvieron tus clases?

Jennie suspiró cansinamente.

—Realmente las fórmulas químicas me marean, pero no era nada que no pudiera lidiar —dio un paso más, encajando sus manos en la fina cintura adversa—. Menos ahora que ya te estoy observando nuevamente —murmuró juguetona y con dulzura—. No sé qué has logrado hacer conmigo, pero estoy agradecida con la Diosa Luna.

La omega llevó sus manos al pecho de la pelinaranja y recibió gustoso beso.

—Vamos ya —le susurró, como si estuvieran siendo cómplices de alguna travesura.

Se tomaron de las manos y una vez más, Jennie dejó un casto beso en la sien de la omega. Lisa asintió, recostándose levemente en el cuerpo que le daba seguridad y paz al mismo tiempo. Ambas conversaban de temas breves, pero que no dejaban de ser interesantes y, por un momento, la menor dejó aquel pensamiento de lado para prestarle atención absoluta a Jennie. O lo fue hasta que dieron el primer paso a la cafetería, miles de ojos curiosos se posaron en ellas y en la forma en cómo claramente interactuaban, con confianza y amor.

La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora