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—Les dije a mis padres que tenía algo muy importante que decirles esta noche —hizo un mohín—

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—Les dije a mis padres que tenía algo muy importante que decirles esta noche —hizo un mohín—. Creo que soy la más nerviosa entre las dos.

No tienes porqué, omega. Yo estoy tratando de tomar toda la seguridad posible y, ah, ve bajando porque me faltan pocos segundos para llegar a tu casa. Prefiero que me recibas tú primero.

Ambas soltaron risitas suaves, las esbeltas manos de Lisa sudaban en clara muestra de ansiedad y sintió que su corazón se aceleraba cuando escuchó el timbre de su casa sonar. Colgó rápidamente la llamada y bajó a toda prisa por las escaleras.

—¡Voy yo, voy yo! —avisó en medio del camino, abriendo la puerta al instante que tocó la perilla.

—Hola, bonita —susurró la pelinaranja, intentando besarla.

—No, espera, aquí no —evitó el contacto, poniendo sus manos en el abdomen contrario—. Mis padres ya están por aquí.

Jen bufó, a veces la omega era muy desasosegada con ciertos temas.

—Está bien, pero al menos les dijiste que invitarías a alguien, ¿cierto?

—Uh, sí. Algo así.

La alfa asintió poco convencida, mostrando en el aire el arreglo de flores que había traído consigo para la familia Manoban.

—No sabía cuál escoger con exactitud así que traje esto tratando de hacerla ver bonita y colorida.

—Gracias, Nini —Lisa realmente no podía soportarlo y estuvo a punto de abrazarla, lo hubiera hecho de no ser porque escuchó la voz de su madre.

—¿Quién es, Liz? —de inmediato la aludida se alejó dos pasos más, exagerando la situación.

—Muy buenas noches, señora Manoban. Mi nombre es Jennie Kim, soy la-

—¡Amiga! Es mi amiga de la universidad —dijo casi entrando en pánico, tomando a la coreana del brazo para dirigirla a la sala.

—¿Y esas flores?

—Oh, es un regalo para usted siendo una mamá muy hermosa y teniendo también una hija dulce y preciosa —respondió con cómoda seguridad, haciendo una leve venia en muestra de respeto—. Tómelas, por favor.

—Es un lindo detalle —sonrió levemente mientras acomodaba el arreglo floral—. Muchas gracias, Jennie.

Y claro que para la madre de Lisa no pasaba desapercibido el rubor efusivo de su cachorra. Ella recordaba a la alfa con claridad, era la misma que vio semanas atrás abrazando a su hija afuera de la casa. Ahora solo esperaría a que las chicas le dijeran lo que prácticamente -por obviedad- ella estaba asumiendo.

—Ven a cenar con nosotros. Mi esposo ya está en la sala, de seguro luego nos explicas el porqué de tu visita —comentó amablemente, haciendo un ademán para que ellas avanzaran primero.

La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora