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Nayeon caminaba sonriente mientras miraba todo a su alrededor

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Nayeon caminaba sonriente mientras miraba todo a su alrededor. Aún era temprano y sabía que no tenía de qué preocuparse. Saludó respetuosamente al conserje que traía un periódico consigo y se adelantó hasta por fin ver la gran entrada de la universidad.

Todo estaba más que bien o, eso creyó después de haber visto a Jennie recostada al lado del portón. Frunció su entrecejo con confusión. ¿Qué estaba pasando?

Aquella alfa que era su mejor amiga, jamás, pero jamás se quedaba fuera de la universidad. Nayeon sabía de sobra que no la esperaba ni nada por el estilo debido a los sofocantes admiradores, tanto omegas como betas, que la seguían para casi todos lados y, en especial a la hora de entrada, receso y salida. Bueno, casi todo el maldito día.

Suspiró y decidió terminar con la poca distancia que la separaba de Jen.

—Buenos días, Jennie —saludó medio feliz, el desconcierto aún no la abandonaba.

—Uh, hola —dijo levemente, ladeó su cabeza a un lado ya que su mejor amiga estaba frente a ella y le interrumpía la vista.

—¿Y te caíste de la cama o qué?

—¿Por qué lo dices? —por unos segundos le prestó atención.

—Hey, jamás desde que tengo memoria te he visto aquí parada en la entrada. Ya sabes, por todos los fastidiosos omegas.

—Ah, es por eso —murmuró.

—¿Me dirás por qué? —prosiguió ansiosa.

—Bueno, yo... —sus ojos se desorbitaron levemente.

Nayeon se sorprendió aún más. ¿En serio esa alfa era la misma que tenía como mejor amiga? ¡Por la Diosa luna! Jamás la había visto tan insegura con algo como ahora. Solo por una simple pregunta.

La menor simplemente calló y, la de dientes de conejo pudo percibir como el entrecejo de esta se arrugó en signo de molestia.

—Vamos. ¿Qué pasa?— preguntó al escuchar que soltó un sonoro gruñido, intentó poner sus manos en los hombros de Jennie, más ella la empujó quitándola del camino.

Volteó para ver a dónde se dirigía y, oh. ¿Había algo más que dejaría a Nayeon incrédula el día de hoy?

Jennie ignoró los llamados de la castaña porque su mirada y concentración se resumía en la omega y la estúpida alfa que la estaba abrazando.

"¿Quién se cree que es?", gritó su loba, removiendo a Kim con insistencia.

Su animal interno estaba logrando dominarla por completo. Y es que siendo su pareja destinada su instinto natural de posesividad salía a flote mucho más rápido.

Lisa no era consciente de todo el problema que podía surgir a su alrededor. Ella tan solo había visto a Rosé fuera de su casa, esperándola para que ambas pudieran venir juntas por esta ocasión. Obviamente nunca se negaría, amaba a su mejor amiga aún si no era una omega como ella.

—Ya, Rosie~ —soltó con dulzura—. Se nos hará tarde para llegar a nuestro salón.

—Es que eres demasiado calientita —recostó su cabeza en el hombro de la de labios carnosos mientras con ambos brazos seguía rodeando su delicado cuerpo.

Lisa se sentía cómoda y feliz. Adoraba que Rosé no sea una de esas tontas alfas brutas, toscas y posesivas. La australiana rompía contra cualquier estúpido estereotipo y eso hacía que Lisa la admirara cada vez más.

¡Hey, tú! —un grito en alta voz de mando hizo que Lisa se tensara por completo.

La australiana alzó la mirada y retuvo un gruñido, no quería hacer asustar más a la omega.

—Kim, contrólate —respondió con neutralidad, poniendo el cuerpo de Lisa detrás suyo.

La mencionada sí se atrevió a gruñir sonoramente.

—¡No la toques!

Roseanne no se inmutó, fue fuerte y se abstuvo totalmente de arremeter contra la chica. Su loba rasguñaba para atacar ansiosamente a la otra, pero era lo suficientemente madura como para poder controlar sus instintos. Su prioridad en ese instante era el bienestar de Lisa.

—Baja la voz, no tienes el derecho de gritarme.

—¡Estás tocando a mi omega!

La tailandesa se encogió de miedo, queriendo desaparecer en ese mismo instante en el que escuchó aquella voz demasiado potente para sus sensibles oídos. Su loba se agachó en completa sumisión ante su alfa. Pero Lisa, ella empezaba a sentirse asfixiada ante el aura tan pesada y cargada de odio.

—No es tu omega —replicó.

Justo antes de que Jennie o, mejor dicho la actitud de su loba golpeara a la extranjera verdaderamente mal, llegó Nayeon a tomarla de ambos brazos.

—¡Cálmate! —alzó la voz—. ¡Estás provocando una pelea sin sentido! ¡¿Qué te pasa?

Rosé frunció los labios.

—Será mejor que aprendas a controlar a tu loba.

Un pequeño sollozo fue percibido por las tres alfas, Rosé volteó a ver a Lisa, y en efecto, la linda chica tenía los ojos cristalizados. Ella nunca en toda su corta vida había presenciado una fuerte discusión entre alfas. O mejor dicho, jamás había visto a una alfa tan brusca como Jennie.

La había idealizado tanto, aún y con las advertencias de Rosé.

"Al parecer me equivoqué". Lisa estaba tan decepcionada.

Limpió con la manga de su gran polera sus cristalizados ojitos y huyó de ahí. En esos momentos anhelaba estar sola y calmarse ante lo que sea que estaba sintiendo.

—¡Lisa! —gritó Roseanne alarmada.

Y ante el llamado, fue como si le mente de Jen hiciera clic. Cerró fuertemente sus ojos y evitó el punzante dolor en su cabeza.

—¿Qué pasó? —preguntó desconcertada, sacudiendo levemente la cabeza.

—¡Hiciste llorar a Lisa! ¡Eso hiciste, buena para nada! —vociferó Rosé más que enojada.

Habían lastimado a Lisa y fue detrás de ella esperando no ser ignorada.

Nayeon, al notar más calmada a la pelinaranja, decidió soltarla.

—¿Qué te ocurre, Jennie? —le preguntó directamente.

—No lo sé y tampoco quiero averiguarlo.

Grave error.

Jennie no era consciente de la pequeña lucha interna que tenía con su loba.

Ella, al negarse ante cualquier acercamiento sentimental con cualquier persona, ignoraba también el fuerte llamado de su loba al querer reclamar y cortejar a su omega.

Aun así, Kim no cedería ante lo que su loba le pidiera, pero es que también se le era difícil poder controlarla.

Así como estaba, ¿generaría más peleas?

Así como estaba, ¿generaría más peleas?

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La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora