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—¿Podemos irnos ya?

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—¿Podemos irnos ya?

—Ah, cálmate, Lis —viró los ojos—. ¿Por qué exageras tanto?

—No es eso, solo no me siento tan cómoda y ya —se encogió de hombros.

Y la bella omega no mentía. Después de todo, ¿quién se sentiría tan tranquila con la mirada firme y profunda de una alfa como Jennie Kim?

Lisa no entendía el por qué, pero simplemente la tenía cohibida. Era como una especie de pesadez que sentía cargar al ser notoriamente observada.

—Creo que me odia.

Rosé sonrió. ¿Acaso Lisa era demasiado despistada?

Aunque Rosé moría por decirle su suposición, pensó que quizás sería mejor que ambas pudiesen darse cuenta.

¿Qué tan difícil sería que se enteraran por sí solas que eran pareja destinada?

***

—Oye, la linda omega ya se va~ —canturreó Nayeon ni bien su mejor amiga se acercó a la mesa de los cubiertos después de haber llevado un pedido.

—¿De qué hablas? —fingió desinterés, pero su rápida mirada hacia la rubia simplemente la
delató.

"No, idiota, no dejes que se vaya", demandó su loba otra vez.

—Será mejor que le cobres por lo pedido —le recordó la mayor.

—Ah, sí, tienes razón.

Jennie carraspeó, tomó suficiente aire y luego lo exhaló con lentitud. Sus pies ya ansiaban llegar rápidamente hacia la omega y los apresurados latidos de su corazón no ayudaban.

"Dios, solo es una omega más, común y normal como los otros, deja de joder", bufó, tratando de ignorar los quejidos que le daba su loba.

Tomando nuevamente el boleto de la suma destinada a pagar, se acercó hacia la mesa tratando de no mostrarse ansiosa.

—¡Oh! Justamente iba a llamarte —comentó Rosé para luego sonreír.

La pelinaranja resopló. Toda la apariencia y actitud de esa alfa le parecía realmente odiosa.

—Sí, bueno —comentó con desinterés—, aquí está la cuenta —extendió el pequeño papel.

—Bien, espérame un momento —Park palmeó el bolsillo del pantalón para buscar su billetera, tomando toda la calma del mundo para poder ver si sucedía algo frente a ella.

Lisa arrugó su nariz al sentir nuevamente aquel suave y reconfortante aroma que le pertenecía a Jennie.

Su loba albina se movía inquieta, anhelando profundamente ser rodeada por los brazos de Jennie y que esta le diera muchos mimos. Su corazoncito le exigía acurrucarse en el pecho de la alfa y frotar su nariz en la curvatura de su cuello. Se imaginaba feliz y tranquila
mientras la calidez la inundaba debido al apego corporal y el aroma a menta y canela la rodeaba dulcemente.

Ah, sí tan solo sus sueños pudieran hacerse realidad.

La omega, cansada de que Rosé tardara en demasía, llevó su mirada hacia la gran ventana, poniendo un brazo en la mesa y acomodando su mentón en la palma de su mano, sus dedos tamborileaban con suavidad su mejilla, la niña solo quería evitar a toda costa las ganas de mirar a Kim.

¿Pero cómo hacerlo si ella no dejaba de observarla?

La alfa pelinaranja volvió a suspirar, y es que el dulce aroma que desprendía Lisa calmaba sus emociones negativas, envolviéndola delicadamente entre la tranquilidad y la relajación. ¿Había algo mejor que eso?

Jen solo ansiaba descansar con la bella omega abrazada a su cuerpo, fundiéndose ambas en una agradable calidez que estaba segura que la tendría en perfecto estado.

Volvió a observarla. Estaba segura que el perfil de la rubia fue verdaderamente cincelado con mucho amor y dedicación, porque Jennie estaba segura que no había creación más hermosa que no fuera la omega frente a ella.

Su piel expuesta brillaba y se notaba tersa a simple vista, tenía un tono níveo y delicado, cuidado y muy hermoso. Sus largas pestañas cubrían con sutileza sus orbes, aquellos profundos y relucientes orbes color miel, enormes como dos perlas.

La loba de Jen estaba más que encantada, pero ella, su lado racional; estaba en un debate mental constante.

—Aquí, puede quedarse con el cambio, amiga —la voz de la otra alfa la sacó de su trance.

Sacudió levemente su cabeza y con molestia, miró a Rosé.

—Vamos, Lis, te llevaré a casa.

Roseanne pudo jurar que había escuchado un gruñido de parte de la mesera.

—De acuerdo —habló con voz queda.

Rosé se levantó cautelosamente, mientras que la que ya estaba lista, simplemente no podía avanzar. Lisa se puso tensa de inmediato, mas no dijo nada esperando que la más alta pudiera moverse para darle permiso.

Estuvo muy equivocada, pues aquello no sucedió.

Soltando un gran suspiro, alzó la mirada, chocando al instante con los pequeños ojos de la alfa frente suyo, a una distancia corta, demasiada corta. Mordió levemente su labio inferior, dándose ánimos mentalmente para hablar.

Jennie no se perdió ningún gesto que hizo y, observó con adoración aquellos gruesos y rosados belfos.

—Uhm, yo... eh. ¿P-podrías darme permiso, por favor? —musitó suavemente y ante lo escuchado, la loba de Kim se sacudió emocionada.

La había encontrado, aquella loba había encontrado a su omega.

—¿Cuál es tu nombre? —soltó la pregunta Jennie con rapidez, fue un impulso que no pudo detener gracias a su loba.

—Lisa —respondió media dudosa.

—¿Estudias por aquí? —y de nueva cuenta no pudo detenerse.

—Uh, yo voy a la Universidad que está por esta calle —no supo si fue prudente contestar, pero tal y como lo imaginaba, Jennie nunca la había visto.

La alfa asintió más que complacida y es que solo había una universidad en toda la extensión del lugar.

—Mi nombre es Jennie, Jennie Kim —comentó mientras se hacía a un lado, dejándole cierto pase.

—Lo sé, vamos a la misma universidad.

Los ojos de la mayor se abrieron desmesuradamente y recién cayó en cuenta. ¿Por qué no pensó en eso?

Ah, se sentía verdaderamente estúpida.

Ah, se sentía verdaderamente estúpida

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La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora