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El sonido de la campana indicó el tan ansiado horario de salida

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El sonido de la campana indicó el tan ansiado horario de salida. Lisa, como pudo, dejó el ramo en su carpeta y acomodó todas sus lindas cosas en la mochila.

—¿Y esas flores? —habló otra omega, mirándola con irritación.

Poco a poco el salón fue quedando vacío, dejándolas solas.

—Son tulipanes —respondió con simpleza—. Se ven lindas, ¿verdad?

—¿Te las regalaron? —inquirió.

—Uh, sí —sus mejillas volvieron a calentarse ante el recuerdo—. Bueno, yo, yo debo irme. Hasta luego —hizo una venia respetuosamente ante la joven, pero al apenas dar un paso, la mano de esta en su muñeca la detuvo.

—¿Es cierto que te las dio Jennie?

Lisa frunció los labios sintiéndose incrédula.

—¿Por qué lo dices?

—Solo responde, maldita sea —dijo entredientes. La rubia realmente estaba de un mal humor luego de que le contaran sobre el obsequio que Lisa tenía. No era novedad para alguien que ella fuera una más en la lista de omegas que anhelaban estar con Jen.

—¿Para qué quieres saber? —Lisa no sabía si decirle la verdad fuera buena idea. ¿Y si la alfa se molestaba?

—¡Porque es ridículo! —exclamó, soltándola al fin—. ¡Es realmente estúpido que digan que alguien como Jennie te haya regalado esas flores!

El corazón de la pelinegra se oprimió. Siempre andaban menospreciándola por cualquier cosa. Mordió levemente su labio inferior y trató de ignorar lo feo que esas palabras le hacían sentir.

—Si fue ella u otra persona, no debería de importarte. Es mi vida —contestó tratando de sonar tosca.

—Por supuesto que no me importas, a mí solo me importa Jennie.

—Entonces quéjate con ella, dile tu molestia. No me metas a mí en tus cosas —reforzó el agarre en el pequeño ramo—. Veamos si ella lo toma de buena manera.

La de hebras rubias abrió la boca, sintiéndose ofendida.

—¿Te estás burlando de mí?

—No quiero discutir por cosas absurdas. Adiós —terminó tajantemente.

—¡Hey no, esto no se acaba así! —la chica intentó destrozar los tulipanes de Lisa, pero ella fue más rápida y corrió con alta agilidad hasta salir del salón.

Ya no importaba nada, sus ojitos inevitablemente se llenaron de lágrimas y deseaba con todas sus fuerzas el poder estar ya en casa, el poder llegar a su cálida familia que no trataba mal a nadie.

Jennie, quien se encontraba recostada en el borde del gran portón principal, se alarmó notoriamente al verla alejándose cada vez más.

Sacó las manos de los bolsillos de su pantalón y fue detrás de la muchacha.

—¡Lisa!

La mencionada reconoció su voz, obedeciendo al recordar que había quedado encontrarse a la hora de salida.

—No, no —murmuró quedamente, no quería que la viera con los ojos rojizos y acuosos, con aquel aspecto que llevaba encima cada vez que se sentía rechazada.

—¿Qué pasó? —la alfa al fin logró alcanzarla, sus ojos se abrieron con desmesura al observar el rostro de Lisa—. ¿Por qué estás así? ¿Pasa algo malo?

—No, yo... uh, yo lo lamento, pero tengo que irme —miró el ramo con absoluto cariño, pero ya tenía suficientes inseguridades como para tener que soportar a que los demás lo recalquen—. Y ten, creo que no era necesario —extendió las flores hacia el pecho de la alfa, quien por inercia tuvo que tomarlas para que no cayeran.

—¿Qué? Pero, ¿de qué hablas? —estaba confundida.

—No quiero problemas.

—¿Soy un problema para ti?

—No, tú... —resopló bajito—, no lo entenderías.

—Si no me lo dices pues obviamente no podré entenderte —la miró con fijeza—. Vamos, dímelo, tú aceptaste ser mi amiga, es normal que me lo cuentes.

—Tú sabes que todos los omega van detrás de ti —confesó con leve molestia—. Están malentendiendo porque ya hasta se enteraron que me regalaste estos tulipanes.

—¿Y? ¿Qué tienen que ver ellos aquí? —alzó una ceja—. Espera, ¿están fastidiándote?

La omega mordió su labio inferior prefiriendo callar, total, ya había dicho lo que la pelinaranja quería escuchar.

—Maldita sea —gruñó por lo bajo—. ¿Es que no tienen una vida?

—No lo sé. Pero no te preocupes, es mi culpa, siempre dicen cosas malas, tú no haz sido la única razón.

—Ellos no tienen ningún derecho a faltarte el respeto, Lisa —evitó enojarse—. No tienen porqué hacerlo.

—Ya me voy —avisó de manera tímida, no quería escuchar más del tema—. Hasta luego.

—Déjame acompañarte —respondió velozmente—. Al menos así podremos conversar más.

—Me encantaría, pero no quiero fastidiarte.

—No lo haces de ninguna forma —tomó su mano, sintiéndola suave y tibia.

Ambas se sometieron ante la suave corriente eléctrica que pasó por sus cuerpos.

La loba de Jennie se regocijó ante el toque, era sumamente magnífico sentir a su predestinada.

—Vamos.

Lisa volvió a sentir otra vez aquellos fuertes golpeteos de su corazón contra su pecho. Eran fuertes e inexplicables. Miró ambas manos que estaban juntas y su loba terminó por saltar con emoción. El tacto se sentía agradable y seguro, sensaciones nuevas la invadían sin su permiso.

—Vamos —terminó por aceptar, una diminuta sonrisa se dibujó en su rostro.

La alfa sonrió complacida, estaba comenzando a gustarle ese bello sonrojo natural que Lisa llevaba.

La alfa sonrió complacida, estaba comenzando a gustarle ese bello sonrojo natural que Lisa llevaba

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La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora