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—Así que... ¿te gustaron los chocolates que te regalé?

—Uh, ¿leíste mi mensaje? —la omega miraba a Jennie con atención.

—Sí, por supuesto que sí —sonrió como tonta enamorada.

—¿Y entonces para qué lo preguntas?

—¡Lili! —exclamó en supuesto reproche, pero rápidamente se vio contagiada por la preciosa risita de la contraria.

—No hagas ruido —susurró luego de calmarse—. La ancianita nos va a botar.

Jennie asintió tal cual un pequeño cachorro.

—Eres cruel, omega —un pequeño puchero se formó en sus gruesos labios y la mencionada se ruborizó un poco al escuchar como la había llamado, en como se comportaba tiernamente.

—Lo siento, Jen —se encogió de hombros, mostrándole una sonrisita de labios cerrados.

—Ya sé cómo puedo perdonarte.

—¿Qué? —arqueó una ceja confundida—. No exageres, no fue para tanto —rió tímidamente.

—Heriste mis sentimientos, Lili —fingió tristeza, haciendo que la otra le creyera rápidamente.

—Oh, no —su voz era melódica y dulce—. Perdóname, no fue mi intención —se inclinó más hacia ella y posó una de sus níveas manos en el hombro adverso.

El rostro de Lisa estaba peligrosamente cerca de la alfa, haciendo que el aire se volviera cálido y mucho más ameno. Jennie alzó la mirada con lentitud y la observó, disfrutando de la maravillosa obra de arte que era el rostro de su omega.

—Hay una manera en la que pueda mejorar —susurró tranquilamente, casi rozando la naricita de la tailandesa con la suya.

—¿C-Cómo? —los sentidos de la omega se tensaron, pero a la vez una tranquilidad profunda la inundaba al saber que se trataba de su alfa, ella lo sentía así.

—Un beso —ambas hicieron contacto visual.

Las mejillas de Lisa no esperaron a nada para colorearse de un tono rosa muy adorable

—¿Un beso? —murmuró entre cohibida y ansiosa.

Jennie asintió, notando como Lisa se acomodaba para ponerse frente a ella, pero estando aún sentada en su respectiva silla.

—Sí, un pequeño beso —el aroma dulce de la omega estaba mezclándose, creando una atmósfera preciosa y perfecta entre ambas.

Lisa relamió sus gruesos labios bajo la atenta mirada de la alfa. Imperceptibles segundos pasaron para cuando el rostro de la menor fue acercándose hasta respirar suavemente sobre la mejilla contraria. Jennie no se movió, esperando a lo que fuera hacer la pelinegra.

Un tibio toque se sintió en su piel, tan casto y profundo a la vez. Su loba aulló, regocijándose ante la sensación de poder sentir a su omega de una manera tan pura.

La alfa sonrió apenada mientras lentamente retrocedía su cabeza para poder ver a Lisa con fijeza. Ambas volvieron a hacer contacto visual, sus narices se rozaron con parsimonia y Jennie supo que ya no podía soportarlo más. Tomó las manos de la omega y la haló hasta que se sentara en sus piernas.

Al principio, Lisa la miró con sorpresa y total timidez, pero luego bastó una sonrisa sincera de la más baja para que supiera que podía atreverse a confiar. La pelinaranja recorrió con la punta de su nariz la piel de las mejillas contrarias, sus manos sujetaron la pequeña cintura de Lisa y esta simplemente cerró los ojos dejándose llevar por sus emociones.

Contacto suave entre ambas narices dio el inicio de algo mágico. Jennie acercó su rostro acabando con la tortuosa distancia, sus respiraciones chocaban y eran cálidas. Un segundo más y sus esponjosos labios tocaron por primera vez los de alguien más, por primera vez se atrevió besar; siendo sumamente afortunada al saber que era a su pareja destinada a quien le entregaba una parte especial de ella.

Lisa se estremeció ante el suave tacto y soltó un suspiro al darse cuenta de que sus belfos encajaban tan bien con los de la alfa. Se sujetó de la polera adversa y las sensaciones fueron indescriptibles ante aquel efímero y dulce beso. Las manos de Jennie acunaron su rostro con ternura, pero el ósculo nunca dejó de ser casto y delicado. No habían otras intenciones, solo eran dos jóvenes sintiéndose por primera vez de manera plena.

El beso se concluyó con un débil chasquido. Jennie podía apreciar como el rostro de Lisa había adquirido un tenue color carmín debido a la pena y el atrevimiento. Ella solo pudo sonreír orgulloso, sentir los belfos de su omega iba más allá del concepto de la perfección.

La pelinegra alejó sus manos, las llevó a su propio regazo y miró hacia otro lado con neutralidad.

Rápidamente Jennie se puso en alerta, no quería arruinar nada.

—¿Qué pasó? ¿No te gustó? —cuestionó con inseguridad.

—¿Qué? Por supuesto que no, es s-solo que me da vergüenza —mordió ligeramente su labio inferior mientras intentaba no sentirse como una tonta—. Ese fue mi p-primer beso.

La loba de la mayor apareció nuevamente, dichosa al escuchar que su omega había esperado por ella.

—Hey —tomó con delicadeza su mentón y ambas conectaron sus miradas—, este también fue mi primer beso —sus dedos inevitablemente dieron caricias a las mejillas de la omega—. Eres mi primer beso y serás todos los que me faltan en esta vida —sonrió levemente, viendo como Lisa se removía y trataba de esconder su rostro con ambas manos. La alfa las apartó de inmediato y se aproximó a ella dándole un corto y rápido beso, dejándola totalmente quieta por su acción—. Y créeme, tus labios se volverán mi adicción favorita.

—¡Jen-! —su protesta se vio interrumpida por la pelinaranja, quien no se detenía y la besaba breve y castamente.

La alfa entrelazó sus manos con las contrarias y se encargó de mimarla; besando dulcemente sus mejillas, su nariz y al último sus rosados y brillantes labios. Kim no podría parar nunca.

La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora