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—Uh, J-Jennie, creo que ya es suficiente —titubeó al momento de hablarle, pero es que las miradas de los demás a su alrededor la estaban incomodando demasiado

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—Uh, J-Jennie, creo que ya es suficiente —titubeó al momento de hablarle, pero es que las miradas de los demás a su alrededor la estaban incomodando demasiado.

La alfa se quería negar en absoluto, la sensación de estar junto a Lisa era tan cálida que, por el momento, era lo único que necesitaba.

—Está bien —susurró bajo y dándose por vencida, no era como si obligar a Lisa fuera algo sensato de su parte.

—¿Ya estás mejor? —dejó sus manos en los hombros de Jennie.

—Uh, sí. Lisa, yo... yo lo lamento —suspiró—. Estuve a punto de perder el control otra vez.

—Creo que no deberías de disculparte conmigo, sino con Rosé.

—Ah, es que no pude, ella te abrazó mucho y después estuvo tocándote y ahg, simplemente no podía soportarlo.

—Pero no tenías por qué ponerte así, tú eres mi amiga y ella, ella es mi mejor amiga —Jennie pudo divisar un pequeño puchero en sus belfos—. Yo le tengo mucha confianza y siempre me ha tratado así.

—Ah, perdón, soy una persona estúpida, no quise causar problemas —la ofuscación empezó a dominarla. Puso ambas manos en su cabello y trató de controlarse para no hacerse algún daño, su loba quería dominarla nuevamente al sentir la decepción que le causó a la omega.

—Hey, está bien. No hagas eso —otra vez intentó calmarla, colocando sus manos encima de las de la pelinaranja y tratando de mirarla fijamente—. No eres estúpida, por supuesto que no —la alfa se detuvo y conectó su mirada con atención, apreciando aquellos bellos orbes brillantes—. Todos cometemos errores, pero eso no significa que no puedas enmendarlos —tanto su voz como su aroma fueron dulces y suaves. Un toque delicado, dejando a Jennie en un estado de profunda tranquilidad que estaba empezando a encantarle—. Solo pídele disculpas, Rosé no se negará —le incitó, sonriendo lindamente como solo ella podía hacerlo.

—Uh, está bien. Pero yo, yo quisiera antes entregarte algo —su garganta medio se debilitó producto de los extraños y repentinos nervios—. Espera.

Lisa la miró con algo de confusión, para luego alejarse prudentemente de la alfa y ver lo que esta hacía. Sus preciosos ojitos se agrandaron al notar como la mayor sacaba de su mochila una cajita de chocolates.

La pelinegra amaba muchas cosas, y entre ellas, eran los chocolates. Ya sean dulces o amargos, con maní o avellanas, de cualquier forma o de leche, a Lisa le encantaba degustarlos.

—Son mixtos porque no sabía exactamente cuál escoger —admitió apenada.

Tal vez si Nayeon estuviera ahí, no creería el gran cambio de actitud que su mejor amiga tenía con la omega.

—Aww~ ¡Gracias, gracias! —exclamó con felicidad genuina—. ¡Me encantan mucho los chocolates!

El mal sentir de la mayor se disipó, ver la adorable sonrisa de Lisa era algo tan resplandeciente y especial que fácilmente podía olvidar cualquier problema.

—Me alegra, tómalos —le extendió la cajita y ella no esperó nada más para poder tenerlos. No se contuvo y le dio otro corto abrazo, sorprendiendo a Jennie del tal modo.

Y es que la alfa estaba pensando que por ver su sonrisa, sería capaz de hacer cualquier cosa.

—Serán muy especiales, gracias —apegó el pequeño paquete a su pecho y se encogió de hombros de una manera sumamente tierna. Sus perfectos dientes relucían y su naricita arrugándose era digna de apreciar.

Todo en Lisa era plenamente hermoso.

—No es nada —carraspeó medio tímida.

Pero al percibir que las feromonas de alegría de la omega estaban siendo combinadas por olores amargos y agrios, frunció el ceño de manera inevitable. Su vista dejó a Lisa para poder ver a su alrededor, sintiendo una pequeña inquietud y enojo al notar que varios ahí estaban mirándolas de manera desagradable.

—¿Tienen algún problema? —alzó su voz, poniéndose al frente del cuerpo de Lisa.

Una omega rubia arqueó la ceja con diversión, mientras que los dos omegas que estaban a cada lado suyo se cruzaron de brazos, retando a la alfa con la mirada.

—Oh, no es nada Jennie Unnie~ —la mencionada hizo un mohín de disgusto al escuchar aquella aguda y chillona voz—, pero es que me parece curioso la forma en cómo se burla de Manoban al regalarle unos estúpidos chocolates —los omega rieron fingidamente—. ¿Por qué la ilusiona?

—A su alrededor hay miles de omegas, mucho mejores que la rara pelinegra. Incluso uno de nosotros~ —habló melosamente.

—Cierren la boca ahora mismo —decretó, era la forma más fácil y calmada que podía hacer para no ocasionar otro escándalo, obteniendo lo querido, ya que hubo un pequeño silencio—. Deberían fijarse en sus propios problemas y no en mi omega. No son nadie para criticar y sin tan dolidos están que los rechacé pues lo lamento, pero ya es tiempo que maduren y aceptan ciertas cosas. No se pongan en ridículo y quiéranse al menos un poco.

Dio media vuelta y tomó el mentón de la extranjera, haciendo que levantara la mirada.

—Vámonos, Lis. No le hagas caso a este grupo que necesitan de atención —acarició la mejilla de la muchacha y le sonrió transmitiendo confianza—. Sigamos con lo nuestro —su voz fue dulce y tierna, todo un verdadero gusto para la loba de Lisa.

—Vamos —contestó más segura.

Ambas se tomaron de la mano e ignorando los murmullos de su alrededor, buscaron algún buen sitio que les transmitiera tranquilidad.

Ambas se tomaron de la mano e ignorando los murmullos de su alrededor, buscaron algún buen sitio que les transmitiera tranquilidad

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La princesa y la plebeya | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora