16. Scar

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Taylor

Volvimos a nuestra casa ya que todos estábamos cansados. Bill, Mellie, Gustav y Georg decidieron relajarse un poco, se tumbaron en el sofá y en las sillas mientras tomaban algo y hablaban.
Tom pasó junto a ellos y subió a su habitación, yo lo seguí. Abrió la puerta y entró mientras tomaba asiento en el sofá y cerraba los ojos echando la cabeza hacía atrás y suspiró. Entré lentamente y cerré la puerta tras de mí. Me quedé allí un poco incómoda hasta que di los pocos pasos necesarios y me senté al lado de Tom, apoyando mi cabeza en su hombro. Me quedé allí sentada un rato antes de que él soltara su brazo alrededor de mis hombros y Tom soltara otro suspiro preocupado.

—¿Qué estabas haciendo con Reiko? —Preguntó mientras me sentaba más cerca de su lado y esperaba unos segundos antes de contestar.

—Intentaba rescatarme, llevarme a casa —le respondí con sinceridad.

—Reiko es uno de los perritos falderos de Hiroshi —Tom gruñó mientras yo empezaba a juguetear nerviosa con su camiseta.

—No sabía eso, pensé que era por fin la oportunidad de volver a casa —dije por lo bajo mientras Tom parecía enfadarse un poco y se ponía tenso.

—Intentabas dejarme —dijo entre dientes, unos segundos después asentí lentamente.
Sabía que podía matarme en un instante si se enfadaba más, pero ya no me importaba. Seguí jugueteando un poco con su camiseta mientras Tom se calmaba durante un minuto o dos, pensando.

—No puedo retenerte aquí más tiempo, vete a casa si sientes la necesidad de hacerlo —dijo por lo bajo y empezó a levantarse del sofá, pero rápidamente lo agarré, tirando de él hacia abajo de nuevo.
Unas semanas o tal vez días antes, decir algo así me habría hecho empezar a llorar de felicidad, habría corrido todo el camino de vuelta a casa sólo porque era "libre", pero ahora se sentía diferente. Me miró con ojos confusos y suspicaces mientras yo me sonrojaba de repente. Bajé la mirada a mis manos y luego a sus hermosos ojos marrones mientras me deslizaba más cerca de él.

—No quiero, no quiero dejarte —murmuré mientras él se me quedaba mirando. Por una vez no pensé en mí misma y suavemente puse mi mano en su mejilla, inclinándome y tocando sus suaves labios con los míos. Tom suspiró... suavemente, por una vez, mientras deslizaba su brazo alrededor de mi cintura, acercándome más a él mientras moldeaba sus labios con los míos pero aún con mucho cuidado.

Después de uno o dos minutos, en los que me sentí como en el cielo durante una fracción de segundo, separamos el beso. Tom apoyó la frente en la mía y suspiró. Hoy en día lo hacía a menudo.

—¿Qué le estás haciendo a mi cabeza? —Dijo y retrocedió un poco mientras me miraba a los ojos. No pude evitar sonrojarme un poco mientras dejaba caer mi mano hacia su pecho.

—Tom, gracias por... salvarme —dije y lo miré con sinceridad. Él se quedó mirándome un rato antes de fruncir los labios y bajar la mirada.

—Parece que no puedo dejar de hacerlo —dijo y de repente sonrió satisfecho.
La sonrisa que tenía dibujada en la cara solía darme asco, haciéndome temblar de miedo, pero esta vez sentí un cosquilleo en el estómago.

—Vamos a la cama —dijo, cansado y tiró de mí mientras se levantaba del sofá.
Entró en el cuarto de baño con pasos pesados antes de cerrar tras de si. Me acerqué a mi bolso, que había colocado cuidadosamente en un rincón donde no estorbara y saqué algún tipo de ropa para dormir.

Me quité la ropa que llevaba, me puse unos pantalones cortos azules y una camiseta de tirantes negra. Me pasé los dedos por el pelo y respiré hondo antes de empezar a caminar hacia la puerta para bajar y sacar mi cama nido.

Hate, love, cars and mafia together in Tokyo / Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora