24. The return

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Taylor

—Ugh no quiero esta asquerosa comida —Mick gimió y tiró la cuchara. Me reí ligeramente a él como yo misma trató de
empujar hacia abajo el trozo de pescado que sabía... asqueroso.

—No puedo creer que esto sea lo único que tienen en el menú —dije frunciendo el ceño. Mick y yo, por suerte, compartimos habitación. Así que ahora estábamos tumbados en cada cama uno al lado del otro, tomando nuestra cena.

—Lo sé. Esto es Tokio, ¡Por el amor de Dios! —Se rió entre dientes y yo sonreí levemente.

Este eranuestro segundo día aquí. Bueno, el tercero, pero los dos habíamos pasado toda la primera noche en el quirófano. Aparentemente Mick había estado bastante bien pero tenía algunos huesos rotos y algún cristal pero aparte de eso parecía estar bien.

—¿Cómo está tu brazo? —preguntó Mick mientras le fruncía el ceño.

—Puedo moverlo un poco pero todavía me duele —le dije mientras me miraba con tristeza.

—Lo siento por el accidente Taylor —dijo y
inclinó la cabeza. Suspiré.

—Mick si no paras con las disculpas, incluso siendo que fue mi culpa, yo personalmente te daré un puñetazo en la cara —le dije con un brillo en los ojos mientras él empezaba a sonreír.

—Vale, pero quiero que sepas lo mucho que
todavía me importas —dijo y me sonrió
dulcemente.

—Lo sé, y si mi corazón no hubiera estado en otra parte, aún te hubiera pertenecido —sonreí haciéndole asentir con respeto.

—Así que de verdad te gusta tanto ¿Eh? —Él preguntó mientras yo empezaba a sonrojarme ligeramente.

—Supongo —murmuré. Sabía que quería
hablar más de ello pero una enfermera vino, tenía que limpiar las heridas de Mick.

Después de un rato los dos empezaron a hablar y yo me di cuenta de lo mucho que la enfermera parecía mirar a Mick. Empecé a reírme de los dos y el me miró molesto.

—Ehm disculpe señorita pero ¿Cuándo nos pueden dar de alta? —le pregunté mientras ella levantaba la vista y me dedicaba una pequeña sonrisa antes de comprobar su lista.

—Ehm en realidad pueden irse a casa mañana —dijo poniendo una gran sonrisa en mi cara.

...

—Mick, por favor, quédate un rato más —le supliqué, pero se limitó a sonreír y a negar con la cabeza.

—No, ya he hecho bastante por ti aquí. Y además, yo también tengo que volver a mi trabajo —sonrió y puso su cálida mano en mi mejilla.

—Esta es la segunda vez que te dejo ir, pero al menos sé que tienes a alguien que se preocupa mucho por ti —dijo y me sonrió mucho. Yo también sonreí, me estiré y le besé la mejilla.

—Que tengas un buen vuelo a casa —me reí mientras él asintió y se sentó en su taxi.

Me despedí con la mano mientras se alejaba y me di la vuelta para saludar a Gustav, que me dedicó una tímida sonrisa.

—¿Estás lista? —Dijo y abrió la puerta para mí. Era manejable para mí sentarme con el vendaje que tenía sobre mi hombro, sosteniendo mi brazo en un ángel de 90 grados.

—¿Cómo está el brazo? —Preguntó mientras cerraba la puerta detrás de él y se sentaba en el asiento del conductor.

—Está mejor ahora pero tengo que hacer estos ejercicios raros como todos los días —dije con el ceño fruncido.

Hate, love, cars and mafia together in Tokyo / Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora