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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 3


Cuando llegamos al hospital ayudo a Elisse a cargar el bolso y a bajar. La sensación de su mano en la mía es agradable. Su piel es suave además de tibia. Cuando me suelta, el vacío de romper con ese pequeño contacto entre las dos, me entristece. Elisse, en cambio, me mira sonriente.

—Su labor está hecha —dice—. Gracie y yo se lo agradecemos.

—No la voy a dejar. Me voy a asegurar de que la bebé esté bien y que ambas regresen a casa.

—Con traernos ya ha hecho demasiado, señorita Weems —repone, aparentemente avergonzada y con el ceño fruncido—. Apuesto a que usted tiene mil reuniones y problemas como para que ahora tenga que lidiar con uno que no le corresponde.

—Dije que me voy a quedar a hacerle compañía —insisto—. Después la llevaré de regreso a casa. Será mejor que empiece a caminar. La bebé tiene fiebre, mírele las mejillas.

—No te preocupes, mi amor, ya pronto vas a estar bien —le dice a Gracie, abrazándola suavemente.

Yo me permito observar casi embelesada lo bien que se ve Elisse como madre. Tengo que reconocer que me ha gustado descubrir este otro lado suyo. Ella no dice nada más. Se dispone a caminar. Dejo que avance primero y al ir detrás, la estudio a detalle.

Ahora reparo en que nunca la había visto con un atuendo tan informal. Estoy acostumbrada a sus vestidos, faldas y tacones; a su cabello perfectamente arreglado y a su rostro con maquillaje. Pero esta versión de Elisse, con pantalón de mezclilla, tenis y camiseta también me gusta.

Me gusta su cabello atado en ese moño despeinado, las ojeras que le adornan el rostro y sus pecas todavía más marcadas. Elisse me resulta atractiva de cualquier modo. Y lo que me asusta no es estar enamorada, sino que me rechace. No quiero pensar en que tal vez ella aún esté interesada en el padre de Gracie.

Mientras Elisse habla con el doctor yo me quedo en la sala de espera, viendo a las enfermeras ir de un lado a otro. Mi teléfono suena en varias ocasiones. Recuerdo que tengo otro asunto que arreglar pero lo ignoro. Ya después le pediré a Olive que lo reprograme. Casi media hora después, Elisse está de regreso.

—Al parecer solo es una infección —me dice—. No será necesario que nos quedemos. Solo hay que cumplir con el tratamiento.

—Bueno, es un alivio —me levanto para empezar a caminar. Elisse no me sigue, así que volteo hacia ella nuevamente—. ¿Sucede algo?

—Había olvidado que tengo que pasar por el supermercado.

—Está bien, vamos —extiendo la mano para que se Elisse ponga en marcha. Empiezo a perder la paciencia cuando se resiste—. Dije que vamos.

—No puedo hacerlo, señorita Weems, es... —Elisse mira hacia abajo. Parece estar teniendo una lucha interna. Yo me acerco de nuevo. Ansío tomarla de la mano—. Es demasiado —dice cuando me por fin me mira—. No quiero darle más problemas.

—Los problemas los vamos a tener si no obedece.

—¿Si no obedezco? —cuestiona con el ceño fruncido. De pronto ya no se ve avergonzada sino molesta. He sido demasiado brusca, no lo voy a negar—. ¿Qué soy, otro de sus estudiantes?

—Lo siento pero la paciencia no es mi principal virtud.

—Con este año en Nevermore me he dado cuenta de ello —murmura cuando pasa a mi lado.

El comentario me molesta tanto como me divierte. Pero no puedo estar enojada con ella. Al menos no al escucharla hablar con su hija. En este día me he dado cuenta de que Elisse es más dulce y más tierna de lo que pensaba. Me gusta conocer este lado suyo tan maternal.

𝒜𝓂ℴ𝓇 𝓎 ℴ𝓉𝓇𝒶𝓈 𝓈ℴ𝓃𝒶𝓉𝒶𝓈 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora