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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 12


Tan solo ha transcurrido una semana desde la sorpresa de Adam, y solo puedo decir que estoy agotada. Es tedioso volver a esto, a las reuniones con los abogados, a los trámites legales. Lo odio. Y odio tener que ver a Olive siendo esa adolescente berrinchuda que era antes. Trato de comprenderla. En verdad lo hago. Pero desearía que ella se esforzara por comprenderme también.

—No puedo darte un auto por ahora, Olive. Ya hemos tenido esta conversación.

Desde el comedor, atascada con un sándwich, Olive me mira con enojo. Ahora es martes y son las seis de la mañana. Ella apenas está apareciendo después de lo que aparentemente fue una noche de fiesta. Una noche de fiesta en pleno lunes.

—Hace casi dos meses dijiste que ibas a considerar la idea.

—Sí. Pero con tu comportamiento en estos últimos días he llegado a la conclusión de que no es lo más adecuado. Mucho menos después de esto. Hasta aquí me llega el olor a alcohol.

Silencio. Mi habitación permanece en silencio por un largo minuto. Y luego no se escucha nada más que un pedazo de papel aluminio siendo estrujado. Me levanto del tocador y al estar en la cocina, frente a Olive, le alzo el mentón con la mano. Ella no me mira. Mastica lentamente y aparta el rostro con brusquedad.

—¿Así que estabas en casa de Mía? 

—Sí —responde con desdén. Es lo que me dijo cuando la vi entrar a su habitación hace una hora. Estaba sobria, pero la ropa le apestaba a alcohol combinado con humo de cigarrillo y vómito.

—¿Estás segura?

—Carajo, sí.

Olive me aparta la mano de un golpe cuando intento arreglarle el cabello y se pone de pie a la defensiva. Yo siento un destello de enojo mezclado con tristeza brotando desde mi estómago. Me molestan demasiado las mentiras, especialmente si vienen de ella. Y me duele darme cuenta de que no me tiene la confianza que yo pensaba.

—No seas mentirosa, Olive.

—¡Ahí estaba!

—¡Que no mientas! —estampo la palma en el cristal frío del comedor y veo a Olive pestañear por el susto—. Fui ahí, Liv. Mía nos dijo que cancelaste tu cita con ella porque yo te había cargado de trabajo. Le mentiste a tu novia. Y la pobre... —me paso los dedos por la frente, exasperada—. Dios, la pobre Elisse fue con Mía, caminando las dos por todo el pueblo mientras yo iba en el auto. ¿Entiendes eso? Te buscamos por todo el maldito pueblo, Olive. ¿Eres consciente siquiera de la magnitud de tus actos? Elisse no tiene responsabilidad sobre ti y aún así se preocupa.

—Pues dile que muchas gracias, pero yo no se lo pedí.

—No seas tan...

Sé que al gritarle a Olive no haré que las cosas cambien, pero me es difícil dominar mis impulsos. Nunca nadie me había hecho perder así los estribos, ni siquiera mis estudiantes. Quiero tirar de un manotazo el florero blanco que descansa tranquilo en el comedor. Sin embargo, respiro. Me contengo. Me paso las manos por el rostro y luego miro a Olive a los ojos. Está dolida. Las fosas nasales se le ensanchan en señal de que quiere llorar.

—Dilo —me desafía, alzando el mentón. El sándwich a medio comer se aplasta en su puño apretado—. ¿Que no sea tan qué? ¿Me ibas a decir estúpida? Desde los seis años me acostumbré a que Adam me llamara de esa forma, así que el hecho de que ahora tú también quieras hacerlo no me importa, tía Larissa.

Cuando Olive me da la espalda pienso que lo he arruinado todo. Tengo que admitirlo. Me duele ver que lo poco que hemos avanzado en este año lo acabo de tirar a la basura. Yo, la adulta, quien debería ser la emocionalmente estable y responsable. No debí gritarle, no debí siquiera pensar en usar esa palabra con ella sabiendo lo que representa. Soy una pésima tía.

𝒜𝓂ℴ𝓇 𝓎 ℴ𝓉𝓇𝒶𝓈 𝓈ℴ𝓃𝒶𝓉𝒶𝓈 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora