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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 14

Hoy he descubierto que prefiero la ciudad antes que el campo.

Estar aquí con Elisse es toda una experiencia y me gusta, pero no creo que alguna vez me mude a un sitio tan alejado de la civilización, y además, tan silencioso.

Ya he vivido en silencio muchos años como para hacer de mi vida más silenciosa. Creo que por eso me enamoré de Elisse. Ella es ruidosa y está llena de energía. Creo que somos un buen complemento. Es la melodía que mi vida necesitaba. 

Pero como sea, estamos divirtiéndonos, eso no lo voy a negar. Solo han pasado un par de horas desde que llegamos y el día solo ha ido mejorando cada vez más. Los padres de Elisse son tan agradables como ella. Ahora sé por qué es tan dulce. El hogar en el que creció, a diferencia del mío, sí estuvo lleno de amor.

—¿Tú no montas, Larissa?

George, el padre de Elisse, está sujetando la correa del caballo que Olive ha elegido. Desde afuera del picadero le digo que no, y apoyo los brazos en la reja de madera. Aquí estoy lejos y a salvo de los caballos.

—Claro que sí —repone Liv.

Mientras ella se abrocha el casco, George alterna la mirada entre las dos, confundido. Yo reprocho a Olive con una mueca y ella se encoge de hombros.

—Sí, lo hago —termino por admitir—. O más bien lo hacía. Hace años. He perdido práctica. De hecho nunca lo disfruté.

—Comprendo.

La sonrisa de George es similar a la de Elisse. Es tranquilizadora. Logra brindarme confianza y pese a que apenas hemos cruzado un par de palabras durante estas tres horas siento que lo conozco de toda la vida.

—La equitación no es para cualquiera —menciona Olive con aire presuntuoso. 

Tengo que reconocer que extrañaba esta versión suya, la verdadera. Aunque tiende a ser insoportable. Pero prefiero esto a verla deprimida.

 —Bueno, creo que es verdad. A Norah tampoco le agrada. Siempre estuvo en contra de las competencias. Discutía conmigo y con Liss todo el tiempo. Y desde aquel accidente no deja de echármelo en cara —hace una pausa para reír. Lo hace consigo mismo, como si estuviera recordando. Después añade—: No se lo vayan a decir, pero Norah tenía razón. Nunca debí dejar a Liss sola. 

—Yo siempre tengo la razón. 

Norah aparece detrás de nosotros, y cuando volteo descubro a Gracie en sus brazos. Elisse viene un par de pasos atrás y está usando ropa similar a la de Olive. Pantalones de montar, botas, y una camiseta blanca. Trae el casco colgando del antebrazo.

Resulta que en toda su niñez y parte de su adolescencia, además de ser una prodigio de la música, otro de los pasatiempos de Elisse era la equitación. Según George era una de las mejores de la región.

—Ni siquiera fue tan grave —masculla él para sí. Pero Norah no está de acuerdo, así que le dirige una mirada fulminante. Ella, al igual que yo, ha preferido quedarse fuera del picadero.

—Se rompió el brazo, George. Casi arruina su carrera musical —me mira y con un tono más suave añade—: Los médicos dijeron que si Liss volvía a tener una lesión como esa no volvería a tocar el chelo nunca en la vida.

Atrás de su madre, Elisse rueda los ojos con diversión.

—Han pasado veintitrés años —dice—. ¿De verdad siguen discutiendo por lo mismo? 

Ahora le está arreglando el moño a Gracie. Es diminuto y rosa. Yo se lo obsequié. Me parecía que era demasiado tierno. Apenas si alcanza a sostenerle el poco cabello que tiene y creo que ese detalle lo vuelve todavía más tierno.

𝒜𝓂ℴ𝓇 𝓎 ℴ𝓉𝓇𝒶𝓈 𝓈ℴ𝓃𝒶𝓉𝒶𝓈 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora