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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 2


El sentimiento que me produce reír con Elisse es como si se me reiniciara la vida. Al principio estuve nerviosa, llegué a creer que sería una situación incómoda, teniendo en cuenta que ella y yo nunca habíamos compartido tanto tiempo juntas.

Sin embargo, a medida que el tiempo ha pasado la conversación ha fluido muy bien. Es Elisse quien ha hecho pregunta tras pregunta, comentario tras comentario. Me ha guiado por un sendero tranquilo, sin querer saber de más.

—¿Desde cuándo es directora? —pregunta. En una mano sostiene el tenedor con un par de verduras incrustadas.

—Hace cinco años.

—Es un tiempo considerable.

—Lo es —asiento mientras me paso la servilleta por los labios. La dejo en su lugar otra vez y empujo la bandeja hacia el centro de la mesa. A diferencia de Elisse, yo ya he terminado—. ¿Y usted? ¿Hace cuánto que es maestra?

—Salí del conservatorio a los veinticinco, pero no fui maestra al instante —explica mientras hace que el tenedor ahora de vueltas en el espagueti—. En realidad es una larga historia. Me limitaré a decir que llevo casi diez años en el oficio.

—También es un tiempo considerable —menciono, tratando de ignorar la curiosidad que he empezado a sentir. Quisiera pedirle que me cuente más sobre su historia, me gustaría preguntarle si está casada o comprometida. Deseo más que nada preguntarle si siente algo por mí.

—Olive es su sobrina, ¿cierto? —se lleva la porción de comida a la boca y yo intento no prestarle mucha atención a sus labios.

—Sí —respondo. Decido desviar la mirada. Veo que los estudiantes han empezado a marcharse. Eso solo significa que la hora del almuerzo está por acabar y yo debo regresar a la oficina, a convivir con papeles y más papeles.

—Una vez la encontré en el salón —la voz de Elisse llama mi atención otra vez. Al mirarla me doy cuenta de que ella también ya ha dejado la bandeja a un lado. Me resulta curioso porque todo está prácticamente intacto. Ni siquiera le dio un sorbo al jugo. Pero no quiero incomodarla, así que no digo nada al respecto—. Me dijo que está interesada en la música.

—Mi hermana... La madre de Olive, era chelista. Supongo que Liv lo lleva en la sangre. O quiere seguir su ejemplo simplemente.

—¿Era? —cuestiona con el ceño fruncido—. ¿Quiere decir que abandonó la música?

—Murió hace dos años —al decirlo puedo sentir cómo mi pecho todavía se oprime aún después de tanto tiempo de lo sucedido. Ni Olive ni yo lo vamos a superar nunca. Eleanor no merecía partir tan pronto, de esa forma tan repentina. 

—Lo siento tanto —expresa Elisse, aparentemente avergonzada.

—No pasa nada —en un impulso deslizo mi mano por encima de la mesa para alcanzar la suya. Le doy un suave apretón. Elisse sonríe, ruborizada. Y yo siento que un atisbo de ilusión crece en mi interior. Pero se desvanece cuando ella retira la mano. Entonces me doy cuenta de que he sido muy imprudente.

—Creo que es hora de regresar a mi salón —dice. Me levanto al ver que ella lo hace—. Tengo otro grupo en veinte minutos.

—Fue agradable estar con usted, señorita Brahams. Es decir, almorzar en su compañía.

—También lo fue para mí —sonríe, tomando la bandeja—. Espero que a partir de ahora ya no se niegue a mis invitaciones.

—Por supuesto que no —sonrío también.

𝒜𝓂ℴ𝓇 𝓎 ℴ𝓉𝓇𝒶𝓈 𝓈ℴ𝓃𝒶𝓉𝒶𝓈 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora