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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 19

Los celos me están punzando en la punta de los dedos.

Quiero arrojar las compras al suelo y correr hacia Gregor para arrebatarle a Gracie.
Quiero sacarlo dde esta casa. me estoy muiendo de ganas de sacarlo de la vida de Elisse. 

¿Cómo puede estar aquí, como si nada, en una noche importante, haciendo reír a la hija que abandonó y que prácticamente dejó en la calle? Es verdaderamente desprecible. Y lo es más el hecho de que esté manipulando a Elisse.

Anoche, mientras cenábamos, ella me dijo que han llegado a un acuerdo, que lo de la pensión está resuelta. Así nada más. Sin consultar a un abogado. Sin firmar nada que las respalde.

No me parece que sea lo correcto. Y aunque se lo hice saber, aparentemente ella no va a cambiar de opinión. ¿Y qué más puedo hacer? Gracie no es mi hija. Elisse no es mi esposa. Legalmente mi opinión es nula.

A veces, cuando pienso demasiado, empiezo a sentirme como una extraña.
Antes de mí Liss tenía una vida distinta. Tenía otro hogar. Una carrera. Tenía una familia.
Una familia en la que yo no juego ningún papel.

A veces, cuando pienso demasiado, siento que lo nuestro no está yendo a ningún lado. O que nunca se podrá comparar con lo que tuvo antes.

No puedo seguir aquí, parada en la entrada de su casa, sintiendo celos en la noche de mi cumpleaños, y viendo  través de la ventana cómo el ex esposo de mi novia se inmiscuye poco a poco en nuestra relación.

En los últimos días he hecho mi mayor esfuerzo para respetar las decisiones de Elisse. He tratado de ignorar la incomodidad que me genera ver a este tipo yendo de un lado a otro en esta casa, como si fuera suya, tomando cosas del refrigerador —cosas que él no ha comprado—, y actuando como si nunca hubiera abandonado a su familia.

Pero esta noche no estoy dispuesta a soportarlo. Esto no es lo que Elisse y yo habíamos planeado.

Aferro las manos a las bolsas y empiezo a caminar.

No necesito tocar el timbre. Abro la puerta con el juego de llaves que Liss me ha dado, y apenas entro, Gregor voltea a verme. Ya no está en el sofá. Viene saliendo de la cocina, con una lata de  jugo en la mano y sosteniendo a Gracie con un solo brazo.

Gregor es robusto. Es tan alto como yo. Incluso me atrevo a decir que me rebasa unos cuantos centímetros. Pero cuando se acerca yo no retrocedo. Me planto muy bien en mi lugar, sin dejarle ver lo mal que me pone el simple hecho de saber que existe.

—Feliz cumpleaños —masculla.

Al distinguir el tono sarcástico, decido dejar mi cortesía a un lado y esquivo la conversación.

—¿Dónde está Elisse?

De pronto mis ojos viajan al coche armado junto a mí. No es el que yo traje hace un mes.
Es otro. Es nuevo.

Gregor no se molesta en contestarme, y yo no pienso esperar como una tonta a que lo haga. Así que camino con prisa a la cocina, pongo las bolsas con las compras en la mesa y salgo hacia la habitación de Elisse.

Trato de abrir la puerta, pero tiene seguro.
En este punto ya me estoy poniendo nerviosa.

—¿Liss? —la llamo. Pego la oreja a la madera—. ¿Liss, estás ahí?

—Un segundo —grita.

Su respuesta me alivia, pero no me deja del todo tranquila.

—¿Estás bien?

𝒜𝓂ℴ𝓇 𝓎 ℴ𝓉𝓇𝒶𝓈 𝓈ℴ𝓃𝒶𝓉𝒶𝓈 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora