II. Confusión parte I

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Dolor.

Hubo demasiado dolor.

Tanto dolor.

Su cabeza punzó. La luz era demasiado clara. Sentía que se le clavaban agujas en las sienes. Al intentar abrir los ojos, se mareó.

Las náuseas amenazaron en hacer presencia. Dio un segundo esfuerzo por abrir los ojos, estando determinado a vaciar el estómago en la papelera más próxima, e incluso sobre su costado, si aquello traía alivio a su malestar.

Siseó tratando de instar cualquier movimiento. Escuchó el registro de máquinas y algo se enterró en su brazo provocando ardor.

"¿Qué demonios-...?", apenas consiguió formular.

"¡Wei Ying!", llamó una voz suave, similar a la brisa del mar y el viento que bate las olas. Al abrir los ojos, se enfrentó con una criatura pálida, y hermosa como ninguna otra.

Le reconoció como etérea.

'¿Acaso he muerto?'.

'¿Es esto la otra vida?'.

'¿Dónde conseguir un ibuprofeno para la migraña?', fueron sus pensamientos.

Al forzar la vista a través de la luz natural que se filtraba por las ventanas, la forma difusa y divina se consolidó en un hombre de inigualable belleza.

"Wei Ying, estas despierto", le arrulló con familiaridad.

No pudo evitar fruncir el ceño.

'¿Wei Ying?, ¿ese es mí nombre?', no dijo.

Al intentar hablar de nueva cuenta, sintió la garganta reseca. El hombre hermoso se desplazó por la pieza hasta quedar a su lad, en un banquillo dispuesto, y acercó el agua con cuidado para no derramar nada.

"¿Dónde te duele, Wei Ying?".

"Me duele todo el cuerpo", se quejó, después de saciar su sed.

Su cuerpo se sintió torpe y engorroso. Pero había cierta molestia diseminándose por todo el cuerpo. Como un dolor difuso y sofocado. Dio un vistazo a la intravenosa, supuso que estaría siendo tratado con anestesia y algunos analgésicos. Su brazo izquierdo se ajustó a una férula dorsal y se sintió como un alienígena en su propio cuerpo. Al intentar mover la muñeca hacía atrás, sintió picos de dolor indescriptibles, estuvo a punto de ver chispas en sus ojos. El hombre de mirada clara no ignoró su reacción y se apresuró a tomar su mano.

"Wei Ying debería abstenerse de hacer eso, podría lastimarse".

"¿No estoy herido justo ahora? Se siente como si estuviera roto en muchas piezas".

El hombre de mirada dorada como el cristal de ámbar negó. "No roto. Solo es un esguince de segundo grado".

No pudo evitar preguntarse, porqué aquel hombre tenía un léxico tan erudito, y a la vez, reducido en número de palabras.

La habitación dio vueltas, así que se dejó caer contra las almohadas. Pero, aún cuando se trató de un movimiento suave, se sintió apaleado.

"Wei Ying no debería hacer sobreesfuerzo. Llamaré al médico responsable".

Wei Ying, así se supone que se llama, asintió sin dar protesta y cerró los ojos durante un instante. No se quedó dormido, pero deshacerse del estímulo visual fue reconfortante para él.

Pasaron uno, dos instantes y su única compañía fue el sonido de la máquina conectada a su dedo índice, y las mantas arrugarse bajo su peso.

Sintiendo que las formas dejaban de moverse por voluntad propia y la luz exterior de emitir auras, Wei Ying lanzó un suspiro de alivio en búsqueda de la posición más cómoda.

Sentimientos destinados a ser, y no fueronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora