Al entrar a su departamento Jaemin emitió un suspiro cansado, estaba agotado, miró el reloj encima del microondas, eran las cinco, no había sido consciente de la hora, miró alrededor de la sala iluminada por la lampara de la mesita de la esquina, sonrió al ver a Renjun acurrucado en el sofá, horas antes había pedido a un compañero de su corporación que lo trajeran a casa, Jaemin tenía trabajo que hacer y no había querido dejarlo en el hospital o en la oficina, la cirugía de Doyoung fue larga y complicada, pero hace una hora le informaron que había salido con vida, el resto dependía de la fortaleza del hombre.Inmediatamente después de ingresar a Doyoung en el hospital, Jaemin había ido directamente al buro para recuperar su placa y oficialmente estaba de regreso en el trabajo, Doyoung no era su amigo ni nada por el estilo, pero Jaemin estaba más que dispuesto a encontrar a esos malditos que casi mataron al abogado y pusieron la vida de Renjun en peligro. Cerró los ojos, cuando tuvo tiempo de pensar en todo lo que había sucedido... se dio cuenta que, por fracción de dos segundos, estuvieron a punto de que el camión los hiciera volcarse, si Doyoung no los hubiera adelantado cuando lo hizo... hubieran terminado volcando o en la dirección de la ráfaga de balas.
Analizó la escena del crimen muy minuciosamente y fue cuando se dio cuenta lo cerca que habían estado de que las cosas salieran mucho peor. Eso lo molestó. No deseaba ningún mal sobre su chico... su chico. Cada vez le gustaba más esa afirmación.
Cuando estuvo más tranquilo abrió los ojos, necesitaba un baño con urgencia, pero la necesidad ganó, quitándose las botas, se acercó con cuidado al sillón donde estaba Renjun. El sentido del oído del chico era agudo, porque al instante despertó sobresaltado. Jaemin se arrodilló delante del sofá.
—Tranquilo, soy yo.
—¿Jaemin? —preguntó Renjun confundido. —Oh gracias al cielo, ¿Estás bien? —a Jaemin le encantó ver como Renjun pasaba sus manos por su cara, sus hombros y de vuelta a su rostro para comprobar que se encontraba bien. —¿Cómo se encuentra tu amigo? —Doyoung no era su amigo, pero Jaemin no lo dijo en voz alta, era como si su voz lo hubiera abandonado, estaba ahora mismo embrujado por el olor y el calor de Renjun, había estado tan preocupado... Empujó a Renjun contra el sofá y sin siquiera detenerse a pensar en lo que hacía, se colocó encima del hombre, necesitaba esto, necesitaba el calor.
—Renjun —murmuró.
—¿Qué...? —contestó Renjun con voz ronca, respirando rápidamente y mirando a Jaemin. —Yo... —Se interrumpió y giró la cabeza. A Jaemin no le gustó eso, no deseaba que Renjun se escondiera y se encerrara en sí mismo como siempre lo hacía. ¡Maldita sea! Deseaba que Renjun dejara de luchar y confiara en él. Jaemin se inclinó más hacia adelante. Se apretó contra su cuerpo inmovilizándolo contra el sillón. Se deleitó con la firmeza del delgado cuerpo atrapado por el suyo y se dio cuenta de que estaba frotando su virilidad contra otra de igual dureza.
—Renjun... —tenía tantas cosas que decirle, pero no sabía por dónde comenzar, además no era como si fuese buenos con las palabras, Jaemin era más de acción que de hablar, así que al diablo la prudencia. Renjun conocería la verdadera naturaleza de Jaemin y Jaemin no era de los que se andaban por las ramas. Renjun estaba tan sorprendido que se quedó inmóvil esperando a que Jaemin decidiera qué era lo siguiente que quería hacer. Su respiración se aceleró mientras sus ojos se llenaban de miedo y deseo. Jaemin se quitó el arma colocándola en la mesita de la esquina del sofá.
Renjun se encogió, pero no se apartó cuando Jaemin deslizó las manos por su pecho por debajo de la camiseta, proactivamente le sacó la camiseta revelando los bonitos pezones en el plano pecho. Jaemin cogió los pezones entre los dedos y los frotó hasta convertirlos en pequeños bultitos duros. Sus ojos se clavaron en el vendaje que cubría el lado izquierdo del pecho de Renjun, era un recordatorio de que tenia que tener cuidado con Renjun por ahora, no quería hacer nada que le hiciera daño.
Jaemin deslizó las manos por la piel de Renjun, por el suave y lampiño pecho, por el vientre y bajo la cintura de su bóxer que por delante aparecía abultado. Los calzoncillos eran suyos y eso lo encendió aún más, Renjun pudo haber escogido utilizar la ropa nueva que Jaemin le había comprado, pero aun así estaba utilizando la ropa de Jaemin; eso extrañamente tenía un efecto erótico.
Jaemin respiró profundamente y examinó la belleza expuesta ante él. Las largas extremidades se extendían con elegancia exhibiendo el duro sexo que anidaba entre las piernas y los hombros angulares que disminuían gradualmente hasta una cintura delgada y unas caderas estrechas.
—Eres muy hermoso —dijo. Renjun enrojeció y no dijo nada, pero su rostro lo delataba, tenía una expresión llena de deseo. Jaemin se quitó la camiseta y después atrapó su boca con un profundo beso empujando con la lengua entre los labios entreabiertos, explorando, saboreando, conquistando, al mismo tiempo que luchaba por liberar su polla de sus apretados pantalones. Notó que Renjun separaba las piernas para dejar que descansara las caderas contra las suyas. Movió la ingle insistentemente contra la de Renjun; notaba cómo sus erecciones se frotaban con fuerza. No quería romper el beso, bebiendo como estaba de la infinita dulzura de la boca de Renjun. Tal vez sería más cómoda la cama, pero tenia miedo de parar y que Renjun cambiara de opinión.
Jaemin notaba los brazos de Renjun rodeándole, sujetándolo con una potencia e impaciencia que nunca había sentido. Aquel delgado cuerpo desnudo se arqueó bajo el suyo, esforzándose en recibir cada uno de sus movimientos. Si hubiera podido detenerse, Jaemin habría preferido estar dentro de Renjun, pero en aquel momento no era posible. Era como si cada deseo no cumplido por su alma se hubiera desbordado, provocando una demoledora explosión; llegó al orgasmo demasiado pronto. Separó la boca y miró el rostro transformado por el éxtasis de Renjun que compartía con él el mismo momento de exquisito placer mientras un calor ardiente se derramaba entre ellos.
Jadeando, Jaemin al fin pudo dejarse caer suavemente y cubrir el cuerpo de Renjun por completo. Se dio cuenta de las manos que acariciaban su espalda arriba y abajo y del murmullo de la voz de Renjun en su oído. Temió decir algo que rompiera el momento, así que opto por permanecer así, rodeado del aroma y del calor del hombre. Jamás había sentido tanta paz, era como si todo hubiera caído en su lugar, y pensando en la perfección del momento se quedó dormido.