CAPITULO 11: PESADILLAS

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Retornaba a mi apartamento, después de salir del bar más cercano, cuando la pequeña Surimeko se detuvo en medio del pasillo dispuesta a hacer aquel truco de telepatía conmigo. Se había puesto una larga capa negra de mago con un cuello igual de grande que le cubría casi toda la cabeza. Su sonrisa emitía más confianza de la que debía tener en ese momento, llevando una galera que acentuaba su supuesta personalidad "mágica" alzó nuevamente sus brazos en señal de defensa de mantis religiosa mientras movía sus dedos y exclamaba:

- ¡Alto ahí Ducky!- cerrando sus ojos me desafió- una moneda por tus pensamientos ¡Te aseguró que está vez te ganaré!

- Prueba- le sonreí, había días en los que realmente sentía un cariño paternal con la pequeña debido a que poseía ese mismo carisma que yo tenía a su edad. Por desgracia su madre no me veía con buenos ojos y su marido tampoco, de modo que mis posibilidades de ser su figura paterna eran un poco imposibles en ese momento y de ser su padrastro mejor ni hablar

- Estás pensando en... en un objeto importante... si, piensas en algo que necesitas para seguir tu caso...- está vez si me estaba comenzando a sorprender, la pequeña parecía estar captando mis deseos de leer el diario de Sanae, sin embargo ella finalizó exclamando- si... piensas en ¡Un sombrero nuevo! Dime ¿Acerté?

- Casi- asentí continuando camino- pero aun no, sigue practicando pequeña y quizás puedas sorprenderme con tus "poderes", nos vemos pequeña

- Nos vemos Ducky- me saludó la pequeña, añadiendo- por cierto, estás invitado a mi fiesta de cumpleaños, es mañana a la noche, pienso dar una función de magia ¿Vendrás?

- Lo pensaré- le mentí abriendo la puerta y metiéndome en mi departamento- si el trabajo me lo permite, quizás vaya- finalicé cerrando la puerta- buenas noches

- Buenas noches Ducky- sonrió Surimeko volviendo a meterse a su apartamento

Cerré la puerta con llave, saqué el diario de Sanae del bolsillo de mi saco y, tras colgar mi abrigo, me senté en mi escritorio a leerlo. La respuesta tenía que estar ahí, sí o sí debía estar en sus escritos. Sintiéndome cansado, leí las notas finales de los cuatro días anteriores a su desaparición.

9 DE JUNIO DE 1998

Nuevamente tuve ese sueño, solo que esta vez fue más largo que la vez anterior y más esperanzador. En el sueño me volví a ver volando al lado de Kanako Sama y Suwako Sama, en sus rostros se veía una maternal sonrisa que me dejaba en claro que todo estaba perdonado, lloré un poco al verlas sonreír debido a que eso significaba que el molesto peso de mi soledad finalmente había sido arrebatado. En el sueño vi a varios Youkai saludarme y darme la bienvenida al que sería mi nuevo hogar donde finalmente tendría amigos... amigos ¿Acaso podré tenerlos alguna vez o solo es parte de aquel hermoso sueño que tuve? El día se veía muy soleado y las hojas otoñales del enorme monte Youkai largaban una especie de resplandor dorado, como si fuese una tierra hecha de oro similar a la mítica ciudad del Dorado que los exploradores Españoles buscaban hasta el cansancio. Nuevamente veía aquel templo que sería mi nuevo hogar y esta vez pude bajar sintiendo el pedrusco suelo bajo mis pies. Acercándome a uno de los enormes pilares que sostenían un techo con las imágenes de mis diosas patronas, toqué aquella edificación pudiendo sentirla... era tan real.

- Dime ¿Te gusta?- me preguntó Suwako Sama con un tono amoroso, me di vuelta y sonreí asintiendo con la cabeza tratando de reprimir mi naciente llanto

- Cuando estés lista, podrás hacerte cargo de nuestro templo- me prometió Kanako Sama hablándome con su característico tono maternal- pero hasta entonces deberás practicar para convertirte en la mejor doncella del santuario de los Moriya

EL PARAISO PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora