CAPITULO 17: EL GENSOKYO

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En un primer momento me sentí un poco mareado, como si hubiese salido de una montaña rusa o de una de esas modernas atracciones de realidad virtual que habían en las casas de árcade en Akihabara, pero pude recomponerme en poco tiempo y sin perder un solo segundo me movilicé colina abajo hacia el Gensokyo. Por un momento creí volver a estar en Vietnam, llevando mi armamento mientras mi equipo se encontraba tras de mí o perdidos en algún lado de la espesa selva. Las rosadas hojas de los cerezos bailaban alrededor mío con el viento, la paz que aquel ancho valle parecía dar verdaderamente hacía honor a su supuesto nombre como campo primaveral. Sin embargo las apariencias siempre engañaban y si los sectarios decían querer pasar una última prueba para ser dignos de aquel lugar entonces eso significaba que aun en ese pseudo paraíso había peligro, peligro que no tardé en descubrir cuando oí el sonido de una especie de perro o algo más grande masticando los huesos de un animal. Me acerqué con cautela para ver de dónde provenía el ruido y no tardé en ver a una pequeña niña de cabello rubio dándome la espalda. La pequeña llevaba una camisa blanca junto a un chaleco negro y una falda del mismo color que el chaleco, se encontraba de rodillas comiendo los restos humanos de uno de los sectarios que vi durante aquella noche.

Irónicamente pude ver que el rostro de aquel pobre diablo no era de horror o sorpresa sino de pesar y decepción, posiblemente de él mismo al ver que no pudo pasar la prueba de ingreso al Gensokyo. Oyéndome caminar hacia ella, la pequeña se dio vuelta y me vio con sus ojos rojos, literalmente toda su cornea era negra resaltando sus pupilas coloradas. Su boca llena de sangre mostraba unos colmillos filosos y tras sonreírme, me preguntó con un tono risueño:

- Hola ¿Quieres jugar?- su tono de voz era grueso e infantil

- Claro- le respondí con tranquilidad- ¿A qué quieres jugar?

- Se llama corre y atrapa- me contestó la pequeña levantándose del suelo, pude observar que llevaba una corbata roja y un listón rojo que sujetaba un mechón de su cabello rubio- tú corres hacia la aldea humana mientras yo te persigo. Si llegas a ella entonces habrás ganado

- ¿Y si me alcanzas?- le pregunté sacando una granada de mano

- Pues habrás perdido y serás mi cena- rió aquella criatura extendiendo sus brazos hacia los costados

- Me parece justo- asentí mostrándole mi granada- pero quiero hacer esto un poco más emocionante, dime ¿Puedes perseguirme mientras sostienes esto en la mano?

- ¡Juego de niños!- exclamó risueña aquella criatura, sacándole el seguro a la granada se la lancé mientras exclamaba

- ¡Entonces empecemos!- sin perder un segundo comencé la carrera

- ¡Vas a caer!- me prometió aquella monstruosidad mientras iba detrás de mí

Volví a correr pero esta vez me encontraba preparado para acabar con aquella desgraciada. Poniéndome a cubierto mientras la pequeña flotaba en el cielo persiguiéndome con una especie de aura oscura cubriendo su cuerpo, esperé a que la granada hiciera su parte. La explosión se oyó a tan solo unos centímetros de donde estaba y aquella criatura largó un fuerte aullido de dolor mientras se sujetaba su mano despedazada.

- ¡Mi mano!- rugió aquel monstruo- ¡Maldito tramposo, me destruiste la mano!

- Come esto- le respondí saliendo de mi escondite apuntándole con la escopeta recortada a la boca

Antes de que pudiese defenderse, le disparé reventándole varios dientes haciéndola retroceder y huir de allí mientras lloraba:

- ¡Eres un tramposo, ya no quiero jugar más contigo! ¡Se lo diré a la doncella del santuario Moriya!

- Dile que la espero con ansias- sonreí mientras continuaba camino, estaba dispuesto a llevarles la guerra sin importar quien cayera durante mi misión

Corrí internándome en aquel pacifico valle hasta que encontré a dos seres alados que estaban jugando cerca de un lago. Una llevaba un vestido azul y unas alas hechas de hielo o algún tipo de cristal, su cabello azul hacía juego con su vestido, a su lado estaba su amiga que también era todo verde tanto en el vestido, el cabello y el color de sus ojos. La hada de hielo se divertía congelando a las ranas del estanque mientras que la de cabello verde creyó oírme y, sin perder tiempo, salí del alto pasto con mi ametralladora apuntándole al pecho.

- ¡¿Que diant...?!- exclamó la hada de hielo cuando vacié mi cargador en su pecho tirándola de espaldas hacia el agua del lago

- ¡CIRNO CHAN!- exclamó su compañera antes de que las balas de mi escopeta recortada atravesaran un costado de su cráneo tirándola al suelo.

Continué camino mientras ambas se desangraban, convirtiendo la cristalina agua azul en rojo sangre.

Cambiando la carga de mi M 16, me encontré en mitad de un camino de tierra que daba hacia una pequeña aldea. Al verla sentí como si hubiese vuelto hacia atrás en el tiempo, a una época que la humanidad realmente olvidó. Esperaba ver una granja similar a la de los Manson o una especie de pueblo moderno lleno de sujetos que tenían hombres ardientes listos para ser usados en sacrificios rituales pero lo que vi en su lugar era una aldea tranquila, antigua y de aspecto agradable. Veía gente haciendo sus cosas como cualquier otra persona normal en cualquier parte del mundo. Por un momento consideré la idea de ir allí, mezclarme entre los demás y ver si podía pasar desapercibido hasta saber qué hacer después, sin embargo ya era demasiado tarde, los peces gordos sabían que estaba allí y no convenía bajar la guardia con ellas. El sonido de un vehículo motorizado, demasiado familiar para mí, me sacó de mi concentración y tras dirigirme hacia un árbol, donde me oculté, pude ver como una pequeña seguidilla de cinco tanques se dirigían a la aldea. Sonriendo tuve una idea de que hacer a continuación.

- Gracias por la ayuda idiotas- susurré saliendo de mi escondite y dirigiéndome a donde estaba el último tanque

Corriendo a la par del mismo antes de que tomase mayor velocidad, me subí y con rapidez pude abrir la escotilla tomando por sorpresa a los que estaban adentro. Tirándoles una granada dentro pude oír sus gritos antes de que el interior explotara. Adentrándome al vehículo pude ver a varias mujeres con una curiosa vestimenta: camisa blanca y faldas rojas o negras con bordes rojos que dibujaban hojas otoñales. Sus cabellos eran blancos y poseían extrañas orejas de gato o perro, no estaba seguro, junto a una cola blanca en sus traseros. Para mi sorpresa se veían aturdidas antes que muertas pero aproveché para sacarlas del tanque y dirigirme a la aldea dispuesto a terminar la misión.

Cargando la bala de cañón, apunté al tanque que estaba delante de mí y disparé haciéndolo pedazos. Los otros tres tanques se detuvieron sorprendidos sin embargo un segundo disparo pudo acabar con el tercer tanque antes de que el resto pudiese contra atacar. Los dos tanques restantes dispararon pero pude esquivar sus tiros con facilidad, por desgracia no podía cargar el cañón nuevamente sin dejar de moverme evitando convertirme en un blanco fácil, por fortuna si sabía qué hacer en esos casos. Acelerando el tanque, me dirigí al segundo que me tenía en la mira pero acercando el cañón de mi rifle M 40 a donde estaba el pequeño hueco, disparé hacia el tanque enemigo. El fuego de mi arma resonaba en el interior del tanque haciéndolo ensordecedor pero no importaba, debía acabar con esos cabrones aunque fuera lo último que hiciera. Las balas traspasaron el interior del tanque golpeando a su conductor antes de que pudiese disparar el cañón, moviéndolo hacia atrás en donde estaba el último tanque que trató de dar marcha atrás cuando mi vehículo golpeó al segundo y la bala de su cañón salió destruyendo su objetivo.

Respirando de manera agitada mientras mis oídos zumbaban, me recosté por un minuto en mi asiento tratando de retomar el aliento. Sin embargo una fuerte risa salió en su lugar y tras reír como un maniático por unos diez minutos enteros, me levanté y cargué el cañón una vez más. Riendo me dirigí al pequeño pueblo dispuesto a destruirlo de una vez por todas.

EL PARAISO PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora