CAPITULO 3: RECUERDOS DEL PASADO

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Nací en el pequeño pueblo de Hoster en Colorado durante el invierno de 1945, siendo uno de los tantos niños producto de los festejos alocados que se dieron al terminar la segunda guerra mundial, en aquellos tiempos en donde todos tenían novia sin importar cuán apuestos o feos fueran. Mis padres se mudaron a California en el 56, cuando contaba con once años, y no me iría de allí hasta el 96, supongo que nunca fui el tipo de hombre al que le gustase estar en un solo lugar durante mucho tiempo. Conseguí una beca para estudiar en Yale en el 68 pero la guerra de Vietnam tuvo otros planes para mí y fui reclutado en el ejercito ese mismo año, donde peleé contra el ejercito del Vietcong hasta el 75, año en que la guerra acabó, convirtiéndose en solo una pérdida de tiempo que tristemente acabó con mis sueños universitarios. Uno pensaría que tras haber combatido contra asiáticos durante siete años habría bastado para no querer saber nada de armas o países que no hablasen ingles durante toda mi vida; pero, tristemente, la realidad fue otra. Cuando llevas tanto tiempo sosteniendo un arma y conviviendo con personas que no hablan tu idioma natal, es posible, solo un poco, que te termines acostumbrando a ello al punto de que olvidas como era tu vida antes de eso. Al volver a California, lo primero que hice fue postularme para la academia policial y entrar al año siguiente donde serví como oficial de policía durante los años de 1976, 77, 78 y 79 hasta que me ascendieron a detective de Homicidios en el 80. Aunque en el fondo me encantaría decirles que estar en Homicidios era como se veía en las películas, mucho me temo que nada estaba tan fuera de la realidad que la idea de que tuviese que hacer cosas locas como una persecución con acrobacias imposibles y explosiones monumentales. Muy por lo general eran los oficiales de uniforme quienes daban dichas persecuciones y si han visto esos programas de televisión donde transmiten las filmaciones de algunas de ellas entonces sabrán que no son para nada emocionantes, incluso las carreras que el estudio selecciona son las "fuera de serie" el resto solo son pequeños intentos de huida que acaban en el momento en que la ruta se encuentra cortada por los coches policiales, nada del otro mundo. No, el trabajo de detective solo consistía en informes, interrogatorios y mucho, pero mucho, papeleo. Sin embargo, aun dentro de aquella aburrida rutina, encontraba un cierto regocijo al volver a tener un arma en mi cintura y hubiese continuado así hasta mi retiro de no ser por... el caso Waller.

¿Cómo describir el caso Waller sin tener que caer en el cinismo o la ira? Todo comenzó durante una madrugada del verano de 1996 cuando fuimos llamados para investigar un caso de múltiple asesinato y secuestro. Una familia entera fue masacrada por un lunático que estaba obsesionado con la hija mayor de aquel matrimonio, aquel infeliz se introdujo en la casa durante la noche, los acuchilló a todos mientras dormían y luego secuestró a la joven Tina Waller. Chico, si hubieses visto como quedaron los cuerpos entonces entenderías porque razón actué como actué cuando di con ambos. Esa rata estaba escondida en un almacén y amenazaba con matar a la jovencita si no lo dejábamos escapar en una camioneta. Sin pensármelo dos veces me oculté en la parte trasera de la camioneta y me cubrí con unas lonas de nylon. Esperé a que ese psicópata entrara al coche y, cuando este estaba en movimiento, me quité mi abrigo improvisado mientras desenfundaba mi arma solo para descubrir un hecho espeluznante: Waller y su "secuestrador" estaban enamorados y al parecer habían planeado todo para que, en caso de que el muchacho fuese atrapado, ella pudiese salir indemne al creérsela una damisela en apuros que era inocente de aquella masacre. Todavía creo que fue por la ira antes que por algún sentido de poética justicia que le disparé en el cuello al desgraciado en el momento en que iba a dar vuelta por una curva empinada y salté de la camioneta justo en el preciso momento en que está se desbarrancaba con ambos tortolitos adentro. Me gusta pensar que ambos murieron por los impactos que el coche recibió antes que por la explosión. Como era de esperar, los infelices del departamento de policía me despidieron y tras darles mi placa junto a mi arma, le partí el hocico de un puñetazo a mi superior para retirarme a un lugar donde nadie me conociera o hubiese oído de aquel caso en particular. Para mi sorpresa descubrí que extrañaba compartir un poco de tabaco con una persona con rasgos asiáticos y decidí ir a Japón para trabajar como detective privado, en un principio pensé en ir a china pero luego recordé que solían tener ciertas ideas comunistas que no compartía en lo absoluto por lo que preferí la pequeña islita japonesa.

Y allí estaba, sentado en la barra de aquel bar con un cigarrillo en la mano izquierda y un buen vaso de whisky, con dos enormes cubos de hielo en su interior, en la derecha mientras oía por la radio de aquel local a Sting cantar "It's probably me" sin saber que dentro de poco mi vida estaría por dar otro loco giro de 180 grados del cual poco o nada podría imaginar.

EL PARAISO PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora