Miedo.
Leana
No sé qué me duele más, si el alma o la herida que tengo. La noche fue una completa mierda, mi cabeza solo daba vueltas y vueltas pensando en cómo voy a salir de aquí, pensando en que hice para merecer esto, ¿Por qué yo? De tantas personas en el mundo, ¿Por qué yo?
Intento ponerme de pie, pero las cadenas no me dejan, abro los ojos y comienzo a detallar el lugar, no me equivoqué, es una especie de sótano, es oscuro y frío, tiene montones de cadena. En una de las paredes tiene una repisa de objetos metálicos, achino más los ojos para ver la sombra que se nota al fondo, es una especie de invento, ¿Una horca? ¿Una trituradora? Qué coño es eso.
—Si quieres te pongo a qué la pruebes. —Habla un hombre que aparece por las escaleras de al frente, es moreno, alto y musculoso, pinta tener unos treinta y tantos de años, está vestido con una playera negra y pantalones ajustados del mismo color. Lo miro y por inercia me ruedo hacia atrás pegándome a la pared.
—Me llamo Connor. —Toma una butaca y se sienta al frente mío. — El torturador de Akim.
La palabra >>torturador>> hace que me tiemble el cuerpo.
—Me sorprendió que me llamara para decirme que tenía una presa muy buena para mí cuando hace unos días me dijo que parara las torturas. —Se levanta a buscar no sé qué en una de las esquinas. —Pero bueno, ¿él es el que manda no? Así que no hay que cuestionarlo. —Mis ojos se ponen como platos cuando veo trae instrumentos quirúrgicos en sus manos.
—¿Qué... qué harás con eso? —Pregunto con la voz temblorosa.
—Tranquila, me dijeron que no fuera muy malo contigo, al parecer, tienes privilegios. —Se me acerca y me toma del brazo con fuerza.
Cierro los ojos esperando que me arranque un dedo o que me corté un pedazo de carne o peor aún, que me desmiembre completa, pero no lo hace, no hace nada más que reír.
—Definitivamente, la psicología inversa me encanta. —Suelta una carcajada y en menos de un segundo clava un bisturí en mi costilla izquierda, rompo en llanto por el dolor y el solo me mira y vuelve a reír, rompe la tela de mi ropa y baja el arma con la que me acaba de apuñalar despacio, introduce el bisturí un poco más haciendo la herida más profunda e introduce un aparato miniatura en ella. No dejo de sangrar y este solo se dispone a preparar la aguja e hilo para coserme. Quema la punta de la aguja y comienza a cocer como todo un experto y sin ningún tipo de piedad, no sé si soy un experimento o este bastardo se le olvidó que soy una persona y no un puto animal.
—¿Le hacen esto a todas las personas? —Pregunto exaltada
—No, a los demás los dejo a qué se desangren y los abro con clavos, madera o cualquier otro objeto que pueda causar dolor, terror y que todo sea más lento y mucho más doloroso.
—Tú y Akim son unos malditos cerdos, unos animales, unas escorias. —Le suelto escupiéndole la cara.
—No te equivocas, pero créeme, soy la persona menos atroz que vas a conocer. —se limpia la cara. —Agradece que te quieren viva, si no te juro que te fuera arrancado los dientes con una puta pinza y te los fuera hecho tragar. —Me suelta y comienza a recoger las cosas y dejar todo en su lugar.
Una mujer viene con baldes y útiles de aseo, pero Connor no la deja entrar.
— No le limpies la celda hoy, déjala que se revuelque, que se empape de la sangre que tiene ahí, que coja el aroma de estas cuatro paredes, porque a partir de ahora, a esto es lo único que olerá. —Mira una vez más hacía atrás y sale dejándome sola.
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último deseo
Teen FictionEl amor es una palabra vacía, la pasión es una carga que cada vez pesa más. Maldita seas tú y tu último deseo.