Capítulo IX. Convivencia

473 32 11
                                    

Armando siguió unos días más en el hospital hasta que los médicos le dieron el alta. Eso sí, debía seguir haciendo reposo y no podía regresar al trabajo. También lo vería un psiquiatra hasta que estuviese nuevamente equilibrado. Armando iba a pasar su recuperación en la casa de sus padres ya que por indicación médica no podía estar solo. 

El problema era que Armando no quería separarse ni un minuto de Betty y tenía fuertes crisis de ansiedad si ella no estaba a su lado. Los médicos no podían entender el por qué de esas crisis pero ya llegarían al problema en cuestión. Por esta razón, Don Roberto y Doña Margarita le habían pedido a Betty que se traslade por un tiempo a la casa de los Mendoza. De esa manera, podría estar cerca de Armando y ayudarlo a que se recupere lo antes posible. Además, le asignarían un cuarto de huéspedes para ella y en la planta baja Don Roberto tenía una oficina equipada con una computadora último modelo y todos sus accesorios con lo cual Betty podría trabajar desde allí. 

Ella no estaba muy convencida de la propuesta ya que se sentía cohibida frente a los padres de Don Armando y además ellos no sabían nada de la relación que tenía con su hijo. A todo esto, había que sumarle a Don Hermes. El rígido y anticuado Hermes jamás dejaría que Betty se traslade a vivir a otra casa aún con los Mendoza presentes. Ella le comentó la situación a Don Roberto y Doña Margarita y estos se ofrecieron a hablar con Doña Julia. Doña Margarita invitó a Doña Julia a la casa y prácticamente le rogó que dejase que Betty acompañe a Armando durante su recuperación. Doña Julia sabía que había algo más entre su niña y su jefe. Además, estaba horrorizada con todo lo que había vivido Don Armando y entendía a Doña Margarita como madre. Por eso, idearon un plan para cubrir a Betty con Don Hermes. 

Le dirían a Hermes que como Don Armando no podía regresar todavía al trabajo y mucho menos salir del país Betty tenía que viajar a los Estados Unidos para cumplir con una cita ineludible que tenían. Luego, Don Roberto le pediría a Don Hermes que autorice a Betty a viajar aludiendo que era la única con conocimientos para ir a la reunión ya que Don Mario debía quedarse en Colombia a cargo de la empresa y él debía estar con su hijo. Los demás ejecutivos no tenían la jerarquía para llevar a cabo semejante negociación. En realidad, Don Mario era quien iba a realizar el viaje y Betty se ocuparía de las reuniones con los proveedores y bancos en el país, pero eso no tenía por qué saberlo Don Hermes. Finalmente, Betty se instaló en la casa de los Mendoza. 

Al principio no hizo mucho más que estar al lado de Armando y charlar con él. Hablaban de cosas in trascendentales como películas o música, sus gustos de helado favoritos, las comidas que odiaban y sus programas favoritos de la infancia. Así, descubrieron que a ambos les gusta el helado de chocolate y mientras Armando lo combina con frutilla, Betty lo prefiere con helado de crema. Armando descubrió que Betty odia el repollo y no puede si quiera olerlo ya que de pequeña tuvo una indigestión terrible y lo último que había comido era ese vegetal. Betty, a su vez, descubrió que Armando ama los autos clásicos y que tiene una repisa llena de réplicas a escala.

Luego, surgió la anécdota de cómo Betty descubrió, empezó a tomar jugo de mora y se aficionó a él pensando que era vino. Resulta que cuando Betty tendría unos 5 años vio a su padre tomando vino en la cena y le pidió a su madre que le convidara. Don Hermes puso el grito en el cielo, le dijo que el diablo era puerco y claramente no le dio ni un sorbo. Betty se puso a llorar por el regaño y la cantaleta de Hermes ya que era muy pequeña y no entendía por qué no podía tomar lo mismo que su padre. Entonces, Doña Julia tuvo la idea de comprar jugo de mora. El intenso color del jugo era muy similar al del vino y su hija al ser tan pequeña no distinguiría que era una bebida completamente diferente.

En la cena siguiente Doña Julia puso el jugo de mora en una jarra y le sirvió a Betty. Don Hermes le dijo que como ella era una niña juiciosa podría finalmente probar el vino y tomar con él. Betty miró a su padre emocionada y corrió a darle las gracias. Luego agarró el vaso con miedo e ilusión. Ella tenía pánico de que no le gustara esa bebida y antes de probarla cerró los ojos y suavemente repitió tres veces "que me guste el vino, por favor". Luego de ese pequeño ritual que miraron sus padres con risas y emoción, Betty posó el vaso en sus labios y tomó un pequeño sorbo. Tomó otro sorbo más y lo saboreo dejando que corriera por todo su paladar. Finalmente miró a sus padres y sentenció "mmm que rico, es dulce. ¡Me encanta! Con razón los adultos siempre lo toman". A partir de ese día nunca faltó el jugo de mora en la mesa de los Pinzón-Solano y Betty se declaró fan de esa bebida. Eso sí, Don Hermes tuvo que hacerle prometer a Betty que no le diría a nadie en la escuela que ella toma 'vino' ya que los niños no pueden hacerlo y por eso debía guardar el secreto. Ella obedientemente no dijo nada y agradeció el privilegio de poder tomar tan rica bebida.

¡Ya no me importa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora