La Venganza

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Marcela se sentía morir. Los médicos le habían dado una pastilla pero las nauseas no mejoraban. A todo esto nadie la había explicado que le sucedía. La enfermera entró en el cuarto y le dijo de mala manera que se ponga una bata para la examinación. Vino el médico y un enfermero entró con una maquina de ultrasonido. Comenzaron los preparativos para el estudio y una Marcela asombrada le preguntó al médico si estaba embarazada. Este le dijo que por el momento lo estaba pero que no se haga ilusiones ya que las reclusas deben estar en aislamiento. Si el embarazo prosperaba en cuanto el bebe nazca sería llevado con el padre u otros familiares pero ella no le vería ya que la cárcel no era un lugar para niños y mucho menos para bebes recién nacidos. El médico en particular estaba muy molesto ya que su esposa hace poco había perdido un embarazo muy buscado y esta loca así nomas había logrado quedar encinta. A Marcela se le iluminó la cara en cuanto el médico le dio la noticia. Por fin recuperaría a Armando. Era obvio lo que iba a suceder.

Sus suegros no iban a soportar el escándalo por lo que obligarían a Armando a volver con ella y a sacar los absurdos cargos que le habían puesto. Ella no había hecho nada malo. Simplemente, había salvado a su prometido de la arpía que lo tenía engañado y engatusado. Era completamente injusto que ella estuviese encerrada cuando solo había salvado a Armando. ¿A caso nadie se daba cuenta que esa mujer lo manipulaba y lo había embrujado? Encima para colmo ella seguía viva y más cerca de su prometido que antes. Pero ella lo iba a recuperar y este bebé era el arma perfecta. Ya hablaría con sus suegros que seguro vendrían muy pronto a verla.

El médico le hizo el ultrasonido pero no le dio ninguna información. Salió de la sala con el informe y ordenó que trasladasen a la reclusa de nuevo a su celda. A Marcela nada de eso le importó. Estaba eufórica con la noticia del bebé. Era la oportunidad para recuperar a Armando, su vida, su familia y amistades y la vida que esa arribista le había quitado.

Al otro lado de la ciudad en la lujosa mansión de los Mendoza los flamantes abuelos hablaban sobre cómo manejar la situación. Ya Armando estaba en casa descansando. Él les había contado con lujo de detalles la conversación con Betty. Estaba tan feliz. Los padres de Armando sin embargo, tenían sus reservas. Obviamente querían a su nieto pero sabían que pronto sus amistades iban a hablar y a comentar lo ocurrido y no les gustaba la idea. Además, temían la reacción de Marcela. 

Roberto había hablado con Daniel y él les dejó muy en claro que no quería saber nada con ese bebé y que no se les ocurriese pedirle nada de nada. María Beatríz por el contrario estaba feliz dentro de lo que cabía. Se sentía muy mal por su hermana y su triste final pero ese bebé era su sobrino y ella buena por naturaleza ya estaba pensando en cómo lo iba a consentir y las cosas que le iba a comprar.

En la casa de Palermo Betty le contaba a Doña Julia las noticias. Ella se emocionó por la propuesta de Armando pero a su vez tuvo miedo a lo que pudiese pasar con Marcela. Por otra parte, Doña Julia ya estaba pensando en cómo ir preparando a Don Hermes para semejante noticia. Igualmente, Betty ya había tomado la decisión y ni Hermes ni nadie la iban a hacer cambiar de opinión.

Don Roberto invitó una tarde a Don Hermes a beber unos whiskys y le contó la situación. Don Hermes refunfuñó pero luego de saber sobre las serias intenciones de Armando para con Betty accedió. Eso si, cuando Armando hablase con él procuraría hacerlo sudar un poco. Después de todo no le gustaba mucho la situación y muy en el fondo deseaba que la niña siguiese en su casa como antes, con sus vestidos de siempre y sin novio. Pero así no era la vida y él tenía que aceptarlo. Además, él también había sufrido lo suyo con el padre de Doña Julia. Si Hermes era fiero el padre de Doña Julia era mil veces peor.

Una semana más tarde se produjo la pedida de mano. Las familias Mendoza Sáenz y Pinzón Solano se reunieron en un exclusivo y carísimo restaurante donde un extremadamente formal Armando pidió a Don Hermes la mano de Betty. Este aceptó luego de ver la cara de felicidad de su niña y después de una larga lista de recomendaciones les dio un abrazo y su bendición. Un fotógrafo de una de las revistas de corazón más famosas de Bogota retrató el encuentro y le hizo una nota al flamante novio y a los Sres. Mendoza. Todo era parte de la venganza de Armando. Él quería que todo el mundo supiese que se casaba con Betty. Además, iba a mandarle la tapa de la revista con el reportaje a su queridita Marcela para que estallase de furia. Ella que siempre quería anunciar con bombos y platillos el casamiento y mostrar a Armando como un trofeo ahora vería a su archienemiga Beatríz obteniendo todo lo que ella quería y jamás tendría.

¡Ya no me importa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora