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Los padres de Minho siempre se encargaron de mostrarle que lo amaban. Con cada enseñanza, cada abrazo, cada palabra. Eran fieles creyentes de que  sus palabras y acciones calaban profundamente en la vida de su pequeño. Por lo mismo, siempre se encargaron de hacerlo feliz y entregarle conocimientos.

Sin embargo, los padres de Kento Yamazaki eran todo lo opuesto. Nunca en realidad lo abrazaron, mucho menos le dieron palabras de aliento. Pasaban sus días encerrados en oficinas, yendo y viniendo. Pocas veces podían ver a su hijo, y cuando lo hacían, ni siquiera eran capaces de fingir una sonrisa. Kento creció pensando que sus padres lo odiaban por haber nacido, y por muchos años se culpó por el divorcio de ellos.

Minho y su familia se encargaron de mostrarle el amor que necesitaba. Muchas veces lo incluyeron en sus viajes familiares, y aunque el mayor no lo diría, lo agradecía de sobremanera.

Sentía envidia por la relación que su primo tenía con sus padres, y muchas veces deseó poder tener eso con su familia. Sin embargo, tuvo que hacer las paces con el hecho de que nunca sería así.

Quería a su primo, lo amaba con todas sus fuerzas porque siempre estuvo para él, por eso, cuando se enteró del fallecimiento de sus padres, no dudó en hacerse cargo de él, quizá a modo de compensar todo el cariño que le entregaron. Se prometió cuidarlo y protegerlo de todo. No quería que su primo sintiera soledad, tampoco que alguien le rompiera el corazón o le hiciera daño de alguna forma. Por eso siempre estuvo al pendiente, aunque a veces diera a entender que era demasiado distraído o que no le importaba nada. Minho le importaba.

Miró hacia el techo de su habitación, recordando al pequeño Minho que solía correr tras de él en las tardes de playa. Como el señor y la señora Lee sonreían al verlos felices.

Dejó salir el aire, nunca realmente le había expresado sus sentimientos a su primo, por lo mismo sabía que ahora no lo entendería si lo hacía. Habían pasado muchos años, y ¿Qué más podía hacer? Había aprendido a no mostrar sus sentimientos gracias a sus padres, no iba a empezar a hacerlo ahora.

Cerró los ojos y se entregó al sueño, un sueño idílico, donde sus padres lo querían, y lo que era mejor, se lo demostraban.





La primera entrega de tesis de Lee fue un éxito. Sus profesores habían alabado su elocuencia y la cantidad de información que había recopilado y entregado.

Muchos estudiantes no se tomaban en serio la primera entrega, pero podían notar que con el pelinegro era diferente. Había entregado un avance de casi 30 planas. Era mucho más de lo que cualquier estudiante promedio entregaría.

Así que, contento con su primera nota, Min se permitió relajarse un par de días. Días en los que se permitió enseñarle a Jisung un sinfín de lugares para poder pasear. Lo llevó a parques, restaurantes, librerías, todo lo que pudiera mostrarle a su corto alcance.

Jisung, por su parte, le había estado hablando de su planeta en términos más científicos, y Minho se había encargado de grabar cada una de esas conversaciones. Se dio cuenta rápidamente que con la información que le daba, podía llegar fácilmente a desarrollar alguna teoría que pudiera responder a las explicaciones del alien, y eso le emocionaba. El hecho de ser la primera persona que pudiera presentar alguna teoría para poder llegar a Próxima B, incluso alguna propuesta de cómo estudiar de mejor forma a Alfa Centauri.

Pero conforme su búsqueda de información avanzaba, también lo hacía su avaricia. ¿Qué sucedía si era la primera persona en confirmar la teoría de Fermi? Eso llegaría a otros niveles de reconocimiento. Esa fue la razón principal por la que comenzó a documentar cada aspecto de la vida que estaba compartiendo con Han Jisung. Y el chico parecía ni siquiera darse cuenta, que era lo mejor.

𝚟𝚘𝚢𝚊𝚐𝚎𝚛 || MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora